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Andrea Mantegna, Cristo muerto, Emanuel Comneno, Federico Gonzaga, Mantua, Monasterio Cristo Pantocrátor, Niceta Coniata, Paolo Arrivabene da Canneto, Piedra de la unción, reliquias
La pietra dell’unzione. Puoi leggere quest’articolo in italiano cliccando qui
Se encuentra en la basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén, a pocos pasos tras atravesar el umbral de la misma. Es una piedra de mármol rojizo y se cree que es la piedra sobre la cual depositaron a Jesús para prepararlo para la sepultura, según el ritual de los Judíos. Así lo cuenta Juan en su Evangelio:
“Después de estas cosas, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió permiso a Pilato para llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato concedió el permiso. Entonces José vino, y se llevó el cuerpo de Jesús. Y Nicodemo, el que antes había venido a Jesús de noche, vino también, trayendo una mezcla de mirra y áloe como de treinta y tres kilos. Entonces tomaron el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en telas de lino con las especias aromáticas, como es costumbre sepultar entre los judíos. En el lugar donde fue crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual todavía no habían sepultado a nadie. Por tanto, por causa del día de la preparación de los judíos, como el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús”. (Jn 19,38-42)
Según la tradición, la piedra de la unción fue llevada desde Jerusalén a Éfeso por María Magdalena, donde fue objeto de veneración y donde permaneció hasta el siglo XII. Sin embargo no hay testimonios escritos sobre esta reliquia antes de la época de las cruzadas y, más precisamente antes del reino de Emanuel Comneno (1143-1180), cuando éste la mandó llevar desde Éfeso a Constantinopla. Fue inicialmente depositada en la Capilla de la Virgen de Pharos (o del Faro)1 y después de la muerte del emperador habría sido colocada en la iglesia de San Miguel Arcángel en el Monasterio del Cristo Pantocrátor, cerca del sarcófago del soberano. De hecho, según Niceta Coniata, escritor e historiador bizantino y contemporáneo de Emanuel Comneno, cerca de la sepultura del soberano se hallaba una piedra roja que sería la piedra sobre la que depositaron a Jesús tras del descendimiento de la cruz.2 Probablemente fue destruida durante el sitio y la caída de Constantinopla por parte de Mehmed II en 1453. O tal vez fue robada durante el saqueo de la ciudad durante la IV Cruzada, junto con muchísimas otras reliquias y obras de arte, para ser llevadas no se sabe dónde. Lo cierto es que no se sabe qué ocurrió exactamente con esta reliquia, porque la que está actualmente en la basílica sería una improbable copia inspirada en la original, a su vez restaurada en 1810 debido a la caída de una pilastra provocada por el incendio de 1808.
A pesar de ello siempre ha estado rodeada por personas que rezan, o que la ungen con bálsamos u otros aceites aromáticos, en recuerdo de los usados sobre el cuerpo de Cristo. Frotan rosarios u otros objetos sobre ella, como también lo hacen sobre la roca del Calvario. Mide unos 2,50 m x 70 cm y está engarzada en un marco de mármol que la realza del suelo unos 30 cm, con un pomo dorado en cada una de las cuatro esquinas. Por encima cuelga una fila de ocho lámparas votivas y está flanqueada por altos candelabros. La piedra pertenece a las Comunidades de los Franciscanos, de los Armenios y de los Ortodoxos.
Los antiguos peregrinos la describían como una lápida roja con manchas blancas similares a gotas de cera. Por otro lado, el hecho que la piedra haya sido tan maravillosamente reproducida en el cuadro de Mantegna ‘Cristo muerto’, conservado en la Pinacoteca de Brera (Milán) ha inducido a muchos a pensar que el pintor probablemente la hubiera pintado viendo el original. O bien que Mantegna hubiera oído hablar de las características de la piedra, que en este momento era famosa en Mantua, y hubiera tomado como modelo la ‘piedra de Verona’, cuyo moteado es rojo e induce a pensar en la sangre derramada y en las lágrimas de María Magdalena que, según la tradición, habrían formado unas manchas blancas.
La obra habría sido realizada hacia 1483 en ocasión de la llegada a Mantua de un fragmento de la Piedra de la Unción, llevada por Paolo Arrivabene da Canneto, custodio de Tierra Santa entre 1481 y 1484, como lo confirma una carta que el mismo envió al marqués Federico Gonzaga, escrita antes de salir de Jerusalén. Pero este fragmento, no se sabe de qué tamaño, que escondería Mantua en algún lugar, nadie sabe dónde está.
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1.- La capilla de la Virgen de Pharos (o del Faro) formaba parte del complejo del palacio real de los emperadores bizantinos, el Palacio Bucoleón. En ella se custodiaban muchas importantes reliquias
2.- Niceta Coniata. Grandezza e catastrofe di Bisanzio, Libro VIII, (7,6).
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