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Le reliquie della passione di Cristo su ‘Reliquiosamente’ (Prima parte) Puoi leggere quest’articolo in italiano cliccando qui

En la Semana Santa los cristianos celebran la pasión y muerte de Cristo. Las procesiones y muchas otras manifestaciones y funciones religiosas son la norma en calles e iglesias. Por lo tanto, éste es un buen momento para ‘repasar’ las reliquias de la Pasión de Cristo.
Entre todas las reliquias cristianas existentes, las reliquias de la pasión están consideradas como las más valiosas y constituyen el tesoro más grande de la religión cristiana. Por este motivo son, y han sido, las más veneradas entre los creyentes y las más deseadas por parte de los soberanos cristianos de todos los tiempos.
Las reliquias de la pasión son más propiamente los ‘instrumentos de la pasión’, es decir los utilizados para torturar y dar muerte a Cristo. Por lo tanto en primer lugar tenemos la Cruz, los Clavos, la Corona de Espinas, la Lanza y la Inscripción (Titulus Crucis). Luego la Túnica de Cristo, la Columna de la flagelación, el Flagelo, la Caña y la Esponja, y el Velo de la Verónica.
De la casi totalidad de estas reliquias ‘Reliquiosamente’ ha publicado uno o más artículos, intentando ofrecer siempre una versión lo más objetiva posible, basada en la literatura disponible. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de una época de la que no existen testimonios literarios y solo comenzamos a encontrarlos a partir del siglo IV. Además los arqueológicos son muy escasos y a menudo contaminados por una avalancha de hallazgos de dudosa validez.
La búsqueda y tráfico de reliquias ha tenido en el pasado un peso específico relevante y en algunos momentos llegó a convertirse en una verdadera obsesión, como por ejemplo alrededor del año mil y durante todo el período de las Cruzadas, cuando millares de reliquias llegaron desde Tierra Santa, verdaderas, falsas o falsificadas, para satisfacer el ansia de poseerlas por parte de personas de todos los estratos sociales. En este contexto, por lo tanto, no es fácil determinar si nos hallamos frente a una reliquia auténtica, partiendo de la base que la gran mayoría no lo son. Durante siglos han sido veneradas reliquias que posteriormente se ha demostrado que son falsas. No obstante muchas de éstas continúan siendo veneradas ya que si para un creyente son auténticas, su valor salvífico y taumatúrgico sigue siendo exactamente el mismo. Como las palabras que Umberto Eco hace decir a Niceta en su obra ‘Baudolino’, refiriéndose a las reliquias: “Es la fe que las hace verdaderas, no las reliquias las que hacen verdadera la fe”.

