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Certaldo, Cisma, Decameron, Fray Bernardino de Siena, Fray Cebolla, Giovanni Boccaccio, Jerusalén, Non-me-blasméis-si-os-place, pluma arcángel Gabriel, Reforma, Reliquias imposibles, Tierra Santa
La proliferazione di false reliquie all’epoca di Boccaccio e Frate Cipolla Puoi leggere quest’articolo in italiano cliccando qui
La Europa de los siglos XIV y XV fue un período de gran decadencia moral, relajación de costumbres de las órdenes monásticas, corrupción y escepticismo provocados fundamentalmente por el cisma, la peste, el hambre y las luchas políticas, que prepararon el camino a la Reforma. La Iglesia había convertido las indulgencias y las reliquias en una gran fuente de ingresos, aprovechándose de la ignorancia de la gente. Y siguiendo el ejemplo de la Iglesia, muchas otras personas se enriquecían con el tráfico de reliquias, casi todas falsas. Existían incluso artesanos especializados que las fabricaban con gran maestría. Muchas de éstas se vendían proclamando que habían sido traídas de Tierra Santa por cruzados o peregrinos. También existían las que efectivamente tenían esta procedencia, pero también eran falsas, independientemente de la buena o mala fe del portador. Esta gran crisis de valores, como también este mercadeo despiadado fueron duramente denunciados y condenados también por Fray Bernardino de Siena en sus famosos sermones. Pero antes y después de él, no faltaron referencias literarias a esta decadente sociedad – que, haciendo un inciso, mucho se asemeja a esta nuestra actual – como también a las más variopintas reliquias.
En clave de humor, y no mucho tiempo antes de Fray Bernardino de Siena, Giovanni Boccaccio, en el Decameron, dedica a este asunto la décima novela de la sexta jornada, en la que demuestra claramente la mala fe y la astucia de su protagonista, Fray Cebolla, y la credulidad del pueblo. Cuando nombra algunas reliquias ‘imposibles’ o cita el nombre del supuesto patriarca de Jerusalén ‘Non-me-blasméis-si-os-place’ vemos claramente cómo el autor se burla de este ridículo tráfico (que, en el fondo, es triste). La rapidez de reflejos de nuestro fraile prevalece y, al final, el burlador queda burlado.
Pero veamos qué nos cuenta Boccaccio:
“Era este fray Cebolla pequeño de persona, de pelo rojo y alegre gesto, y lo más campechano del mundo; y además de esto, no teniendo ninguna ciencia, tan óptimo hablador y rápido que quien no lo hubiera conocido no solamente lo habría estimado por gran retórico sino que habría dicho que era el mismo Tulio o tal vez Quintiliano; y casi de todos los de la comarca era compadre o amigo o bienquisto”.
Acostumbraba ir una vez al año a Certaldo, un burgo de Valdelsa, para recoger las limosnas para los pobres de San Antonio. A los que hubieran dado la limosna habría enseñado una bellísima reliquia que él mismo había traído de Tierra Santa: una de las plumas del arcángel Gabriel que se le cayó en casa de la Virgen María el día de la Anunciación.
Pero, mira por dónde, dos jóvenes ‘muy astutos’ después de reírse de semejante cosa pensaron gastarle una broma: robarle la pluma para ver su reacción, al darse cuenta, ante la gente congregada. Dicho y hecho: robaron la pluma que estaba en una pequeña arqueta dentro de las alforjas de Fray Cebolla y en su lugar pusieron unos carbones.
Cuando finalmente la multitud de campesinos se reunió para ver la santa reliquia el fraile, abriendo las alforjas, se dio cuenta del robo. Pero, sin manifestar su ira, con gran astucia y presencia de espíritu hizo un gran sermón hablando de todos sus viajes de peregrinación a muchos lugares santos del mundo. En particular, en Jerusalén encontró
“…al venerable padre señor ‘Non-me-blasméis-si-os-place’, dignísimo patriarca de Jerusalén, el cual, por reverencia al hábito que siempre he llevado del barón señor San Antonio, quiso que viese ya todas las santas reliquias que tenía junto a sí, y fueron tantas que, si quisiese describiros todas no vendrían a término en tal milla; pero por no dejaros desilusionados os diré, sin embargo, algunas. Primeramente me mostró el dedo del Espíritu Santo tan entero y sano como nunca lo estuvo, y el tupé del serafín que se apareció a San Francisco, y una de las uñas de los querubines, y una de las costillas del Verbum-caripuesto-alajimez, y de los vestidos de la santa fe católica y algunos de los rayos de la estrella que se apareció a los tres Magos de Oriente, y una ampolla con el sudor de San Miguel cuando combatió con el diablo, y la mandíbula de la muerte de San Lázaro y otras. [….] y me donó uno de los dientes de la santa cruz y en una ampolleta algo del sonido de las campanas del templo de Salomón y la pluma del arcángel Gabriel, de la cual ya os he hablado, [….] y me dio los carbones con los que fue asado el bienaventurado mártir San Lorenzo; las cuales cosas todas aquí conmigo traje devotamente, y todas las tengo”.
Los carbones del pobre San Lorenzo hicieron el viaje a la inversa: de Roma a Jerusalén… pero sigamos con el sermón de Fray Cebolla:
“Cierto que llevo la pluma del arcángel Gabriel, para que no se estropee, en una arqueta, y los carbones con los cuales fue asado San Lorenzo en otra, las cuales son tan semejantes la una a la otra que muchas veces he cogido la una por la otra, y ahora me ha ocurrido; y creyendo que había traído la arqueta donde estaba la pluma, he traído aquella en donde están los carbones”.
Y de esta manera nuestro fraile, utilizando los carbones, empezó a hacer cruces en las camisas de los hombres, en los velos de las damas y vestidos en general de las personas que en gran masa se aglomeraban delante del fraile con gran admiración y devoción.
En cuanto a los dos burladores habiendo asistido a “su sermón y habiendo oído el extraordinario remedio encontrado por él, y cómo se las había arreglado y con qué palabras, se habían reído tanto que habían creído que se les desencajaban las mandíbulas; y luego de que se hubo ido el vulgo, yendo a él, con la mayor fiesta del mundo lo que habían hecho le descubrieron y luego le devolvieron su pluma, la cual al año siguiente le valió no menos que aquel día le habían valido los carbones”.
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Quien quisiera disfrutar de la lectura de ésta o de todas las novelas del Decameron puede hacerlo abriendo este enlace.
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Inteligente y muy listo Fray Cebolla…
Hasta luego.
Nicola