Tag
Antonio da Piacenza, Egeria, Evangelio de San Juan, Guillaume Durande, INRI, Lucio II, Maria Luisa Rigato, reliquias, Santa Cruz en Jerusalén, Santa Elena, titulus crucis
Il Titulus Crucis Puoi leggere quest’articolo in italiano cliccando qui
‘Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum’, éste es el significado de la sigla INRI fijada en el crucifijo de Jesús, es decir ‘Jesús Nazareno Rey de los Judíos’. Y esto Jesús decía ser y ésta fue la causa de su condena, por ultraje al legítimo rey, una condena por lesa majestad. Podemos leerlo en el evangelio de San Juan:
“Pilato también escribió un letrero y lo puso sobre la cruz. Y estaba escrito: ‘Jesús Nazareno, Rey de los Judíos’. Entonces muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, en latín y en griego. Por eso los principales sacerdotes de los judíos decían a Pilato: No escribas, ‘el Rey de los judíos’; sino que él dijo: ‘Yo soy Rey de los judíos’. Pilato respondió: ‘Lo que he escrito, he escrito’. (Jn 19,19-22)
Este letrero se conoce con el nombre de ‘Titulus Crucis’ y, según la tradición, fue hallado por Santa Elena junto con la Vera Cruz. Una reliquia importantísima, sin duda alguna, de la cual solo queda una parte, y de la cual es muy difícil probar su autenticidad. Se encuentra en Roma, en la basílica de Santa Cruz en Jerusalén, donde se encontraba el antiguo palacio de la emperatriz Elena y donde se conservan otras importantes reliquias de la pasión, traídas por la misma emperatriz, como ya expliqué en otro artículo sobre el hallazgo de la Vera Cruz.

Capilla de las Reliquias. Basílica de Santa Cruz en Jerusalén. Al fondo, la vitrina con las reliquias de la pasión
La teoría según la cual esta tabla fue traída a Roma por Santa Elena también sostiene que la emperatriz, cuando la encontró junto con las tres cruces y los clavos, la dividió en dos (o tal vez tres) partes. Una la llevó consigo hasta Roma (la parte derecha) y la otra la dejó en Jerusalén.
Maria Luisa Rigato, teóloga y catedrática en la Universidad Gregoriana de Roma y profundamente convencida de la autenticidad de este hallazgo, sostiene en cambio que la reliquia no fue traída a Roma por Santa Elena sino por Gregorio Magno hacia finales del siglo VI. Según esta teoría el Titulus habría sido hallado en el sepulcro de Jesús junto con la sábana santa, y no en el Calvario, porque indicaba la causa de su condena1. Por lo tanto pone también en duda la teoría de la división en dos (o en tres) de esta tabla, según afirma la tradición de la Iglesia.
Hay testimonios de los primeros peregrinos en Tierra Santa que confirman la existencia, en un período determinado, del Titulus en Jerusalén. La peregrina Egeria que, en el 383 presenció el rito de veneración de la Vera Cruz, así lo relata:
“…y se trae una arqueta de plata sobredorada, dentro de la cual está un trozo del madero de la santa Cruz, que se abre y se muestra, colocados encima de la mesa tanto el lignum crucis como el título. […] Así va pasando todo el pueblo de uno en uno, inclinándose todos, tocándola con la frente y mirándola con los ojos, tanto la Cruz como el título, besándola mientras pasan, sin que nadie se decida a poner su mano encima ni tocarla.”. (Egeria, Itinerarium, 37-1,3)
Mientras que Antonio de Piacenza, en el 570 lo describe, como testigo ocular, indicando que tiene la siguiente frase: ‘Hic est Rex Iudeorum’ (Este es el Rey de los Judíos):
“Desde el Gólgota hasta donde fue hallada la cruz hay cincuenta pasos, En la basílica adyacente de Constantino cerca del monumento o Gólgota, en el atrio de la misma basílica, hay una estancia donde de encuentra custodiado/escondido el madero de la cruz, que hemos adorado y besado. El título también, que había sido puesto encima de la cabeza del Señor, en el cual pone: “Este es el Rey de los Judíos”, vi, tuve en mi mano y besé. El madero de la cruz es de nogal’. P.Geyer, Itinera Hierosolimitana, 172
En ninguno de estos dos testimonios se indica que el Titulus estuviera entero o no, y en el de Antonio de Piacenza incluso es diferente el texto de la inscripción, que sin embargo coincide con las palabras del Evangelio de Lucas:
“Había encima de él una inscripción: «Este es el Rey de los judíos.»” (Lc, 23,38)
Pero Juan fue testigo ocular de la crucifixión de Jesús.
Hay otros testimonios que hablan de la existencia de un Titulus Crucis en Paris en el siglo XIII. Sabemos que el rey de Francia Luis IX (1214-1270) compró al rey latino de Constantinopla, Balduino II, que se hallaba en grandes dificultades económicas, una importantísimas reliquias presentes en el palacio Bucoleon, entre las cuales la famosa Corona de Espinas, sobre la que traté en otro artículo. Guillaume Durande (1230-1296), obispo de Mende, confirma la existencia del Titulus en la Sainte Chapelle y escribe:
“Tabulam in qua Pilatus scripsit: Iesus Nazarenus rex Iudeorum, quan vidimus Parisiis in capella illustris regis francorum…”2 (Tabla en la que Pilato escribió: Jesús Nazareno Rey de los Judíos, que vi en París en la capilla del ilustre rey de los Francos.).
Tampoco en este caso hay una indicación clara de que fuera solo una parte de la tabla. En cualquier caso nunca lo sabremos porque esta reliquia se perdió, probablemente a causa de la Revolución Francesa.
