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San Luis de los Franceses: ¡más allá del desmembramiento!

23 mercoledì Lug 2025

Posted by Nicoletta De Matthaeis in Artículos en español, Reliquie, Storia

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Acropolium, Cardinal Lavigerie, Carlos de Anjou, Catedral de Monreale, Luis IX de Francia, Margarita de Provenza, Mos Teutonicus, Museo Nacional de Cartago, Octava Cruzada, Padres Blancos, reliquias, Saint Denis, Sainte Chapelle, San Luis de los Franceses, Séptima Cruzada

San Luigi dei Francesi: altro che smembramento!!  Puoi leggere quest’articolo in italiano cliccando qui

Luis IX (1214-1270) fue un rey muy religioso, probablemente el más piadoso y devoto de todos los reyes de Francia. Es conocido, entre otras cosas, por haberse llevado a casa la Corona de Espinas y otras preciadas reliquias, y por haber mandado construir un templo digno para conservarlas: la Sainte-Chapelle, una obra sublime del arte gótico1.

Pero también fue protagonista de la Séptima y la Octava Cruzada. La Séptima Cruzada fue el resultado de una promesa que hizo el rey si sanaba de una grave enfermedad que sufrió en 1244, ya que justo ese año Jerusalén volvió a caer. Partió en 1248, llegando por mar a Egipto. Sin embargo, en 1250 fue hecho prisionero por los musulmanes, quienes lo retuvieron durante un mes, y fue liberado gracias a que su esposa, la reina Margarita de Provenza, pagó un alto rescate. Tuvo que regresar a casa sin haber logrado los objetivos esperados. No satisfecho, algunos años después lo intentó de nuevo: en 1269 partió para la Octava Cruzada. Esta vez decidió cambiar de estrategia: aconsejado también por su hermano Carlos de Anjou, en ese momento rey de Nápoles y Sicilia, desembarcarían en Túnez, donde reunirían las tropas y fondos necesarios para luego dirigirse a Egipto de manera más segura. Lo que no sabían era que en Túnez había una epidemia de disentería, y el mismo rey Luis IX fue contagiado, muriendo en pocos días. Fue en Cartago, el 25 de agosto de 1270.

– San Luis en su lecho de muerte. Les Chroniques de France ou de Saint-Denis, entre 1332 y 1350. Mahiet, Maître du Missel de Cambrai – Royal 16 G VI – f. 444v. British Library

Ahora el problema era cómo repatriar el cuerpo del rey, que por tradición debía ser sepultado en la iglesia de Saint-Denis en París, lugar destinado al descanso eterno de los reyes de Francia, como también era la voluntad de su hijo y sucesor, Felipe III el Atrevido. No era un problema menor, teniendo en cuenta que el viaje era larguísimo. Carlos de Anjou, por su parte, deseaba que fuera sepultado en la catedral de Monreale, en Sicilia (además muy cerca de Túnez), y así aumentaría su prestigio, al poder presumir de tener un santo más en su reino, que además era de su misma sangre. Y sí, todos desde hacía tiempo daban por hecho que Luis IX sería santificado.

 – Capilla dedicada a San Luis, erigida sobre la colina de Byrsa, Cartago, donde murió el rey. Fue demolida en 1950

Vista la diferencia de opiniones y las dificultades materiales para transportar el cuerpo tal cual, llegaron a un acuerdo de compromiso: para Francia, los huesos; para Monreale, las vísceras y la carne. En cuanto al corazón, hablaremos de él más adelante. Entonces tuvieron que recurrir al ‘Mos Teutonicus’, literalmente la “Costumbre Germánica”, que se utilizaba en Europa en la Edad Media justamente para transportar higiénicamente los cuerpos de personas de alto rango que morían lejos de su patria, mientras que los ingleses y franceses preferían la embalsamación. El proceso consistía en desmembrar el cuerpo, separar las vísceras y el corazón, y hervir los pedazos en agua y vino durante varias horas hasta que la carne se separara fácilmente de los huesos. Tanto la carne como los órganos internos podían ser enterrados de inmediato o conservados en sal, como la carne animal, si también se deseaba transportarlos2.

