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Di che legno era la Vera croce?                                                                     Puoi leggere quest’articolo in italiano cliccando qui

Giotto (sec. XIV). Crocifissione. Cappella degli Scrovegni, Padova.

Giotto (s. XIV). Crucifixión. Capilla Scrovegni, Padua.

Llevan siglos preguntándoselo, desde el inicio del cristianismo, los primeros padres de la iglesia, estudiosos antiguos y modernos y muchos otros insignes personajes, pero la respuesta aun no está clara. La gran cantidad de fragmentos que existen en el mundo de distinto color y diferentes maderas, y las opiniones discordantes de ilustres autores son todos factores que llevan a una gran confusión.

El venerable Beda (santo y doctor de la iglesia, siglo VII) sostenía que la cruz estaba formada por cuatro diferentes tipos de madera: la inscripción (Titulus crucis) de boj, el madero vertical (stipes), de ciprés, travesaño (patibulum) de cedro y la parte por encima de la inscripción, de pino. Otros autores bajaban a tres y el tipo de maderas podían ser varias. En cualquier caso, en la Jerusalén del siglo XII, el hecho de que la cruz estuviera formada por diferentes tipos de madera era una convicción generalmente aceptada.

A. da Messina (secolo XV). Crocifissione. Nationa Gallery. Londra

A. da Messina (s. XV). Crocifixión. National Gallery. Londres

Con el pasar de los siglos las opiniones empezaron a cambiar. Justo Lipsio, humanista y filólogo flamenco del siglo XVI, afirmó que la Vera Cruz estaba formada por un solo tipo de madera, de roble, porque este árbol es común en Judea, es sólido y apropiado para el uso.

El jesuita y teólogo Gretser (siglo XVI) en cambio, examinó algunas reliquias de la Vera Cruz junto con otras personas y dijo que, aunque no era fácil determinar de qué madera eran, en ningún caso podían ser de roble.

Las opiniones más recientes convergen todas en el afirmar que la madera utilizada sólo era una. Pero ¿cuál?

El hecho que se hubiera conservado durante tres siglos hasta su descubrimiento por parte de Santa Elena ha llevado a pensar que pudiera tratarse de madera de cedro: la más incorruptible y al mismo tiempo presente en Judea. Pero el cedro es una madera de lujo, tanto es así que fue utilizada por Salomón para la construcción del templo y también por Justiniano, en el siglo VI, en una de las magníficas iglesias dedicadas a la Virgen.

Otra posibilidad es que fuera de pino, u otra conífera, que se utilizaba para fines menos nobles. Los fragmentos de la Vera Cruz de la basílica de Santa Croce in Gerusalemme de Roma, de las catedrales de Pisa, Florencia y Notre Dame de París, fueron analizados por microscopio en el siglo XIX y parecen ser todos de madera de pino. También hay que decir que estas reliquias tienen historias diferentes y no tienen nada en común, salvo su posible origen.

Por lo tanto sería bastante lógico pensar que la Vera Cruz  hubiera sido de madera de pino, también presente en Judea. Otro fragmento muy grande de la Vera Cruz, el de Santo Toribio de Liébana (España) fue analizado en 1958 por el Instituto de Ciencias Forestales de Madrid y declaró que se trataba de ciprés común, una conífera estrechamente emparentada con el pino. Pero después del descubrimiento en 1968 en Giv’at ha-Mivtar, cerca de Jerusalén, de un sepulcro con los restos de una persona crucificada entre el 6 y el 65 d.C., habiéndose también hallado un hueso del tobillo con dentro un clavo, podríamos cambiar de hipótesis, porque en el clavo se han hallado partículas de madera de olivo. Por lo tanto existe la posibilidad que también la cruz de Cristo pudiera ser de madera de olivo.

Pero ¿por qué durante tantos siglos se ha pensado que la cruz estuviera formada de diferentes tipos de madera? Porque se ha querido dar un significado simbólico al madero de Cristo ligándolo, al mismo tiempo, a la tradición veterotestamentaria buscando, así, un continuidad con la misma. Este simbolismo y esta continuidad nos han sido transmitidos por muchos escritos y leyendas medievales, en sus diferentes versiones.

Agnolo Gaddi, sec. XIV. Morte di Adamo. Ciclo iconografico

Agnolo Gaddi, s. XIV. Muerte de Adán. Ciclo iconográfico “Leyenda de la Vera Cruz”, Basílica Santa Croce, Florencia

Por el evangelio apócrifo de Nicodemo, retomado después por Jacopo de Voragine en su Leyenda Dorada, aprendemos como Seth, hijo de Adán, va hasta las puertas del paraíso terrestre para pedir al arcángel Miguel ‘el óleo de la misericordia’ con el cual ungir a su padre, que estaba en punto de muerte, para redimirlo y salvarlo.

El arcángel responde que el óleo lo concedería el hijo de Dios en el momento de su venida (es decir, después de cinco mil quinientos años), pero le da una ramita para plantar en la tumba de Adán después de su muerte. Cuando vuelve, Adán ya está muerto y Seth planta la ramita sobre su tumba que crece y se convierte en un árbol fuerte y exuberante y dura nada menos que hasta la época de Salomón.

L. Signorelli (secolo XV). Testamento e morte di Mosè. Cappella Sistina, Vaticano

L. Signorelli (s. XV). Testamento y muerte de Moisés. Capilla Sixtina, Vaticano

Según la leyenda medieval de Adán y Eva, no es una ramita la que el arcángel da a Seth, sino tres semillas: de cedro, de olivo y de ciprés, que simbolizan al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, respectivamente, para que los pusiera debajo de la lengua de Adán. De estas semillas nacieron tres ‘varas’, que duraron hasta la época de Moisés quien, mientras guiaba al pueblo de Israel hacia la tierra prometida, fue exhortado por el Espíritu Santo para que cortara las tres varas nacidas de la boca de Adán y las llevara consigo.

