Il culto di Carlo Magno a Girona. Puoi leggere quest’articolo in italiano cliccando qui
En el siglo XIV, en el norte y centro de Europa, núcleo de los territorios del Sacro Imperio Romano Germánico, comenzó a cristalizarse una especie de culto a Carlomagno, oficializado a partir de 1330, cuando se definieron las prácticas litúrgicas necesarias para la celebración de dicho culto. Este hecho no pasó desapercibido para el obispo de Girona (Cataluña, España), Arnau de Montrodon (1333-1348), quien también tuvo la oportunidad de realizar varios viajes por Europa, incluso antes de ser nombrado obispo, cuando era un simple canónigo de la catedral. Pero para llevar este culto a Girona era necesario encontrar un vínculo entre Carlomagno y la ciudad. Así, en el año 1345, se elaboró el documento Officium infesto Sancti Carli Magni imperatoris et confessionis, basado en material extraído de leyendas locales que hablaban del papel del emperador en la construcción de varios templos en la provincia y de la ocurrencia de eventos extraordinarios cuando el emperador entró en la ciudad tras haber expulsado a los musulmanes. Este documento era indispensable, para nuestro obispo, para llevar a cabo su propósito.
Y así, el 29 de enero de 1345 instituyó una fiesta en honor a San Carlomagno, con celebración litúrgica, lectura de un sermón y solemne procesión. Se introdujo así un culto, basado en el hecho —claramente una leyenda— de que el emperador había fundado la catedral de la ciudad tras haber expulsado a los sarracenos en el siglo VIII, además de haber sido un paladín y defensor de la ortodoxia cristiana. Carlomagno fue canonizado por el antipapa Pascual III en 11651, aunque esta canonización nunca fue reconocida por la Iglesia oficial. El obispo Arnau, además, estableció un vínculo entre el culto y la veneración del emperador con las reliquias de la Pasión presentes en la catedral: una Espina de la Corona y un fragmento de la Vera Cruz. La fiesta en su honor, que se celebraba cada 29 de enero, fue oficialmente suprimida en 1483 por decreto papal. Pero en la catedral, de una manera u otra, se continuó celebrando la memoria del emperador mediante la lectura del sermón en recuerdo de sus gestas. Cuando incluso este acto fue prohibido (en 1884), en 1916 se le hizo representar en una de las nuevas vidrieras junto a otros santos.
A comienzos del siglo VIII, la península ibérica fue invadida por los musulmanes y los principales lugares de culto fueron transformados en mezquitas. En ese mismo siglo, los francos comenzaron la conquista de los territorios situados en la franja inmediatamente al sur de los Pirineos, incorporándolos al reino franco. Girona, en particular, fue conquistada por los francos en el año 785. Pero si, según la leyenda, fue el propio Carlomagno quien conquistó estos territorios arrebatándolos a los sarracenos, en realidad él nunca participó personalmente en esa conquista, ni mucho menos puso un pie en esa ciudad.
Sin embargo, Girona es una ciudad que durante siglos ha estado vinculada al emperador desde que se instituyó la fiesta anual en su honor, como se mencionó anteriormente. Y los testimonios que hablan del paso y breve estancia del emperador en esta ciudad siguen muy vivos en la memoria colectiva y presentes en varias obras de arte dentro de la catedral.
El templo primitivo, que los musulmanes transformaron en mezquita, fue nuevamente destinado al culto cristiano. La catedral, iniciada en el siglo XI en estilo románico, es actualmente el resultado de diversas intervenciones, por lo que en ella se encuentran presentes varios estilos arquitectónicos. El campanario románico del siglo XI es también conocido como la Torre de Carlomagno. Cuenta la leyenda que, en un frío día de invierno, el emperador decidió subir a la torre para contemplar el paisaje nevado. Pero al asomarse, Joyeuse (la Joyosa), su famosa espada, cayó desde la torre y se clavó en la tierra en el centro del claustro. La espada no pudo ser recuperada porque empezó a hundirse hacia el centro de la tierra… y aún sigue descendiendo, y cuando llegue al otro lado del globo, ¡la tierra se dividirá en dos provocando el fin del mundo!