Y más allá de la importancia que las reliquias tienen en la religión, a nadie se le escapa que su peso específico en el arte, en la política y en la economía, por citar solo algunos ejemplos, ha sido notable, sobre todo las de la pasión. Siempre citando a Umberto Eco: ‘Baudolino sabía que una buena reliquia podía cambiar el destino de una ciudad, convertirla en meta de peregrinaciones ininterrumpidas, transformar una iglesia en un santuario’.
Pero vayamos a nuestras reliquias de la pasión. Primera, entre todas, la Santa Cruz. Como todos ya saben, la Vera Cruz, junto con los Clavos y probablemente también el Titulus, fue descubierta por Santa Elena, emperatriz y madre de Constantino. Ya muy anciana, viajó a Jerusalén con el propósito de visitar los santos lugares y, según una tradición difundida por San Ambrosio y sucesivamente retomada por Jacopo da Varagine en la ‘Leyenda Dorada’, para buscar la Vera Cruz. En un artículo que describe el fresco del ábside de la basílica de Santa Cruz en Jerusalén de Roma, de Antoniazzo Romano, podemos leer cómo Santa Elena descubrió la Vera Cruz, de la cual sucesivamente se sacaron millares de fragmentos que acabaron repartidos por el mundo entero y de los cuales es prácticamente imposible saber cuáles son auténticos y cuáles no, tal y como leemos en ¿Cuántos fragmentos de la Vera Cruz existen en el mundo? Algunos de estos fragmentos, pocos, son de un tamaño considerable, como por ejemplo, el del Monasterio de Santo Toribio de Liébana, en España, que probablemente es el mayor de todos. Ríos de tinta se han utilizado para describir cómo sería la Vera Cruz, sus medidas o de qué madera estaría hecha porque, según la tradición, provendría de un árbol que estaría situado sobre la tumba de Adán, según se describe en ‘¿De qué madera era la Vera Cruz?’.
En cuanto a los clavos de la crucifixión, éstos también, según la tradición, fueron hallados por Santa Elena, junto con la Cruz. Muchos sostienen que los clavos utilizados eran tres y otros que eran cuatro. Claro está, la emperatriz antes que nada pensó en su hijo, por lo tanto uno de los clavos hallados acabó siendo empleado para hacer el ‘Bocado del Caballo de Constantino’, para su protección en batalla. Pero de clavos también hay muchos en circulación, y no se parecen entre sí. Por lo tanto parece lícito preguntarse: ‘¿Dónde están los verdaderos clavos de Cristo?’.
Otra reliquia de la pasión muy deseada en la historia era la Corona de Espinas. Ésta, contrariamente a lo que comúnmente se cree, parece ser que no tenía la forma de una corona, sino de una suerte de casco. Lo que ahora queda de ella tan solo es el soporte, que consiguió llevarse a casa el rey Luis IX de Francia, pagando una fortuna, todo hay que decirlo. Y para darle un hogar digno mandó construir la Sainte Chapelle de París, según se describe en mi artículo ‘La corona de espinas y la Sainte Chapelle’ que explica de qué manera llegó de Constantinopla, con una estimación sobre cuántas espinas tendría la famosa calota, o casco, y a qué planta habrían pertenecido las verdaderas espinas. Claro, porque de espinas de la corona, o presuntas, en el mundo hay muchísimas, demasiadas, más de 2.000. Algunas de éstas son muy famosas y gozan de una particular devoción porque van acompañadas de un fenómeno particular que se manifiesta solo en determinadas ocasiones o fechas, como por ejemplo ‘La Sacra Espina de Andria’.

El Titulus Crucis, es decir la famosa inscripción INRI1, es probablemente la única reliquia de la pasión que no tiene ‘dobles’, es decir, a todas luces, solo hay uno … bueno, una parte, y se conserva en la basílica de Santa Cruz en Jerusalén de Roma, construida sobre el antiguo palacio de la emperatriz Elena. Según la tradición, esta reliquia también fue hallada por la emperatriz, pero no todos los estudiosos están de acuerdo. Este tipo de tablas, en las que se escribía el motivo de la condena, eran de uso normal en las ejecuciones capitales. En mi artículo ‘El titulus Crucis’ hay más información.

Y pasemos a la lanza. La lanza con la que el centurión romano Longino atravesó el costado de Cristo para asegurarse de que estuviera muerto. Esta también está considerada como una reliquia muy valiosa, sobre todo porque estuvo en contacto con la sangre de Cristo. Pero por desgracia varias ‘lanzas de Longino’ han pretendido ser, a lo largo de los siglos, auténticas, como por ejemplo: la famosa ‘Lanza de los invencibles’ , también llamada Lanza del Destino, muy importante para Hitler, o la ‘Lanza de Antioquia’, que tuvo un papel determinante durante la Primera Cruzada. Ninguna de las dos ha superado el mínimo examen científico. Sin embargo la que está conservada en la basílica vaticana, en uno de ‘Los cuatro pilares de la cúpula de San Pedro’, aún tiene alguna probabilidad se ser auténtica porque, a diferencia de las otras, ha sido demostrado que es del siglo I después de Cristo y es compatible con las utilizadas por las legiones romanas. Fue un regalo de sultán Bayazid al papa a cambio de un grande ‘favor político’… Para saber más invito a la lectura de ‘¿Cómo y por qué llegó la lanza de Longino a Roma?’
De momento lo dejamos aquí y reservo para la segunda parte de esta reseña las otras reliquias de la pasión, tanto para no alargarme demasiado como para ofrecer a los lectores otra ocasión de ocupar el tiempo con otro artículo.
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1.- INRI – Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum, Jesús Nazareno Rey de los Judíos
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