Volviendo a la reliquia de Santa Cruz en Jerusalén, fue probablemente escondida en el siglo V o VI para protegerla de la invasiones bárbaras y fue definitivamente redescubierta el 1 de febrero de 1492 durante los trabajos de reparación de la basílica, comisionados por el Cardenal Mendoza, cardenal de Toledo, y coincidiendo con la toma de Granada por parte de los reyes Católicos, culminando así la Reconquista.
En la parte superior del arco triunfal de la basílica, bajo una capa de yeso, los operarios hallaron una baldosa con la inscripción Titulus Crucis. El lugar del hallazgo aún es visible. Esta baldosa cerraba un nicho en el que estaba escondida una caja de plomo que custodiaba una tabla, de 25 cms x 14 y con un espesor de 2,6 cms, de madera de nogal. La decisión de poner la reliquia en ese lugar de debe al papa Lucio II (1144-1145) que mandó construir el transepto del que el arco triunfal forma parte. La reliquia fue ‘descubierta’ durante los trabajos de restructuración de la basílica. Y ¿por qué la mandó poner en ese lugar? Es decir, ¿se ocultó de nuevo?
Aunque las partes derecha y superior están muy deterioradas puede leerse claramente la parte inicial de las inscripciones en griego y latín, mientras que de la inscripción superior, en hebreo, más deteriorada, solo tres letras son legibles. Las palabras están escritas desde derecha hacia izquierda, según la tradición semítica, y las letras están al revés, como si fueran vistas en un espejo. Partiendo de la hipótesis que ésta sea la mitad de la reliquia original, su medida tenía que ser de 50 cms. Ésta, gracias a la custodia de la caja de plomo, tiene un estado de conservación aceptable. También se han hallado trazas de cal y, en las ranuras de los caracteres, trazas de color negro. En la parte en latín, podemos leer: I NAZARINUS R, y en la en griego IS NAZARENUS B que se completarían con EX IUDAEORUM y ASILEOS TON IUDAION, respectivamente, donde de la palabra ‘rey’ (rex, basileos) solo queda la primera letra. La inicial ‘I, IS’ sería la abreviación de Iesus, nombre extremadamente difuso en Galilea, motivo por el cual no lo habrían escrito entero.
[ΝΩΙΑΔΥΟΙ ΝΩΤ CΥΕΛΙCΑ]Β CΥΝΕΡΑΖΑΝ CΙ
[MVROEADVI XE]R SVNIRAZAN.I
El uso de tablas de este tipo en las ejecuciones, para que el pueblo conociera el motivo de la condena, era una praxis normal. A veces se colgaban del cuello del condenado antes del suplicio o las llevaba una persona que lo precedía en el camino de la ejecución, una suerte de pregonero que anunciaba también el nombre del criminal. Estas tablas llevaban normalmente una capa de cal sobre la cual se grababa, o escribía, el rótulo, en color rojo o negro.
La reliquia fue sometida al examen de carbono 14 y los resultados, publicados en 2002, dicen que se trata de un objeto fechable entre el 980 y el 1150.
Pero los que creen en su autenticidad sostienen que precisamente las diferencias que se pueden notar entre la descripción de Juan y la reliquia son buenos motivos para pensar que un falsificador medieval no podría haber aportado. Es verdad que el Titulus lleva una parte de la inscripción en las tres lenguas pero en orden inverso del descrito por Juan, es decir en hebreo, griego y latín (y no en hebreo, latín y griego como dice Juan). En el texto en latín tenemos la versión ‘Nazarinus’ en vez de ‘Nazarenus’. ‘Nazarinus’ no es propio del latín de la vulgata (del siglo IV d.C. en adelante) pero pertenece al latín clásico.
Algunos sostienen que se trata de un error de quien escribió el Titulus, otros se decantan por una forma más arcaica para indicar su procedencia. Estas anomalías son consideradas por algunos como indicios de autenticidad. Las fotos de la inscripción fueron examinadas por diferentes paleógrafos quienes confirmaron que las letras son compatibles con las usadas en el siglo I. Por este motivo esto llevaría a la conclusión de que, si no estamos en posesión del original, por lo menos podría tratarse de una copia fiel del original, y no de una falsificación. Un hipotético falsario se habría atenido más fielmente a la descripción de los evangelios, difícilmente habría utilizado una escritura retrógrada o producido imitaciones paleográficamente verosímiles.
Aunque muchos de los resultados del análisis del carbono 14 no siempre son fiables, razón por la que producen muchas reticencias, también es cierto que hay muchas lagunas desde el punto de vista documental, o testimonios ambiguos, que no avalan suficientemente la teoría de la autenticidad. De hecho, precisamente por estos motivos, en el intento de descartar la hipótesis de un falso, sostienen que se trata de una copia… Esto significa que queda mucho por investigar para llegar a una conclusión más fiable, fundada en datos científicos.
——-
1.- Maria Luisa Rigato. INRI. Il titolo della croce. Bologna 2010 2.- “Rational ou Manuel des divins offices” – livre VI
Pingback: Il Titulus Crucis | Reliquiosamente
Muy interesante. Viví por muchos años en el Quartiere San Giovanni, a pocos metros de Santa Croce in Gerusalemme… y mi marido estudió en la Gregoriana! Muchos saludos!
Entonces conocerás bien la iglesia! Me alegro mucho. Un saludo
Pingback: ‘Historia de la Vera Cruz’ de Antoniazzo Romano | Reliquiosamente
Pingback: Las reliquias de la pasión de Cristo en ‘Reliquiosamente’ (Primera parte) | Reliquiosamente
Pingback: Relicarios fantásticos: el crucifijo de Don Fernando y Doña Sancha | Reliquiosamente