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CICAP, Iconoclastia, Lanciano, Milagro eucarístico, Odoardo Linoli, reliquias, Ruggero Bertelli, Transustanciación
Le reliquie di Lanciano e i miracoli eucaristici. Puoi leggere quest’articolo in italiano cliccando qui

El milagro eucarístico de Lanciano (Chieti, Italia), ocurrió en el siglo VIII, pero se documentó por primera vez en el siglo XVII. Durante la lucha iconoclasta decretada por el emperador bizantino León III Isáurico en 726, muchas imágenes sagradas fueron escondidas o enviadas más allá de los límites del imperio para evitar su destrucción. Así hicieron también muchos monjes, entre los cuales numerosos basilianos. Muchos de éstos se refugiaron en Italia.

Uno de estos monjes, mientras celebraba la misa en la iglesia de San Legonziano de Lanciano, comenzó a dudar sobre la presencia real de Cristo en la hostia y en el vino. Pero en cuanto pronunció las palabras de la consagración, la hostia se habría transformado en un trozo de carne sangrante y el vino en sangre, coagulándose sucesivamente en cinco grumos. Una epígrafe de 1636 describe el evento. En 1713 se realizaron el ostensorio y el cáliz de cristal de escuela napolitana donde aún se conservan las reliquias. Actualmente el ostensorio se encuentra en la iglesia de San Francisco, erigida sobre la antigua iglesia, dentro de una estructura situada sobre el altar mayor.

La hostia está formada por una membrana de carne marrón-amarillento, y presenta un agujero central que podría haberse formado porque la reliquia había sido clavada a una tablilla para que no encogiera, por lo que al secarse se habría desgarrado en la parte central. La sangre está coagulada en cinco grumos, de color marrón, de diferentes tamaños. La primera recognición se llevó a cabo en 1574, seguida por otras en 1637, 1770 y 1886. En 1970 los frailes franciscanos que custodiaban las reliquias decidieron someterlas a análisis médico-científicos que fueron realizadas por el Dr. Odoardo Linoli, jefe de laboratorio de análisis clínicos y anatomía patológica del hospital de Arezzo, y por el Dr. Ruggero Bertelli, profesor de anatomía de la Universidad de Siena. En 1971 se presentó un estudio sobre los análisis efectuados hallando, entre otros resultados, que el tejido de la carne pertenece al tejido estriado cardíaco, que la sangre es realmente tal, que ambos pertenecen al grupo AB (como el del hombre de la sábana santa) y que son de naturaleza humana. Las reliquias no presentan signos de embalsamamiento o trazas de sustancias conservantes.

En 2006 el profesor Silvano Fuso, miembro del CICAP1 afirmó que la conservación de proteos y minerales observados en la carne y en la sangre de Lanciano no es ni imposible ni excepcional, tomando como ejemplo a las momias egipcias, aunque en el caso de un cuerpo momificado los procedimientos son diferentes del de un fragmento de miocardio dejado al estado natural durante siglos, expuesto a agentes físicos y bioquímicos. Linoli excluyó que pudiera tratarse de un falsificación medieval, en cuanto ‘sólo una mano experta en disección anatómica habría podido, y no sin dificultad, obtener de una víscera cava una loncha uniforme y continua’. Además, si la sangre hubiera sido tomada de un cadáver, se habría alterado rápidamente, por delicuescencia o putrefacción.
En 1981 se realizó un nuevo análisis sobre la carne que confirmó los resultados de 1971. El estudio considera que el espacio vacío en el centro coincida con un ventrículo, probablemente el izquierdo, a juzgar por el grosor del manto miocárdico.
En el interior del convento de San Francisco, desde 1996 puede visitarse un museo dedicado al milagro, donde están expuestos entre otros objetos, todos los documentos históricos y hallazgos científicos de los exámenes realizados.
El de Lanciano solo es uno de los muchos milagros eucarísticos que ha habido desde los primeros siglos del cristianismo hasta nuestros días, aunque probablemente es el más antiguo en Italia. Según la doctrina cristiana, estos milagros se producen cada vez que se pone en duda la fe en la presencia real de Cristo en el pan y en el vino en el momento de la consagración. Se trataría, por tanto, de intervenciones prodigiosas de Dios que tienen el fin de confirmar la fe. El paso de una sustancia a otra, que se produce durante la consagración, es decir cuando el pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo, se denomina transustanciación. Del pan y del vino solo permanecen las apariencias, también llamadas accidentes, es decir la forma, el sabor, el olor e incluso las propiedades nutritivas, pero no así la sustancia. Este fenómeno no puede ser experimentado por los sentidos sino que solo es asegurado por la fe.

Los milagros eucarísticos no son todos iguales: la hostia puede transformarse en carne y el vino en sangre, o se produce el sangrado de la hostia con diferentes modalidades. O bien puede producirse la aparición del Niño Jesús, o la elevación espontánea de la hostia, o el hallazgo milagroso en los lugares más diversos de hostias inalteradas, … Por ejemplo, en el milagro eucarístico de Bolsena, de 1263, del que hablé en un precedente artículo, la hostia empezó a sangrar manchando el corporal y los escalones de mármol del altar. Las manchas son aún visibles.
Parece ser que el primer milagro eucarístico se produjo en Scete (Egipto) en el siglo III-IV y el último, o uno de los últimos, en 2013 en Lagnica (Polonia). Entre estas dos fechas ha habido más de ciento treinta, en diferentes partes del mundo, entre los cuales 35 en Italia, 19 en España, 12 en Francia, 9 en Alemania, por citar solo las naciones donde han sido más numerosos2. Si en cambio queremos hacer una distribución de milagros eucarísticos por siglos, encontramos que el mayor número de éstos se ha verificado en los siglos XIII, XIV y XV, con 62 milagros, en los siglos XVI y XVII fueron 21 mientras que en el siglo XX ha habido 11.
A partir del Concilio de Chelsea (816) la hostia consagrada tenía la misma consideración que las reliquias: si las reliquias representan al santo al que pertenecieron, o incluso son el santo en sí, también la hostia consagrada es el cuerpo y la sangre de Cristo, por lo tanto la reliquia por excelencia, suficiente para consagrar cualquier nueva iglesia, incluso a falta de otras reliquias.
Claro está, a no ser que se tengan fuertes conocimientos de teología junto con una fe a prueba de bomba, es comprensible que no siempre ha sido muy fácil creer, o incluso solo entender, en este ‘cambio de sustancia’, que desafía cualquier ley natural, o simplemente aceptarlo. Por lo tanto en muchas ocasiones en la que cualquier persona dudaba, sacerdotes o fieles presentes, aparecía el milagro para disipar toda duda.
Podría ser útil analizar todas las manchas de sangre dejadas por los diferentes milagros eucarísticos, para descubrir posibles coincidencias, y después comparar los resultados con las diferentes reliquias de la sangre de Cristo, no las obtenidas por efecto de un milagro eucarístico sino de la sangre presuntamente tomada en el momento de la crucifixión, del que he hablado en otro artículo.
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1.- CICAP – Comité Italiano para el Control de las Afirmaciones de las Pseudociencias https://www.cicap.org/n/articolo.php?id=272863
2.- Para consultar todos los milagros eucarísticos que ha habido en la historia consulta el siguiente sitio: http://www.miracolieucaristici.org/it/Liste/list.html en el que también pueden obtenerse informaciones sobre la ‘Muestra sobre los Milagros Eucarísticos’..
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