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Capilla de la descensión, Catedral de Toledo, De perpetua Virginitate Beatae Marie, Felipe Bigarny, Piedra de la descensión, reliquias, San Ildefonso, Toledo
La pietra della discesa. Puoi leggere quest’articolo in italiano cliccando qui
La magnífica catedral de Toledo, no sólo es importante por el complejo arquitectónico en sí, sino también por la gran cantidad de obras de arte que atesora. Por este motivo, no es de extrañar que otras ‘curiosidades’ puedan pasar completamente inadvertidas al visitante ocasional.
Me refiero a una piedra, llamada ‘Piedra de la descensión’, encerrada en una pequeña capilla situada junto al segundo pilar, entre las dos naves menores de la izquierda. Esta piedra recuerda el descenso de la Virgen María para la imposición de la casulla obispal al obispo de Toledo Ildefonso, posteriormente San Ildefonso. Y como testimonio de este evento, sobre la piedra habrían quedado grabadas las huellas de la Virgen.
La capilla en cuestión, llamada ‘Capilla de la descensión’, fue mandada construir por el rey Enrique II (siglo XIV) y estaría ubicada en el lugar preciso del milagro, que tuvo lugar en el 665. En esa época, este lugar estaba ocupado por el altar mayor de la basílica visigótica, consagrada por el rey Recaredo en el 587 que, con la invasión árabe, en el siglo VIII, fue sustituida por una mezquita, la gran mezquita de Toledo. Pero los árabes, cuando construyeron la mezquita, respetaron la piedra porque comprendieron que se trataba de un lugar sagrado ligado a la Virgen María, respetada en el Corán por ser la madre de Jesús. La mezquita, a su vez, dio paso a la actual catedral, después de la reconquista cristiana de 1085 por parte del rey Alfonso VI, pasando Toledo a formar parte del reino de Castilla.

La capilla es una estructura de tipo piramidal de tres cuerpos y el aspecto actual es el resultado de diferentes reestructuraciones llevadas a cabo durante el siglo XVI. Sobre el altar encontramos un grupo de esculturas en alabastro, obra de Felipe Bigarny, que muestran el evento. Alrededor de la escena principal se encuentran los cuatro padres de la Iglesia occidental, la ascensión de la Virgen y algunas escenas de su vida. Adosada a la verja que se encuentra a la derecha del altar y que rodea la misma capilla, encerrada en una urna de jaspe rojo, que recuerda a un buzón de correo, se encuentra la piedra, blanca, visible a través de una pequeña rejilla de hierro donde los fieles introducen un dedo para tocarla.
Un rótulo de cerámica reza:
Cuando la reina del cielo
puso los pies en el suelo
en esta piedra los puso.
De besarla tened uso
para más vuestro consuelo.
Tóquese la piedra, diciendo con toda devoción:
“Veneremos este lugar en que puso sus pies la santísima Virgen”.
Este ‘prodigio’ ha sido interpretado como un gesto de agradecimiento por parte de la Virgen a San Ildefonso por haber defendido, en varias de sus obras, como ‘De perpetua virginitate Beatae Maria’ su perpetua virginidad, sobre todo de los ataques de los herejes, tanto del pasado como del presente, quienes la negaban.
Ildefonso fue arzobispo de Toledo desde el 657 hasta el 667 y es uno de los padres de la Iglesia. Participó en los Concilios de Toledo de 653 y 655. Unificó la liturgia en España y escribió numerosas obras de carácter litúrgico y dogmático, particularmente sobre la madre de Dios, como la que hemos citado.
La tradición de la imposición de la casulla por parte de la Virgen a San Ildefonso, transmitida antes de forma oral y sucesivamente puesta por escrito en el siglo VIII, narra cómo al alba del 18 de diciembre de 665 (fiesta de la Anunciación del Angel a María), el arzobispo Ildefonso, acompañado de una procesión de sacerdotes con velas encendidas en la mano, se disponían a entrar en el templo para rezar y alabar al Señor. Una luz cegadora deslumbró a las personas del cortejo quienes, tirando las velas, huyeron asustadas. Sorprendida la gente del lugar por esa repentina huida, se acercaron a la puerta de la iglesia y vieron a Ildefonso, que se había quedado solo, rodeado de coros angelicales. Este se arrodilló delante del altar y vio, sentada en la cátedra episcopal, a la virgen María. Después de unos instantes de incertidumbre y estupor, Ildefonso se acercó a la Señora quien, agradecida, le dijo:
«Tú eres mi capellán y notario fiel. Recibe esta casulla que mi Hijo te manda desde su tesorería.»
Después de decir esto, la Virgen misma lo habría vestido, dándole instrucciones de usarla solamente en los días festivos en su honor.
Acto seguido, desapareció la Señora de la vista de Ildefonso, juntamente con las vírgenes que la acompañaban y la luz resplandeciente que había llenado el templo.


La escena de la imposición de la casulla a San Ildefonso está representada muchas veces en el complejo catedralicio. Podríamos decir que no hay lugar en el que no esté, entre los cuales el tímpano de la puerta principal de la misma catedral, en la sala capitular –con un fresco de Juan de Borgoña-, en la parte superior del ‘Transparente’, en el -deambulatorio-, en la capilla de San Ildefonso, en la sacristía –con un fresco de Lucas Jordán y una escultura de El Greco, y otros lugares más. Pero esto no es todo. Toda la ciudad nos habla de este evento: está representado en la ‘Puerta del Sol’, que se abre en la muralla de la ciudad, o en la fachada y en el interior dela iglesia de los Jesuitas, por citar solo algunos lugares.

Sabemos que algunas piedras han sido objeto de particular devoción, y alguna continúan siéndolo, como por ejemplo la piedra negra de La Meca. Nuestra piedra en cuestión parece haber sido una antigua ara romana o incluso prerromana. Si esta teoría fuera correcta, nos hallaríamos frente a un lugar de culto muy antiguo, además del hecho de encontrar otro ejemplo más de un culto ancestral a determinadas pietras. Cuando el imperio romano se convirtió al cristianismo, los obispos intentaron desarraigar los cultos que tenían que ver con las piedras y las grutas sagradas. Sin embargo, aún siglos más tarde, este culto se seguía manteniendo. En España, en el 681 y 682 los Concilios de Toledo excomulgaron a los ‘veneratores lapidum’ (adoradores de las piedras), con escaso éxito. Por lo tanto la Iglesia tuvo que aceptar un cierto sincretismo, cristianizando algunas representaciones paganas como la de la Diosa Madre, adaptándolas a la nueva religión. La Diosa Madre, que a menudo se la representaba situada sobre una piedra sagrada, se convertía en una Virgen negra. Muchas grutas sagradas y otros lugares emblemáticos se convirtieron en iglesias y ermitas dedicadas a Nuestra Señora.
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Para saber más:
Fernández Collado, A. La descensión de la Virgen María a la catedral de Toledo. Significado y expresión artística. Real Academia de Toledo 2014, Toletum 0053