 – Ex catedral de Cartago, Túnez, ahora centro cultural, conocida con il nombre de Acropolium

Así que los huesos de nuestro devoto rey, bien limpios y relucientes, comenzaron el viaje hacia París, escoltados por una gran comitiva real. El 14 de noviembre de 1270 desembarcaron en Trapani para continuar el largo viaje que, atravesando el estrecho de Messina, debía recorrer toda Italia y parte de Francia. El cortejo fúnebre llegó a París el 21 de mayo de 1271. Los restos de Luis IX fueron expuestos en la catedral de Notre Dame y el 23 de mayo de 1271 se celebró el funeral en Saint-Denis.

 – Estatua del rey Luis IX. Museo Nacional de Cartago (Túnez)

Si ya antes de morir era ‘vox populi’ que el soberano sería canonizado, los milagros ocurridos durante el largo viaje de regreso a Francia no hicieron más que reforzar la idea generalizada de que realmente era un santo. De hecho, estos milagros comenzaron ya con la llegada de los restos a Sicilia —de los cuales la Santa Sede reconoció dos—, luego ocurrieron otros tres en el norte de Italia, y empezaron a multiplicarse en Saint-Denis. Pero a pesar de las fuertes presiones ejercidas tanto por la corona francesa como por diversas órdenes religiosas y el pueblo, la tan esperada canonización tardó 27 años, y fue anunciada solemnemente por Bonifacio VIII el 4 de agosto de 1297, y sancionada definitivamente el 25 de agosto, aniversario de su muerte. Un año después, el 25 de agosto de 1298, en Saint-Denis, en una ceremonia presidida por el rey Felipe IV (Felipe el Hermoso, hijo de Felipe III), los huesos del santo fueron depositados en un cofre relicario y colocados detrás del altar.

– Cenotafio del rey Luis IX. Museo Nacional de Cartago, Túnez

En la Edad Media, las reliquias eran consideradas grandes tesoros y muy a menudo se utilizaban como obsequios e incluso para sellar alianzas. Felipe el Hermoso envió muchas reliquias de su abuelo, grandes o pequeñas, a varias iglesias de Francia, sobre todo a la Sainte-Chapelle, donde en 1305 envió casi todo lo que quedaba de ellas, incluido el cráneo (importantísimo), a pesar de la oposición de los monjes de Saint-Denis, que no pudieron hacer nada frente a la imposición del papa, que avalaba la decisión del rey. Los monjes tuvieron que conformarse con los dientes y la mandíbula, y para dar un poco más de importancia a las reliquias que les quedaban, mandaron construir un hermoso relicario que fue inaugurado solemnemente en 1307. Con el paso de los años, muchas partes de los huesos fueron donadas en pequeños fragmentos, también por reyes posteriores, a diversos monarcas europeos —como por ejemplo a Carlos IV (gran coleccionista de reliquias3)— o a monasterios de diferentes congregaciones religiosas. Así continuó hasta la Revolución Francesa, y las pocas reliquias que quedaban fueron dispersadas o destruidas. Solo se salvaron las que se conservaban en Saint-Denis y, naturalmente, las de Monreale.

– Altar dedicado a Luis IX, donde fueron depositadas las vísceras del rey. Catedral de Monreale, transepto izquierdo

En cuanto al corazón, hubo quienes sostenían que había sido llevado a París junto con los huesos y luego a Notre Dame junto con el cráneo; otros, en cambio, creían que había permanecido en la catedral de Monreale junto con las vísceras, en el altar dedicado al santo, situado en el transepto izquierdo. Luego, en 1803, se encontró en la Sainte-Chapelle una caja de plomo que contenía otra caja, en forma de corazón, con un corazón humano envuelto en una tela de lino, que fue atribuido inmediatamente al santo. Sin embargo, el hallazgo no fue hecho público. Se mandó hacer otra caja de estaño y el corazón fue devuelto al lugar donde se había encontrado, ya que la situación política aún no era “favorable”. Algunas décadas después, en 1843, durante unos trabajos, la caja fue hallada de nuevo. Esta vez se realizaron investigaciones minuciosas, pero se demostró que el corazón encontrado no podía atribuirse al rey.

– Relicario que contenía las vísceras del rey Luis IX. Tesoro de la catedral de San Vicente de Paúl y Santa Oliva, Túnez. el relicario, alto 2,20 m., es de bronce dorado. Los dos ángeles sostienen una miniatura de la Sainte Chapelle, que custodiaba las reliquias del rey.

