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Tommaso Becket e la Ragion di Stato.                                                           Puoi leggere quest’articolo in italiano cliccando qui

Reliquiario Becket

Entre los siglos XII y XVI Canterbury fue una de las mayores metas de peregrinación. Los peregrinos llegaban de todos los rincones de Inglaterra y también de muchos lugares del Norte de Europa para venerar las reliquias de Tomas Becket, arzobispo de Canterbury desde el año 1163 al 1170.

Assassinio Becket 1

Tomás era un joven que había sido educado en el ámbito de la Iglesia, inteligente y culto. Pronto se convirtió en amigo y hombre de confianza del rey Enrique II (1133-1189) quien le nombró Canciller, por lo tanto era su ministro más importante. Enrique necesitaba una persona que le ayudara a luchar contra los privilegios de la Iglesia que, en su opinión, socavaban su autoridad. Tomás permaneció fiel al rey en esta misión en la cual Tommaso Becketse distinguió. Más tarde, cuando en 1162 murió el obispo de Canterbury, Teobaldo, el rey pensó que Tomás podía sustituirlo y, de esta manera, contar con un gran aliado que continuara defendiendo los intereses de la corona, tal y como lo había hecho hasta entonces.

Fue ordenado de prisa para poder ser sucesivamente consagrado obispo. Llegado a este punto Tomás, siendo ahora un miembro de la Iglesia, decidió que su papel era el de servir a la Iglesia, con gran decepción del rey.

El Thomas_Becket3problema más espinoso era el de los tribunales eclesiásticos. El rey consideraba que el clero tenía que estar sujeto a las mismas leyes a las que estaban sometidos los laicos y sobre todo había que evitar el ‘beneficio del clero’. En este sentido promulgó las Constituciones de Clarendon que Becket se negó a aplicar. Este hecho provocó una ruptura entre los dos personajes y por lo tanto entre los dos poderes.

Numerosas presiones e injurias obligaron a Becket a exiliarse a Francia, donde permaneció seis años. Durante este período sus tierras fueron saqueadas por una familia de nobles locales, los De Broc. En su ausencia se celebró la ceremonia de coronación del hijo de Enrique II (Enrique el Joven), y fue el obispo de York quien administró la unción, junto con los obispos de Londres y Salisbury que se habían puesto en su contra. Esto provocó una fuerte reacción por parte de Becket porque la unción de un rey era prerrogativa del obispo de Canterbury. Su desaprobación fue interpretada como una maniobra para obstaculizar el proceso se sucesión.

Un intento de reconciliación por parte del rey, que contó con la mediación del papa Alejandro III, consiguió que Becket volviera a Inglaterra. Pero a pesar de la triunfal acogida por parte de sus seguidores, su vida después del regreso fue todo menos fácil y las tensiones entre las dos corrientes llegaron a niveles muy altos. Fue entonces cuando cuatro barones, Reginald FitzUrse, William de Tracy, Hugh de Morville y Richard Brito decidieron actuar, ayudados por los De Broc.

Vetrata Becket

El 29 de diciembre de 1170 junto con un pelotón de soldados armados rodearon Canterbury. Entraron en el palacio con doce caballeros e intimaron a Tomás que reconsiderase su postura y que pidiera perdón al rey. Becket se negó y los barones salieron para volver armados. Mientras tanto Becket se había desplazado a la catedral, dejando voluntariamente las puertas abiertas. Hubo un violento intercambio de insultos que degeneró en una agresión mortal al arzobispo. Un primer golpe de espada cayó sobre su cabeza. Dos golpes más en la cabeza acabaron con él. Le truncaron la parte superior del cráneo y sus sesos se esparcieron en el suelo. Después los asesinos saquearon el palacio.

Enseguida alrededor del cuerpo de Tomás se congregaron muchas personas que, intuyendo que se encontraban delante de un nuevo mártir, intentaron coger lo que pudieron. Se embadurnaron la cara y los ojos con su sangre, la recogieron en pequeños recipientes o empaparon con ella jirones de tela. Sus vestiduras y palio también fueron empapados con su sangre y regalados a los pobres. Y por miedo a posibles profanaciones y robos los monjes enterraron sus restos sin demora.

La noticia de su asesinato se difundió rápidamente por toda Europa e inmediatamente Tomás Becket fue considerado un mártir de la fe sobre todo por parte de quien defendía los derechos de la Iglesia frente a los del Estado. Lo primeros milagros no se hicieron esperar. Un sin fin de enfermos se curaron con el contacto Mosaico Becketde la sangre del arzobispo. Pocos meses después los peregrinos empezaron a afluir en masa. Los milagros estaban a la orden del día y eran registrados en un grueso libro de pública lectura. La lista era tan larga (más de cuatrocientos) que el prior de Canterbury envió una petición de canonización al papa. Para el papa Alejandro III fue esta una gran oportunidad de santificar un personaje que había sido el símbolo de la lucha de la Igesia contra el Estado y un magnífico pretexto para humillar al rey Enrique II. Becket fue canonizado en 1173. Todo ello se volvió en contra de Enrique quien incluso recibió el interdicto del papa, obligándolo a hacer concesiones a la Iglesia. Sólo después de que Enrique visitara en peregrinación y en penitencia la tumba de Becket hubo cierta reconciliación con la Iglesia.

En menos de diez años el culto del santo se difundió rápidamente y le fueron dedicadas muchas iglesias en toda Europa. En la catedral de Monreale en Sicilia, por ejemplo, podemos admirar a Becket retratado en un magnífico mosaico.

Catteddrale canterburyLa antigua catedral de Canterbury pronto fue considerada como inadecuada y, aprovechando el hecho de que un incendio destruyera parte del coro, se construyó una nueva, terminada en 1220, en el estilo que acaba de nacer en Francia, el gótico, del cual Canterbury fue el primer ejemplo en Inglaterra. El coste de la nueva catedral fue inmenso pero los ingresos, que derivaban sobre todo de las ofertas de los peregrinos, también lo eran. Trescientos años después, el embajador de Venecia contó, a raíz de una visita a Canterbury, que la tumba del santo estaba cubierta de oro que a su vez era poco visible debajo de la gran cantidad de piedras preciosas.

Pero la peregrinación a Canterbury tenía los días contados. Enrico VIIIEnrique VIII (1491-1547) en su lucha abierta contra la Iglesia de Roma, para ejercer el control sobre las instituciones religiosas ordenó la supresión de los monasterios y la expoliación de los santuarios.

¿Cuál era, pues, el santuario símbolo de la resistencia de la Iglesia al poder del Estado? Además, la inmensa riqueza del santuario de Canterbury alimentaba la codicia del soberano. Por lo tanto, Enrique VIII abrió un proceso póstumo a Becket declarándolo públicamente un traidor. En 1538 el tesoro fue confiscado y sus huesos públicamente incinerados. En realidad fueron sepultados de cualquier manera. Un decreto posterior dispuso que no podía existir nada que recordase al ex santo ni los objetos a él asociados.

La muerte de Tomás Becket está relatada en la magnífica obra de teatro de T.S. Eliot ‘Asesinato en la catedral’.

En lo que a las reliquias se refiere, sólo puedo decir que en Roma, en el tesoro de la basílica de Santa María la Mayor se conservan su túnica ensangrentada, parte de un brazo y el cerebro, pero desconozco las circunstancias de cómo llegaron a la Ciudad Eterna.