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La corona di spine e la Sainte Chapelle                                                           Puoi leggere quest’articolo in italiano cliccando qui

sainte-chapelle-vidrierasLa corona de espinas no se encuentra entre las reliquias traídas por la Emperatriz Elena y tampoco la nombra la peregrina Egeria en su diario de viaje. Pero tenemos testimonios, a partir del siglo V, que confirman su veneración en Jerusalén en la iglesia de los Apóstoles en el Monte Sion, según nos cuenta el obispo Paulino de Nola que hizo un peregrinaje a Jerusalén en el 409, o Gregorio de Tours que la vio en esa ciudad en el 593.

En la segunda mitad el siglo XI fue llevada a Constantinopla por orden de la casa real de Bizancio para ser custodiada en la capilla de las reliquias de Nuestra Señora del Faro en el palacio Bukoleon. En 1171 fue mostrada por el emperador Manuel I Comneno al rey de los cruzados Amalrico I, según escribe Guillermo de Tiro, que acompañaba a Amalrico I. También el cronista de la IV Cruzada, Roberto de Clari1, confirmaba que esta reliquia aun se encontraba en el palacio real bizantino cuanto irrumpieron los cruzados. Describe las bellezas del palacio y la magnificencia de la capilla de las reliquias, donde se conservaban “dos fragmentos de la Vera Cruz, grandes como la pierna de un hombre,… después la lanza de hierro con la que abrieron el costado a Nuestro Señor, y los dos clavos con los que atravesaron sus manos y sus pies. En una ampolla de cristal había gran parte de su sangre. Y luego fue hallada la túnica con la que estaba vestido y que le había sido arrancada cuando fue llevado al Calvario. Después fue hallada la sagrada corona, que le había sido puesta en la cabeza y que constaba de espinas de caña, puntiagudas como cuchillos….

Durante la vergonzosa IV Cruzada, concluida en 1204 con el saqueo y expoliación de Constantinopla por parte de los mismos cruzados, fueros robadas las mayores obras de arte y muchas preciosas reliquias, con gran derramamiento de sangre. Los famosos cuatro caballos de bronce, del siglo V, que decoran la fachada de San Marcos en Venecia son una muestra de ello.

Esto marcó el inicio de la decadencia del Imperio Bizantino. Poco tiempo después, una situación económica extremadamente débil empujó al emperador latino de Constantinopla, Balduino II, a buscar dinero. Nadie le ayudó, pero sí lo hicieron algunas Vitrail_Florac_St_Louisreliquias que se habían salvado del saqueo. Entre éstas, la Corona de Espinas, que fue cedida a los venecianos como garantía de fuertes préstamos y sucesivamente rescatada por el rey de Francia, Luis IX (1214-70), santificado por Bonifacio VIII en 1299. Hombre profundamente religioso, buscaba desesperadamente un símbolo que legitimase su poder. Pagó una cifra astronómica para entrar en posesión de la Corona de Espinas de Cristo: 135.000 libras de oro, es decir la mitad del total de los gastos anuales de su reino. Si reportáramos la cifra a nuestros días, sería una cantidad muy superior al gasto en defensa de un estado moderno.

Luligi IX porta la corona di spineLa Corona de Espinas fue recibida en París con gran solemnidad en el año 1239. El rey la acogió con los pies descalzos llevando sólo una túnica de lino. De esa guisa, sujetando personalmente la reliquia y acompañado de su hermano Robert d’Artois, la llevó en procesión entre la muchedumbre que se arrodillaba a su paso. Pero la mayoría de las espinas o faltaban o se habían desprendido durante el transporte. Antes de esta fecha y a lo largo de los siglos, ya los emperadores de Bizancio habían regalado a papas y monarcas diferentes reliquias, y entre ellas también muchas espinas de la corona, como por ejemplo las ocho espinas regaladas por la emperatriz Irene a Carlomagno. Por este motivo la corona que llegó a París no estaba completa. Luis IX distribuyó las espinas que quedaban, unas setenta, a las mayores iglesias de Francia.

Inicialmente la reliquia fue depositada en la capilla de San Nicolás. Después, para custodiarla, Luis IX mandó construir la Sainte-Chapelle, obra maestra de la arquitectura gótica. Una fantástica estructura de dos niveles, tan liviana que parece desafiar las leyes de la gravedad con sus magníficas vidrieras que en el nivel superior sustituyen casi por completo a las paredes. Podríamos considerarla como un enorme reliquiario y en el año de su consagración, 1248, hospedó además de la Corona de Espinas, otras 21 importantes reliquias, todas traídas de Constantinopla, que se guardaron en un gran relicario giratorio, situado en el centro de la capilla superior. Su coste ascendió a 100.000 libras, suma que se añadió al coste de la reliquia y al de la capilla, este último sólo de 40.000 libras.

Corona spine

Lamentablemente la mayoría de las reliquias conservadas en la Sainte Chapelle se ha perdido como consecuencia de la Revolución Francesa. Incluido el relicario giratorio, que fue fundido. La Corona de Espinas fue puesta a salvo y se le hizo un nuevo relicario, en época napoleónica, que es el actual.

Hoy está bajo la custodia del capítulo parisino de los Caballeros del Santo Sepulcro y se expone todos los años cada viernes de cuaresma en la catedral de Notre Dame. Tal y como se presenta ahora no es más que un anillo, intacto, formados por juncos sujetos entre sí por otros juncos formando un haz, con un diámetro interior de 21 cm. Según Fleury2, una vez estudiada la reliquia y diferentes ramas de zarza que aun se conservan (como por ejemplo en Tréveris y Pisa), la Corona de Espinas no habría sido tal y como nos la presenta la iconografía cristiana, sino una suerte de casquete de espinas que cubría toda la cabeza como una cofia. Las ramas espinosas empezaban todas desde el anillo de juncos, que era la base del casquete y servía para entrelazar las ramas de zarza y para sujetarlas.

corona di spine

Las ramas pertenecían a la especie Zizyphus vulgaris-lam, conocido también como Zizyphus Spina-Christi. Es una tipo de zarza que puede alcanzar los 7 metros de altura y está muy difundido en el área de Jerusalén. Sus espinas son de diferentes tamaños, pudiendo llegar a un máximo de 5-7 cm.

Evidentemente el número de espinas de un casquete es mayor que el de una simple corona. Y considerando esto podríamos hacer la hipótesis que el número total de espinas no debería llegar al centenar. Pero ya en el siglo XIX Fleury hizo un censo de espinas conocidas distribuidas por el mundo y contó unas 200, aunque hoy se han contado más de 2.2003. Por una praxis bastante difundida, algunos objetos conseguían el ‘status’ de ‘reliquia’ después de haber sido puestos en contacto con una reliquia auténtica. En este caso, una espina no perteneciente a la corona, puesta en contacto con una auténtica, se convertía en auténtica, y por lo tanto objeto de devoción. Otras veces una reliquia se dividía en partes. Per aun así, ¿cómo han podido multiplicarse tanto?

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1) Roberto de Clari, La Conquista de Constantinopla – 2) Ch. Rohault de Fleury, Mémoire sur les Instruments de la passion de N.S.J.-C. Paris 1870 –  3) A. Menna, La corona di spine e le sue reliquie, San Casciano 2012.