Las vísceras (y por tanto también el corazón), como se mencionó antes, fueron llevadas a Monreale por Carlos de Anjou y permanecieron allí hasta 1860, cuando Garibaldi y sus Mil desembarcaron en Sicilia y expulsaron al último rey Borbón, Francisco II de las Dos Sicilias. Este se llevó consigo las preciosas vísceras durante su exilio por Europa: Roma, Múnich, Bélgica, Francia, Austria… Murió en el Tirol austriaco en 1894. Sin embargo, dejó las reliquias al cardenal Lavigerie, fundador de los Padres Blancos, con el deseo de que fueran llevadas a su catedral de Cartago, de modo que regresaran al lugar desde donde el rey partió hacia su última morada. Las vísceras del rey, a las que el cardenal añadió una pequeña parte del cráneo, fueron colocadas en un magnífico relicario realizado por un orfebre de Lyon y llevadas de nuevo a Túnez por el mismo Lavigerie.

– Relicario que contiene las vísceras y un fragmento del craneo del rey Luia IX. Catedral de Versailles

Esta catedral, dedicada a San Luis y construida entre 1884 y 1890, desde 1964 ya no está destinada al culto y actualmente se utiliza como sala para conciertos y otras actividades culturales; también es conocida con el nombre de Acropolium. No lejos de la catedral ya existía una capilla dedicada al rey santo, construida en 1845 en la colina de Byrsa, en el lugar donde murió. La capilla fue edificada con el propósito de celebrar la memoria del rey cada 25 de agosto, fecha de su muerte, y también como lugar de oración para los marineros franceses. La capilla fue definitivamente cerrada en 1943 y demolida en 1950. Pero el recuerdo de este rey está siempre muy presente en Túnez. De hecho, en el jardín del Museo Nacional de Cartago, que se encuentra junto a la catedral, en el lugar que anteriormente ocupaba el seminario de los Padres Blancos, se puede ver el cenotafio de San Luis y también una estatua dedicada a él.

 – Catedral de Monreale. Altar de plata de Luigi Valadier (1771). San Luis IX es el primero de la izquierda, seguido por San Castrense, San Pablo, San Pedro, San Benito de Nursia y Santa Rosalía.

En 1964, las reliquias del rey fueron llevadas a la iglesia de Santa Juana de Arco de Túnez, donde permanecieron hasta 1985, año en el que el arzobispo de la ciudad las donó al obispo de Saint-Denis, quien las depositó en el oratorio episcopal. En 1999, las reliquias realizaron otro viaje: fueron llevadas a Saint Louis, Misuri, para ser expuestas a la veneración de los fieles estadounidenses. En 2011 fueron trasladadas a la catedral de Saint Louis de Versalles, parroquia originaria del rey, donde se encuentran actualmente.

El valioso relicario, que quedó vacío en Túnez desde 1996, está expuesto en el tesoro de la catedral de San Vicente de Paúl y Santa Oliva, la actual catedral católica de Túnez.

En la catedral de Monreale, el recuerdo del rey santo está siempre presente, no solo con el ya mencionado altar del transepto izquierdo a él dedicado y con una de las estatuas del altar mayor que representa a este rey, sino también porque cada 25 de agosto se celebran actos en sufragio de San Luis IX, Rey de Francia, en conmemoración de su muerte.

—-

1. Invito a la lectura del artículo “La corona de Espinas y la Sainte Chapelle”

2. El Mos teutonicus fue abolido por el papa Bonifacio VIII en 1300 mediante su bula De sepulturis

3. Invito a la lectura del artículo ‘Los soberanos coleccionistas de reliquias’

4. Según el sitio oficial de la Catedral de Monreale, las reliquias del rey (las vísceras y el corazón) se encontrarían en una caja-relicario dentro del altar de la capilla que le está dedicada.

Para saber más:

–  J. Le Goff, “Nous irons à Jérusalem!” Saint Louis sur son lit de mort à Tunis, 1270 , en : P. Gueniffey, Les derniers jours des rois, Perrin, Paris 2014

–   V. Lucherini, Smembrare il corpo del re e moltiplicare le reliquie del santo: il caso di Luigi IX di Francia, en: CONVIVIUM. – ISSN 2336-3452. – I:1(2014), pp. 88-101.

San Luigi dei Francesi: altro che smembramento!!

