Tag
Jarrón de San Martín, Legión Tebana, obispo Euquerio, Octodurus, orfebrería merovingia, Relicarios, reliquias, San Martín de Tours, San Mauricio, San Mauricio de Agaune, Segismundo de Burgundia
Reliquiari fantastici: il Vaso di San Martino Puoi leggere quest’articolo in italiano cliccando qui
Esta magnífica obra en ágata sardónica se encuentra en Suiza, en la abadía territorial de San Mauricio de Agaune, en el cantón vallés. De factura romana, y fechado alrededor del 20 a.C., fue enriquecido en época merovingia (siglos V-VII) con adornos en oro, esmaltes y piedras preciosas.
La abadía se encuentra en el lugar donde fue martirizado San Mauricio y la Legión Tebana en el siglo III, y fue fundada por el príncipe Segismundo de Burgundia en el 515 sobre un primer santuario dedicado a San Mauricio y a los legionarios, mandado construir a finales del siglo IV por Teodulo, obispo de Octoduros (localidad cercana a Agaune) en el lugar donde, según la tradición, habrían sido encontradas las reliquias de los mártires.
La Legión Tebana estaba formada por soldados cristiano-coptos guiada por Mauricio, operaba en Mesopotamia y fue sucesivamente enviada a Europa Central para prestar asistencia militar a Maximiano en la defensa contra los bárbaros Cuados y Marcomanos con el objetivo de someter a las poblaciones locales. La campaña fue un éxito. Sin embargo, cuando Maximiano ordenó el exterminio de algunas poblaciones locales convertidas al cristianismo los soldados tebanos se negaron. Este rechazo, según el obispo de Lión Euquerio (464-450 aprox.), fue castigado con la decapitación de toda la legión, más de 6.000 soldados. También existen otras versiones, como por ejemplo que la legión tebana fue martirizada solo cuando se negaron a ofrecer sacrificios a los dioses paganos de Roma. Sin embargo, la veracidad de este martirio no es muy demostrable; probablemente la historia fue ‘inventada’ a finales del siglo IV, para convencer a los soldados romanos a convertirse al cristianismo. No obstante, se afianzó y tuvo mucho éxito para atraer a los peregrinos a la abadía.

Otra leyenda, ésta ligada al jarrón, y que empezó a propagarse entre los siglos XII y XIV, narra que San Martín de Tours (316-397) habría visitado la abadía para rendir honores al lugar en el que había sido esparcida la sangre de San Mauricio y su legión. San Martín pidió a los monjes una reliquia de San Mauricio, pero éstos se la negaron. Pese a esta negativa, San Martín clavó un cuchillo en el lugar donde fueron martirizados los mártires tebanos y, de forma milagrosa, brotó una gran cantidad de sangre. Esta sangre fue recogida en dos ampollas. Para hacer la historia aún más fantástica, la leyenda cuenta que, como no paraba de brotar, un ángel bajó del cielo y ofreció al santo un precioso recipiente en la que recogerla, indicando que tendría que dejarlo en la iglesia donde reposan los restos de los mártires. San Martín así lo hizo, dejó el jarrón con la sangre y el cuchillo. Volvió a la Galia y donó las ampollas de la sangre una a la catedral de Tours y otra a la de Angers. Lo cierto es que ni Suplicio Severo, biógrafo y discípulo de San Martín, ni Gregorio, obispo de Tours y sucesor de San Martín, hablan de esta visita del santo a la abadía de San Mauricio.
El primer testimonio de este supuesto viaje es una carta enviada por el rector de la catedral de Tours al arzobispo de Colonia, 1180 aproximadamente, en la cual confirma la veracidad del milagro del hallazgo de la sangre. En realidad la historia fue creada por la abadía de San Mauricio por el abad Rodolfo (1153-1169) en un momento en el que esta institución necesitaba ayuda para su reconstrucción después de las incursiones de los bárbaros que la habían destruido en parte. El abad Rodolfo y la comunidad de Agaune fueron en delegación a Tours para pedir dicha ayuda. En particular, se dirigieron al rey Luis VII, tratando de convencerlo con el argumento de que su generosidad sería recompensada por los mártires de Agaune. Está claro que la elección de San Martín como actor principal de la leyenda no es casual. San Martín es el patrono de la monarquía francesa y famoso por sus milagros. Además, era un santo militar, al igual que San Mauricio. Pero esta historia no fue plasmada en papel en la abadía de San Mauricio, sino que la pergeñaron los canónigos de Tours, como se ha comentado antes, cuando empezó a ser famosa.
Vamos ahora a nuestro jarrón. Es de ágata sardónica, esculpido y decorado con figuras humanas, trabajadas como si se tratara de un camafeo, y enriquecido con piedras preciosas montadas sobre esmaltes cloisonné y oro. La parte esculpida es de color marrón oscuro, entreverado de rojo-marrón, amarillo, y con capas blancas y grises. El conjunto crea efectos fantásticos. El escultor, con gran maestría, supo realzar la naturaleza de esta piedra y, al igual que en los camafeos, ha reservado las tonalidades claras para la piel de los personajes y las oscuras para la vestimenta.
La montura está formada por un pie cónico en oro, cubierto de gemas y de perlas, de factura merovingia. El cuello del jarrón tiene una montura similar, y todo el borde superior tenía restos de cera que recubría un trozo de pergamino y las tres/cuatro vueltas de cuerda que servían para sellar la ‘tapa’. Ésta era de pergamino y de cera con un sello actualmente ilegible, pero que podría remontarse al siglo XII. Falta el asa, rota en la base de la ‘barriga’ del jarrón y en la zona donde se juntaba con el cuello. Originariamente formaba toda una pieza con el objeto. El jarrón llegaría intacto al tesoro de la abadía y la montura podría ser la consecuencia de haberlo convertido en un jarrón sagrado.
Hay varios personajes esculpidos, que forman diferentes escenas de un mismo episodio: algunos han visto el regreso de Ulises a Ítaca; otros Aquiles en Esciros entre las hijas de Licomedes; otros más, un episodio de la guerra de Troya.
La riqueza del objeto sugiere que hubiera podido pertenecer a un alto dignitario, como por ejemplo a un miembro de la familia imperial. Habría sido un aguamanil y su modificación posterior habría sido llevada a cabo en correspondencia con su llegada a la abadía de San Mauricio, tal vez fuese un regalo del mismo príncipe Segismundo, que fue sucesivamente rey, el fundador de la abadía.
La abadía de San Mauricio alberga objetos de inestimable valor, dones recibidos durante los siglos de personajes ilustres. En 2014, en ocasión se du 1500 aniversario, presentó al público un nuevo espacio museal, donde se encuentran el sitio arqueológico y el Tesoro, que expone 40 fantásticas obras, como el Jarrón de San Martín, el aguamanil de Carlomagno o el cofre-relicario de Teodorico.
—-
Para saber más:
É. Aubert, Trésor de l’Abbaye de Saint-Maurice d’Agaune, Paris 1872; P. A. Mariaux. Objet de trésor et mémoire proejctive: le vase “de saint martin” onques faict par mains d’omme terrien, in Le Moyen Âge 2008/1 (Tome CXIV); P.A. Mariaux. L’Abbaye de Saint Maurice d’Agaune. Volume 2 – Le trésor, Infolio 2015