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I sovrani collezionisti di reliquie                                                                     Puoi leggere quest’articolo in italiano cliccando qui

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El afán de coleccionar reliquias por parte de muchos soberanos occidentales podría considerarse como una especie de emulación de los soberanos bizantinos cuyas colección de reliquias, junto con muchos otros tesoros, era bien conocida. Y no sólo esto. Coleccionar ‘fragmentos de santidad’, en el caso de un rey cristiano era como querer manifestar al mundo entero la profunda devoción religiosa y presentarse como un paladín de la fe. Además, la posesión de reliquias importantes confería un status de privilegio a la vez que garantizaba una protección especial.

En determinadas épocas algunos soberanos competían en el arte de coleccionarlas. Es el caso, por ejemplo, de Luis IX de Francia (1240-70) conocido también como S. Luis de los Franceses, del que hemos hablado en otro artículo, y de Enrique III de Inglaterra (1207-72), soberanos coetáneos que reinaron en el tiempo de las últimas cruzadas, período en el que el imperio bizantino se estaba desmoronando y sus riquezas eran saqueadas.

Statue of Louis IX- Lower Chapel- Sainte-ChapelleHemos visto cómo Luis IX supo aprovechar un momento de debilidad de Balduino II, emperador latino de Constantinopla, para llevarse a casa la Corona de Espinas y otras reliquias, aunque a un precio muy elevado. Y de forma similar a los soberanos de Bizancio, que conservaban las reliquias y otros tesoros en la capilla de Nuestra Señora del Faro que se hallaba dentro del palacio real de Constantinopla, mandó construir la Sainte Chapelle.

Este gran interés de Luis IX por las reliquias tuvo un competidor en la persona de Enrique III de Inglaterra quien intentó dotar la Abadía de Westminster de por lo menos tantas reliquias como las que tenía el rey francés. Su primer lugar de búsqueda fue Tierra Santa, aprovechando también el vínculo que tenía con los Caballeros Hospitalarios, una orden militar que tenía la misión de cuidar y proteger a los peregrinos que allí llegaban.

Entre 1234 y 1235 Enrique consiguió tener, entre otras, algunas reliquias de la Puerta de Oro de la ciudad de Jerusalén pertenecientes a la época del segundo templo (el primero, el de Salomón, fue destruido por Nabucodonosor en el siglo VI a.C). Según la tradición, delante de esta puerta tuvo lugar el encuentro entre San Joaquín y Santa Ana, los padres de la Virgen, y se dice que Jesús la escogió para entrar en la ciudad el domingo de Ramos.

Entre la colección de reliquias de Enrique III había algunas del Santo Sepulcro, del Calvario, del altar de la Presentación de Cristo en el Templo y hasta de la Zarza Ardiente en la que entró Moisés en el Monte Sinaí para hablar con Dios, después de quitarse las sandalias.

Enrico III porta l'ampolla con il Sacro Sangue all'Abbazia di Westminster. (Chronica majora Matthew Paris)

Enrique III lleva la ampolla con la Sagrada Sangre a la Abadía de Westminster. (Chronica majora Matthew Paris)

Pero la reliquia más preciosa en su poder, que podía competir con la Corona de Espinas de Luis IX, era la Sagrada Sangre, es decir la Sangre de Cristo derramada durante la crucifixión, que algunos consideraban incluso más preciosa que la Corona de Espinas, ya que el valor de esta última reside en el hecho que estuvo en contacto con la sangre de Cristo. Enrique, para obtenerla, negoció con el patriarca de Jerusalén quien le pidió organizar una nueva cruzada.

Tuvieron el cuidado de hacer que llegara a Londres inmediatamente antes de la inauguración de la Sainte Chapelle de París, es decir en 1247, y fue recibida en Westminster con los debidos honores. Enrique llevó en procesión la ampolla de cristal con la Sangrada Sangre desde la catedral de Saint Paul a la abadía de Westminster. A pesar de ello, esta reliquia nunca tuvo la misma fama que la Corona de Espinas, probablemente porque no consiguió atraer a un número suficiente de peregrinos, los cuales preferían otra reliquia de la Sagrada Sangre custodiada en la, también británica, abadía di Hailes(1). Sin contar que también en otros lugares de la cristiandad, como por ejemplo, Brujas o Mantua, se conservaban otras más famosas reliquias de la Sagrada Sangre, como ya he comentado en otro artículo.

Pero estos dos soberanos no fueron los únicos ‘coleccionistas’ de reliquias.

Karl_IV_HRRCon cerca de un siglo de diferencia, y después de que la canonización de Luis IX lo convirtiera en un símbolo y prototipo de rey cristiano, otro soberano tomó su ejemplo. Es el caso de Carlos IV (1316-78), emperador del Sacro Romano Imperio. Fue educado en París en la corte de los Capetos y vivió en primera persona el ambiente y la veneración que había alrededor de las reliquias de la pasión en la Sainte Chapelle. A partir de 1340 empezó a dotar de reliquias la capilla de su palacio y esta actividad se acentuó a partir de cuando fue proclamado emperador. En el 1350 las reliquias llegaron a Praga donde se exponían públicamente. Sucesivamente mandó construir la fortaleza de Karlstejn, una ciudadela fortificada cerca de esta ciudad y con el fin de custodiarlas (junto con las joyas de la corona) en el complejo de la fortaleza creó la capilla de la Santa Cruz, dedicada a la Pasión de Cristo, que quiso competir en belleza con la Sainte Chapelle. Esta capilla también estaba considerada como un gran relicario.

La capilla aun se conserva intacta: y como para recrear la Jerusalén celeste descrita en el Apocalipsis de San Juan (Ap 21, 15-22) la bóveda está recubierta de pan de oro karlstejn castello icuajado de gemas de cristal y el zócalo, largo como todo el perímetro y alto más de un metro, está constelado de ágatas, amatistas, diaspros y cornalinas, incrustados en estuco dorado. Sobre las paredes por encima del zócalo hay 137 tablas pintadas que representan a los apóstoles, ángeles y santos obra del maestro de corte de Carlos, Teodorico de Praga, que a su vez son relicarios. De hecho, los marcos de estas tablas contienen una reliquia del santo representado. Cerca del altar se conservaban las reliquias más importantes, las ligadas a la pasión de Cristo. La visita de esta capilla es posible sólo con reserva, y no es demasiado fácil, pero merece la pena.

Cappella Santa Croce

Para terminar, mencionaremos otros grandes soberanos coleccionistas de reliquias: Federico III de Sajonia, el Sabio (1463-1525), Felipe II de España (1527-1598) y Carlomagno (745 aprox. -814), que han sido objeto de otros artículos en este blog.

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(1) – Posteriormente destruida por orden de Enrique VIII