Otro vestigio importantísimo que pretende demostrar el paso de Carlomagno por la ciudad es la famosa “Silla de Carlomagno”. Es lo suficientemente ancha como para que puedan sentarse dos personas. Según la leyenda, era la silla o trono utilizado por el emperador en la catedral y posee poderes especiales. Si se sienta una pareja, ésta se casará en el plazo de un año. En cambio, si se sienta una sola persona, nunca se casará. Por ello, en esta silla se hacía sentar a los seminaristas antes de su ordenación, garantizando así que mantendrían el celibato. En realidad, se trata de una cátedra episcopal del siglo XI. Está situada detrás del altar mayor de la catedral, en un lugar elevado al que se accede subiendo por una de las dos rampas de escaleras que se encuentran a ambos lados del altar. Es de mármol y está decorada con varios bajorrelieves de motivos vegetales y con cuatro medallones que simbolizan a los cuatro evangelistas. En los laterales están esculpidos unos arcos sostenidos por columnas, y en la parte trasera del respaldo se puede ver un obispo y dos acólitos, añadidos posteriormente.
A Carlomagno también lo encontramos representado en una clave de bóveda de la catedral: un personaje barbudo, coronado y rodeado de flores de lis, símbolo de la monarquía francesa.
En el museo-tesoro de la catedral, el emperador está representado en una estatua de alabastro policromado, realizada por Jaume Cascalls en el siglo XIV y encargada por el obispo Arnau de Montrodon. La figura pisa animales grotescos que simbolizan el mal. Esta escultura, hasta finales del siglo XIX, se encontraba en una de las capillas del templo, la capilla de los Cuatro Santos Mártires, en un altar dedicado a San Carolus Magnus, donde permaneció hasta 1884 (fecha también de la suspensión de la lectura del sermón), cuando fue retirada por orden episcopal y trasladada al museo. Le falta la mano derecha, que probablemente sostenía una miniatura de la catedral.
La capilla de los Cuatro Santos Mártires fue construida con los propios fondos del obispo Arnau de Montrodon. Los cuatro santos mártires, patronos de la ciudad, fueron martirizados durante las persecuciones de Diocleciano y, según la tradición, sus reliquias fueron llevadas por Carlomagno desde la iglesia de Santa María hasta la catedral. Sin embargo, la capilla que hoy les está dedicada fue construida por iniciativa del obispo Arnau y financiada por él mismo. Este la dedicó a San Carlomagno, consagrándole un altar y una estatua. Así logró hacer que el culto a los patronos de la ciudad conviviera con el del emperador. También el relicario donde se conservan las reliquias de estos mártires es de la misma época. En esta capilla se encuentra también el sepulcro del obispo y de su sobrino Bertran, quien también fue obispo.

¿Pero por qué tanto interés por parte de este obispo en instaurar y promover este culto? Porque era la plataforma ideal para construir un programa de exaltación ideológica y simbólica de esta sede episcopal. Una especie de herramienta propagandística para consolidar su prestigio frente a otros centros religiosos. Especialmente frente al intento de la vecina Ampurias de erigirse en sede episcopal, lo que habría supuesto una disminución del prestigio y poder de la sede de Girona. Esto fue algo que nuestro obispo logró evitar, precisamente porque supo demostrar un vínculo especial con una figura que en ese tiempo no solo había sido canonizada, sino que además había demostrado ser un protector especial de la ciudad, liberándola del yugo musulmán y fundando su catedral, además de haber traído a la ciudad importantísimas reliquias cristológicas. Y cuanto más importante es la sede, tanto más grande e importante es la imagen proyectada de quien la impulsó. También la capilla de los Cuatro Mártires fue construida para mayor gloria suya.
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1.- El antipapa Pascual III fue obligado por Federico Barbarroja, pero esta canonización nunca fue ratificada por la Iglesia Oficial. Lee también el artículo: Carlomagno: ¿un santo?