29 sabato Lug 2023

Posted by Nicoletta De Matthaeis in Reliquie, Storia

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Acropolium, Cardinale Lavigerie, Carlo d’Angiò, Cattedrale di San Vincenzo di Paola e Sant'Olivia, Duomo di Monreale, Luigi IX di Francia, Margherita di Provenza, Mos Teutonicus, Museo Nazionale di Cartagine, Ottava Crociata, Padri Bianchi, Reliquie, Saint Denis, Sainte Chapelle, San Luigi dei Francesi, Settima Crociata

San Luis de los Franceses: ¡Más allá del desmembramiento! Puedes leer este artículo en español abriendo este enlace

Luigi IX (1214-1270) fu un re molto religioso, probabilmente il più pio e devoto di tutti i re di Francia. È noto, fra l’altro, per essersi portato a casa la Corona di Spine ed altre preziose reliquie e per aver fatto costruire un tempio degno di conservarle, La Sainte Chapelle, un’opera sublime dell’arte gotica1.

Ma fu anche protagonista della Settima e dell’Ottava Crociata. La Settima Crociata fu il risultato di un voto che fece il re se fosse guarito da una grave malattia avuta nel 1244, perché proprio in quell’anno ci fu una nuova caduta di Gerusalemme. Partì nel 1248 arrivando per mare in Egitto. Però nel 1250 fu fatto prigioniero dai musulmani che lo trattennero per un mese e fu liberato grazie a che la sua consorte, la regina Margherita di Provenza, pagò un forte riscatto, e dovette tornarsene a casa senza aver ottenuto i risultati previsti. Non soddisfatto, qualche anno più tardi ci riprovò: nel 1269 partì per l’Ottava Crociata. Questa volta decise di cambiare strategia: consigliato anche da suo fratello Carlo d’Angiò, in quel momento re di Napoli e Sicilia, sarebbero sbarcati in Tunisia dove avrebbero riunito le truppe e i fondi necessari, potendo così muoversi alla volta dell’Egitto in modo più sicuro. Quello che non sapevano è che in Tunisia c’era un’epidemia di dissenteria e lo stesso re Luigi IX ne fu contagiato, morendo in pochi giorni. Fu a Cartagine, il 25 agosto 1270.

– San Luigi sul letto di morte. Les Chroniques de France ou de Saint-Denis, fra il 1332 e il 1350. Mahiet, Maître du Missel de Cambrai – Royal 16 G VI – f. 444v. British Library

Adesso il problema era come rimpatriare il corpo del re che, per tradizione, doveva trovare la sua sepoltura nella Chiesa di Saint Denis di Parigi, luogo destinato al riposo eterno dei re di Francia, come del resto era volontà di suo figlio e successore, Filippo III l’Ardito. Non era un problema da poco, tenendo presente che il viaggio era lunghissimo. Carlo d’Angiò, da parte sua, desiderava che fosse sepolto nel duomo di Monreale, Sicilia (fra l’altro molto vicino alla Tunisia), e così avrebbe accresciuto il suo prestigio, vantando di tenere un santo in più nel suo regno, che oltretutto era del suo stesso sangue. Eh già, tutti ormai da tempo davano per scontato che Luigi IX sarebbe stato santificato.

– Cappella dedicata a San Luigi eretta sulla collina di Byrsa, Cartagine, dove morì il re. Fu demolita nel 1950

Vista la differenza di opinioni e le difficoltà materiali per portare via il corpo così com’era, arrivarono a un accordo di compromesso: per la Francia le ossa e per Monreale le viscere e la carne. In quanto al cuore, ne riparleremo più avanti. Dovettero quindi ricorrere al ‘Mos teutonicus’, letteralmente il ‘Costume Germanico’, che veniva utilizzato in Europa nel Medioevo per trasportare igienicamente i corpi di persone di alto rango quando morivano in terre lontane dalla loro patria, mentre gli inglesi ed i francesi preferivano l’imbalsamazione. Il processo consiste nello smembrare il corpo, separare le viscere ed il cuore, e far bollire i pezzi con acqua e vino per diverse ore fino a che la carne non si separa facilmente dalla ossa. Sia la carne che gli organi interni potevano essere seppelliti immediatamente o conservati sotto sale allo stesso modo della carne animale, nel caso volessero essere anch’essi trasportati2.

