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Reliquiari fantastici: Il crocifisso di Don Fernando e Doña Sancha Puoi leggere quest’articolo in italiano cliccando qui

Esta maravilla, considerada como una de las obras maestras de la eboraria (el arte de la talla del marfil) del período románico, puede ser admirada en el Museo Arqueológico de Madrid.

Está datada en torno al 1050 y 1060 y fue donada en 1063 por los soberanos Fernando I, rey del reino de León (aprox. 1010-1065), y su esposa Doña Sancha a la colegiata de San Isidoro de la ciudad de León. También es la primera obra de la primera Edad Media hispana en la que se representa a Cristo en la cruz, porque hasta este momento sobre los crucifijos no se representaba ninguna imagen. El Cristo, esculpido a bulto redondo, tiene una cavidad en la parte posterior, a la altura de la espalda, en la que se custodiaban pequeños fragmentos de la cruz de Cristo, descubiertos en 1964 durante las obras de restauración, junto con unos pequeños clavos de metal y uno de marfil que pertenecía a la mano izquierda. Por este motivo es también una estauroteca. Originariamente el Cristo estaba sujeto a la cruz con un sistema que permitía desacoplarlo para poder acceder al espacio en el que se custodiaba la reliquia. La voluntad del rey cuando donó este crucifijo a la colegiata de León era que posteriormente se usara en sus exequias.

Sus medidas son de 53 cm (alto) x 34,5 (brazos), y la figura de Cristo, 30,5. La cruz es de madera y está recubierta de láminas de marfil. El Cristo está tallado en marfil: el cuerpo (incluido el ‘suppedaneum’, el soporte de los pies) menos los brazos, pertenecen a un mismo bloque.

Llama la atención cómo este Cristo no sea sufriente. En primer lugar es un Cristo que está vivo, y es lo primero que se destaca ya que sus grandes ojos de azabache destacan en su rostro. La cabeza está ligeramente ladeada y enmarcada por una barba y bigotes ondulados. No tiene corona de espinas ni la herida en el costado, ni otras señales de maltrato. Su cuerpo no aparece ‘colgado’ por los brazos, y su expresión es bastante ierática. Los pies están clavados por separado por clavos inexistentes. A pesar de ello un flujo de sangre sale de los mismos y se desliza hacia la figura que aparece debajo, de la que hablaremos luego.

Este tipo de representaciones recuerdan muy de cerca a las Maiestas Domini, retomadas en el arte románico pero de influencia bizantina y carolingia, como los Cristos en Majestat de Cataluña o el Rostro Santo de Lucca. También nos da pistas el vestido de Cristo. En este caso no hay una túnica propiamente dicha, como las túnicas regias de las Maiestas Domini, sino un perizoma atado a la cintura que llega hasta las rodillas. Con el paso de los siglos esta prenda será cada vez más pequeña, al mismo tiempo que la expresión de su rostro será cada vez más dramática y sufriente: a mayor sufrimiento menor perizoma. En el románico, sin embargo, Cristo no sufre, sino que se muestra distante e inalcanzable por los hombres y su entender. El arte románico es, más que naturalista, expresionista y simbólico, y al mismo tiempo didáctico, con la precisa función de transmitir el mensaje evangélico que la mayoría no sabía leer en los textos sagrados. Uno de los mensajes más representados durante el período románico es precisamente el del juicio universal, donde en la mayor parte de la iconografía se representa a un Cristo sentado en un trono juzgando a vivos y muertos. Y también en este caso, es el mensaje apocalíptico el que se representa, de la muerte y resurrección por virtud del sacrificio de Cristo.

Su exquisita factura revela una marcada influencia del arte del mundo islámico, tan presente en la península ibérica, pero también la carolingia, la otoniana, la tardo-longobarda y bizantinas. Fue esculpido en León, ciudad situada en el Camino de Santiago, peregrinación propiciada principalmente por la abadía de Cluny, que pronto se convirtió en un importante vehículo de intercambios culturales a través del cual llegaron diferentes influencias.

En la parte superior leemos la frase IHC NAZA / RENVS REX / IVDEORV. En la última V aparece un signo diacrítico que quiere significar que debe leerse IVDEORVM. Además, el artista utiliza un grecismo en la utilización de la C en la primera palabra que, latinizada, sería IHS. En la parte inferior podemos leer FREDINANDUS REX SANCIA REGINA, haciendo clara alusión a sus primeros propietarios.

Toda la decoración del crucifijo responde a un preciso programa iconográfico, que habla de la muerte, pero con un final triunfante y liberador: la Redención y la Resurrección, con Cristo Crucificado y Redentor como protagonista. Bajo los pies de Cristo vemos a un hombre agachado que representa a Adán, causante de los pecados del género humano. Sobre él cae la sangre de Cristo (que brota de sus pies) y de esta manera la humanidad, simbolizada por él, es redimida. No olvidemos que, según la tradición, Adán habría sido sepultado en el Gólgota. Por lo tanto, con la crucifixión de Cristo en este mismo lugar y con su sangre derramada para redimir los pecados del mundo (simbolizados por Adán, el primer hombre y por el pecado original), el círculo se cierra.

En la parte superior del crucifijo podemos ver a Cristo resucitado que porta la cruz de la victoria y, sobre él, al Espíritu Santo, representado por una paloma flanqueada por dos ángeles (el de la derecha está muy deteriorado).

Semitapado por el perizoma, a la izquierda un poco por debajo del nudo, puede verse a Cristo entre los condenados (se reconoce por el nimbo crucífero) que sostiene la cruz, en su bajada a los infiernos

En los bordes de la parte inferior de la cruz hallamos unas figuras humanas en las más diversas posturas: las de la derecha son los beatos que salen de los sepulcros y que suben al cielo, y las de la izquierda los condenados que bajan hacia el infierno. Siempre en el lado izquierdo, a la altura del nudo del perizoma, está representado el descenso de Cristo a los infiernos, la Anástasis, que hizo después de su muerte y sepelio y antes de su resurrección, para sacar de allí al género humano a partir de Adán, Eva y sus hijos, patriarcas y profetas, según se describe en el Evangelio apócrifo de Nicodemo y en otros textos litúrgicos de otros autores, con diferentes variantes. Completan la decoración de los bordes motivos vegetales y de animales.

Crucifijo de Son Fernando y Doña Sancha. Parte posterior

La parte posterior está tallada con motivos vegetales y con figuras humanas que parecen luchar con animales. En el centro está el Agnus Dei apocalíptico, que simboliza a Cristo sacrificado y salvador. En los cuatro extremos de la cruz los símbolos de los cuatro evangelistas: en alto el águila de San Juan, a la izquierda el león de San Marcos, a la derecha el toro de San Lucas y abajo el ángel de San Mateo. El borde está decorado con una suerte de greca.

El cordero místico. Crucifijo, parte posterior (detalle)

No existe ningún espacio en esta obra, incluidos los bordes, que no esté esculpido, y esto es también uno de los motivos que hacen de este crucifijo una obra maestra.

Anástasis. Mosaico. Basílica de San Marcos, Venecia