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Lapis aequipondus” una pietra “multiuso”                                                Puoi leggere quest’articolo in italiano cliccando qui

Antonio Tempesta. Martirio de San Primo (1586), Roma, Santo Stefano Rotondo

Como en todas las sociedades organizadas también la antigua Roma tenía un sistema de unidades de medida muy bien estructurado y sujeto a continuos controles, para evitar el fraude. Para las básculas, se utilizaban pesas de diferentes tamaños, según las necesidades, debidamente contrastados, con el valor grabado sobre la piedra y hasta con el nombre del cuestor.  La unidad de medida era la libra romana (equivalente a 327,45 g) con sus múltiplos y submúltiplos. No olvidemos que en latín ‘libra’ también quiere decir ‘báscula’. Estas pesas eran redondos y planas en las partes superior e inferior. Las más grandes tenían dos anillas, es decir dos asas de hierro, que servían para levantarlas, y las más pequeñas sólo una. Las más grandes alcanzaban el peso de cien libras, es decir 33 kilos.

El material utilizado para estas pesas era la serpentina, una piedra ornamental perteneciente a la clase de los jades, caracterizada por un fondo de color verde oscuro, que tiende al negro, dura y compacta, llamada también piedra nefrítica (“lapis nephriticus”) por su supuesta eficacia en la cura de las enfermedades renales.

Normalmente era conocida con el nombre de “lapis aequipondus” (piedra de contrapeso), por el uso que de ella se hacía.

Lapis aequipondus en Santa Maria in Trastevere, Roma

Pero cuando estas pesas, las más grandes, también empezaron a utilizarse como instrumento de tortura y martirio durante las persecuciones contra los cristianos, fueron también denominadas “lapis martyrum” (piedra de los mártires). Se ataban al cuello de las víctimas cuando éstas eran arrojadas al agua, pozos o las cloacas, o a los pies cuando el cuerpo iba a ser colgado por las muñecas y dejado en suspensión. Un ejemplo de esta última modalidad podemos verlo en uno de los frescos de la iglesia de Santo Stefano Rotondo de Roma.

Lapis aequipondus en San Lorenzo extramuros, Roma

Siempre en Roma, estas piedras son todavía visibles en diferentes iglesias, como  por ejemplo en Santa María in Trastevere (nada menos que tres, con sendas cadenas), en San Lorenzo extramuros o en Santa Sabina.

La de Santa Sabina (magnífica iglesia paleocristiana del siglo V) además, está ligada a una leyenda por la que es más conocida como “la piedra del diablo” (“lapis diaboli”), y es visible dentro de la misma iglesia, tras la entrada principal, a la izquierda, colocada sobre una columnita en espiral.

Piedra del diablo. Santa Sabina, Roma

Según la leyenda, Santo Domingo de Guzmán (fundador de la orden de los dominicos, al que el papa Honorio, en 1222, había confiado la iglesia) solía rezar sobre una losa de mármol que protegía los huesos de algunos mártires. Una noche se presentó el diablo en persona que hizo todo lo posible para tentarlo, pero sin éxito. Entonces, irritado por tanta devoción cogió con sus garras una enorme piedra negra y la arrojó con todas sus fuerzas hacia el santo. Pero ésta tan sólo lo rozó sin hacerle algún daño y la piedra cayó al suelo rompiendo la losa de mármol que todavía puede verse en la “schola cantorum”  (aunque las malas lenguas dicen que la losa la partió accidentalmente el arquitecto Domenico Fontana durante las obras de reestructuración de la iglesia en 1527). Y como recuerdo de este hecho, la piedra, sobre la que aún pueden verse los agujeros dejados por las garras del diablo, fue colocada sobre una columnita a la vista de todos, tal vez para recordar que el bien siempre triunfa sobre el mal.