– Ex cattedrale di Cartagine, Tunisia, ora centro culturale, conosciuta con il nome di Acropolium

Quindi le ossa del nostro devoto re, ben lustre, cominciarono il viaggio verso Parigi, scortate da un gran corteo reale. Il 14 novembre 1270 sbarcarono a Trapani per continuare il lungo viaggio che, attraversando lo stretto di Messina, doveva percorrere tutta l’Italia e parte della Francia. Il corteo funebre arrivò a Parigi il 21 maggio 1271, le spoglie di Luigi IX furono esposte nella cattedrale di Notre Dame e il 23 maggio si celebrò il funerale a Saint Denis.

– Statua del re Luigi IX. Museo Nazionale di Cartagine (Tunisia)

Se già prima di morire era ‘vox populi‘ che il sovrano sarebbe stato santificato, i miracoli avvenuti durante il lungo viaggio di ritorno in Francia non fecero altro che rafforzare l’idea generalizzata che fosse davvero un santo. Infatti questi cominciarono già dall’arrivo delle spoglie in Sicilia -dei quali la Santa Sede ne riconobbe due-, poi ce ne furono altri tre nel nord Italia e poi cominciarono a moltiplicarsi a Saint Denis. Ma nonostante le forti pressioni esercitate sia dalla corona di Francia che da diversi ordini religiosi e dal popolo, la desiderata canonizzazione tardò 27 anni, e fu annunciata solennemente da Bonifacio VIII il 4 agosto 1297, sancita definitivamente il 25 agosto, anniversario della sua morte. Un anno dopo, il 25 agosto 1298, in Saint Denis, in una cerimonia presieduta dal re Filippo IV , (Filippo il Bello, figlio di Filippo III) le ossa del santo furono depositate in un cofanetto reliquiario e sistemate dietro l’altare.

– Cenotafio del re Luigi IX. Museo Nazionale di Cartagine, Tunisia

Nel Medioevo le reliquie erano considerate dei grandi tesori, e molto spesso venivano utilizzate per farne dei doni e addirittura per sancire alleanze. Filippo il Bello mandò molte reliquie di suo nonno, grandi o piccole, a diverse chiese di Francia, soprattutto alla Sainte Chapelle, dove nel 1305 mandò quasi tutto quello che restava delle stesse, incluso il cranio (importantissimo), nonostante l’opposizione dei monaci di Saint Denis che però non poterono far niente contro l’imposizione del papa che avallava la decisione del re. I monaci si dovettero accontentare dei denti e della mandibola e, per dare un po’ più di importanza alle reliquie che erano rimaste loro, fecero costruire un bel reliquiario inaugurato solennemente nel 1307. Con il passare degli anni molte parti delle ossa furono donate a piccoli pezzi, anche dai successivi sovrani, a vari regnanti europei, come per esempio a Carlo IV (grande collezionista di reliquie3), o a monasteri di diverse congregazioni religiose. E così andò avanti fino alla Rivoluzione Francese e le poca ossa rimaste furono disperse o distrutte. Si salvarono solo quelle conservate a Saint Denis e, naturalmente, le reliquie di Monreale.

-Altare dedicato a Luigi IX, dove furono risposte le viscere del re. Duomo di Monreale, transetto sinistro

In quanto al cuore, c’era chi sosteneva che fosse stato portato a Parigi insieme alle ossa e poi a Notre Dame insieme al cranio, e chi invece che fosse rimasto nel duomo di Monreale insieme alle viscere, nell’ altare dedicato al santo, situato nel transetto sinistro. Poi nel 1803 fu ritrovata nella Sainte Chapelle una scatola di piombo al cui interno si trovava un’altra scatola, a forma di cuore, contenente un cuore umano avvolto in una tela di lino che fu subito attribuito al santo: ma il fatto non fu reso pubblico. Si fece fare un’altra scatola di stagno e il cuore fu riposto dove era stato trovato perché la situazione politica non era ancora ‘favorevole’. Qualche decennio più tardi, nel 1843, nel corso di alcuni lavori la scatola venne di nuovo rinvenuta. E questa volta vennero fatte delle minuziose indagini che però dimostrarono che il cuore trovato non poteva essere attribuito al re.

– Reliquiario che conteneva le viscere del re Luigi IX. Tesoro della cattedrale di San Vincenzo di Paola e Sant’Olivia, Tunisi. Il reliquiario, alto 2,20 m., è di bronzo dorato. I due angeli sostengono una miniatura della Sainte Chapelle, nella quale erano riposte del reliquie del re.

