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Le reliquie di quelli che non credono nelle reliquie                                     Puoi leggere quest’articolo in italiano cliccando qui

Mausoleo Lenin

Hace bastantes años, antes de la caída del muro de Berlín, viajé a Rusia. Después de visitar muchos lugares finalmente llegué a Moscú, a la estupenda Plaza Roja. En aquél magnífico complejo monumental una larga cola de personas llamó inmediatamente mi atención. Millares de personas en silencio y con actitud devota esperaban durante horas y horas para entrar, por pocos segundos, en el mausuleo de Lenin en el que está expuesto su cuerpo embalsamado. Un mausuleo en pleno corazón de Moscú, adosado a la muralla del Kremlin, cuyo estilo arquitectónico, a decir la verdad, no tiene nada que ver con el del resto de los palacios y monumentos de la plaza. Había parejitas en viaje de novios llevando ramos de flores, mujeres y hombres de todas las edades, hasta padres con niños. Lenin, un símbolo para la patria, el padre de la Revolución Bolchevique, sigue allí con ellos. Espectacular e imponente el cambio de la guardia. En estos últimos tiempos la devoción ha bajado un poco, reavivándose en el verano, gracias también a los turistas y al buen tiempo.

Algunas décadas más tarde, otro líder, Mao Zedong, deja huérfanos a sus connacionales; pero no sólo permanece presente su espíritu, sino también su cuerpo, visible en la emblemática plaza Tian An Men, en el mausuleo homónimo.

Mao-Zedong

Me pregunto cuál es la diferencia entre exponer a la devoción popular a un líder político y carismático y exponer y venerar a un santo que, aunque se le llame de otra manera, también ha sido un líder carismático, pero religioso. A veces el fanatismo político no queda muy lejos del religioso. Quien expone a un político o a un santo es perfectamente consciente de la importancia de una determinada reliquia para millones de personas; la importancia de ver (a falta de poder tocar) y recordar una vida ejemplar, de agradecer por el bien o la gracia recibidos o por haber dado un sentido a su vida.

Pero no todo es devoción. A veces, simplemente nos arrastra la curiosidad que es la que después nos permite decir “yo lo vi” y que mueve muchos de estos fenómenos de masa que no tienen otra explicación sino la de querer ser, de alguna manera, protagonistas de la historia.

Dejando a un lado el aspecto económico, que claramente existe y además es muy importante, es indudable el poder político y propagandístico de una reliquia. En el caso de Lenin y Mao, si utilizáramos una terminología religiosa, diríamos que hubo un proceso de ‘santificación’. El pueblo ha santificado a sus monstruos sagrados.