Así lo hizo. Las envolvió en un lienzo blanco y muy pronto descubrió que hacían milagros: curaban enfermedades y de las mordeduras de los animales venenosos y otros milagros para demostrar la potencia de Dios padre. A pesar de ello, los hijos de Israel no sabían reconocer la potencia de Dios. Luego faltó el agua y Moisés, con las tres varas, la hizo brotar de una piedra, pero ni siquiera entonces el pueblo de Israel glorificó a Dios. Así que Dios, enfadado, le dijo a Moisés que nunca entraría en la tierra prometida. Llegó al Valle de Hebrón, plantó las varas y murió poco tiempo después.

Las varas permanecieron en aquel lugar durante mil años. Hasta el reino del rey David. Éste, que había sido avisado por el Espíritu Santo, fue al Valle de Hebrón, cogió las varas y las llevó a Jerusalén. Tocando con ellas a los enfermos los curaba y David, viendo tantos milagros, las mandó poner en una cisterna donde permanecían vigiladas día y noche, cerca de su torre. Y allí se quedaron durante 30 años y se convirtieron en un bellísimo cayado. Luego vino Salomón y quiso utilizarlo para la construcción del templo.

Piero della Francesca (secolo XV). La regina di Saba visita il re Salomone. Ciclo iconografico 'La leggenda della Vera Croce'. Basilica di San Francesco, Arezzo

Piero della Francesca (s. XV). La reina de Saba visita al rey Salomón. Ciclo iconográfico ‘La leyenda de la Vera Cruz’. Basílica de San Francesco, Arezzo

Y aquí la historia se vuelve a unir con la retomada por la Leyenda Dorada. Como decíamos, Salomón quiere utilizar esta madera para la construcción del templo, pero ésta parece tener vida propia y, en pocas palabras, se rebela como si fuera la utilizada por Gepetto para dar vida a Pinocho.

Así que la pusieron sobre el río Kedron para servir de puente. En este lugar tiene lugar el encuentro entre la reina de Saba y Salomón. En ese momento la reina de Saba tiene una visión: aquél madero será utilizado para matar al Mesías y los judíos serán por ello castigados con la destrucción del reino de Israel. Por lo tanto, en vez de pasar sobre el tronco-puente, se arrodilla para adorarlo. Salomón, asustado, manda enterrar aquél madero ‘en las profundísimas vísceras de la tierra’.

G. Lanfranco (secolo XVII). La piscina probatica. Chiesa dei Santi Apostoli. Napoli

G. Lanfranco (s. XVII). La piscina probática. Iglesia de los Santos Apóstoles. Nápoles

Y cuando todo parece olvidado, después de mil años, el tronco reaparece en la piscina probática o de Bethesda (excavada donde había sido enterrado el madero), que era utilizada por los judíos para lavar a los animales antes de su sacrificio y donde de vez en cuando bajaba el arcángel Miguel, removía sus aguas y esto hacía que el primer lisiado que entraba en la misma se curase (Jn 5,2-4). Pero el milagro ocurría también por la presencia del tronco. Los judíos ven el tronco flotar y deciden utilizarlo para hacer la parte horizontal de la cruz de Cristo. Y en esa ocasión, el madero no se rebela, porque finalmente podrá cumplir su misión.

L'albero della vita. Mosaico Secolo XII. Basilica di San Clemente, Roma

El árbol de la vida. Mosaico s. XII. Basílica de San Clemente, Roma

Y la cruz es plantada en un cerrito en forma de calavera, por este motivo llamado Gólgota, que quiere decir calavera. Éste es uno de los motivos por el cual podemos ver una calavera a los pies de la cruz en muchos cuadros que representan la crucifixión. Pero no sólo esto: el nombre de este topónimo quiso que en la literatura cristiana hubiese una asociación con el primer hombre, visto que la cruz, según la tradición, se hizo con la madera del árbol de la vida que nació sobre la tumba de Adán. La simbología está clara: la sangre de Cristo redime a los hombres del pecado, empezando por el primer hombre-pecador. La calavera, por lo tanto, es la de Adán, porque en ese lugar es donde fue sepultado. Y así el círculo se cierra.

A. Sotio (secolo XII). Crocifisso (particolare). Duomo di Spoleto

A. Sotio (s. XII). Crucifijo (detalle). Catedral de Spoleto

Pero las simbologías no terminan aquí: en el cuento de Moisés se quiere hacer referencia, con las tres varas, al misterio de la Santísima Trinidad. En cuanto a la madera, sabemos que el cedro es incorruptible, lo que simboliza la vida eterna, el ciprés simboliza la muerte y el olivo la alianza con Dios (recordemos la ramita de olivo llevada por la paloma a Noé después del Diluvio Universal) y por lo tanto, la paz. El algunas otras versiones una de las cuatro maderas de la cruz también es la palmera, que simboliza la resurrección.

Y otras referencias bíblicas: el árbol de la vida y el árbol de la ciencia, del bien y del mal en el jardín del Edén (Gn. 2,9) y la ‘gloria del Líbano’ – el cedro – junto con cipreses, olmos y abetos surgirán en el santuario divino de la Nueva Jerusalén (Is. 60,13), o la Jerusalén Celeste, entendida como el reino de Dios.

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Para saber más:

  1. Rohault de Fleury, Mémoire sur les instruments de la passion de N.S.J.C. – Paris 1870;  2) Alessando d’Ancona. La leggenda di Adamo ed Eva, testo inedito del secolo XIV, Bologna 1870; 3) Jacopo de Voragine. Leyenda dorada