Le viscere (e quindi anche il cuore), come accennato prima, che vennero portate a Monreale da Carlo d’Angiò vi rimasero fino al 1860, quando Garibaldi con i suoi Mille sbarcarono in Sicilia e cacciarono l’ultimo re Borbone, Francesco II delle Due Sicilie. Questi portò via con sé le preziose viscere nel suo esilio attraverso l’Europa: Roma, Monaco, Belgio, Francia, Austria… Morì nel Tirolo austriaco nel 1894. Però lasciò le reliquie al cardinale Lavigerie, fondatore dei Padri Bianchi, con il desiderio che fossero portate alla loro cattedrale di Cartagine in modo che ritornassero nel luogo dove il re partì per la sua ultima dimora. Le viscere del re, alle quali il cardinale aggiunse una piccola parte del cranio, furono depositate in un magnifico reliquiario (due angeli che sostengono una miniatura della Sainte Chapelle) fatto da un orafo di Lione e riportate in Tunisia dallo stesso Lavigerie.  

– Reliquiario contenente le viscere e un pezzo del cranio del re Luigi IX. Cattedrale di Versailles

Questa cattedrale, dedicata a San Luigi e costruita tra il 1884 e il 1890, dal 1964 non è più dedicata al culto e viene attualmente utilizzata come sala per concerti ed altre attività culturali; è anche conosciuta con il nome di Acropolium. Non lontano dalla cattedrale già esisteva una cappella dedicata al re santo, costruita nel 1845 sulla collina di Byrsa, sul luogo dove morì. La cappella fu costruita con il proposito di celebrare la memoria del re ogni 25 agosto, data della sua morte, e anche come luogo di preghiera per i marinai francesi. La cappella fu definitivamente chiusa nel 1943 e demolita nel 1950. Ma il ricordo di questo re è sempre molto presente in Tunisia. Infatti, nel giardino del Museo Nazionale di Cartagine, che si trova presso la cattedrale, sul luogo occupato in precedenza dal seminario dei Padri Bianchi, è visibile il cenotafio di San Luigi e anche una statua a lui dedicata.

– Duomo di Monreale. Altare argenteo di Luigi Valadier (1771). San Luigi IX è il primo a sinistra, seguito da San Castrense, San Paolo, San Pietro, San Benedetto da Norcia e Santa Rosalia.

Nel 1964 le reliquie del re furono portate nella chiesa di Santa Giovanna d’Arco di Tunisi dove rimasero fino al 1985, data in cui l’arcivescovo della città ne fece dono al vescovo di Saint Denis che le depositò nell’oratorio episcopale. Nel 1999 le reliquie fecero un altro viaggio: furono portate a Saint Louis, Missouri, per essere esposte alla venerazione dei fedeli americani. Nel 2011 furono portate alla cattedrale di Saint Louis di Versailles, parrocchia originaria del re, dove si trovano attualmente.

Il prezioso reliquiario portato dal cardinale Lavigerie, rimasto a Tunisi, vuoto, dal 1996, è esposto nel tesoro della cattedrale di San Vincenzo di Paola e Sant’Oliva, l’attuale cattedrale cattolica di Tunisi.

Nel duomo di Monreale, il ricordo del re santo è sempre presente, non solo con il già citato altare del transetto sinistro a lui dedicato e con una delle statue dell’altare maggiore, opera di Valadier, che rappresenta questo re, ma anche perché Il 25 agosto di ogni anno si svolgono le celebrazioni in suffragio di S. Luigi IX Re di Francia, nella ricorrenza della sua morte4.

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  1. Invito alla lettura dell’articolo “La corona di Spine e la Sainte Chapelle“
  2.  Il Mos teutonicus  fu abolito dal papa Bonifacio VIII nel 1300 attraverso la sua bolla De sepulturis
  3. Invito alla lettura dell’articolo ‘I sovrani collezionisti di reliquie’
  4. Secondo il sito ufficiale del Duomo di Monreale, le reliquie del re (viscere e cuore) si troverebbero in una cassetta reliquiario all’interno dell’altare della cappella a lui dedicata.

Per saperne di più:

  • J. Le Goff, “Nous irons à Jérusalem!” Saint Louis sur son lit de mort à Tunis, 1270 , in : P. Gueniffey, Les derniers jours des rois, Perrin, Paris 2014
  • V. Lucherini, Smembrare il corpo del re e moltiplicare le reliquie del santo: il caso di Luigi IX di Francia, in: CONVIVIUM. – ISSN 2336-3452. – I:1(2014), pp. 88-101.

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