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Bruzio Ottavia, Cabello de la Virgen María, Centurione Mulè, Costantino Lascaris, Geronimo Origgiano, Giuseppe Assemanni, Gregorio Arena, Guerras del Vespro, Madonna della Lettera, Marcello Benefacite, Mesina, Vascelluzzo, Virgen de la Carta
I capelli di Maria Vergine servirono anche per legare una missiva. Puoi leggere quest’articolo in italiano cliccando qui

Si Juan Calvino decía que si se juntaran todos los fragmentos de la Vera Cruz que existen en el mundo éstos formarían la carga entera de un barco, de la misma manera podríamos decir que si juntásemos todos los mechones de pelos de la Virgen María, podríamos creer que la melena de la madre de Cristo sería interminable. ¿Cuándo habrían sido cogidos estos mechones? ¿Todos en el momento de su muerte o ‘tránsito’?, y ¿quién se habría hecho con ellos? Debido a su gran profusión, como también diversidad de colores, se podría pensar que habrían sido tomados en diferentes épocas de la vida de la Virgen si, a pesar de todo, queremos hacer un acto de fe. Sólo en Roma hay relicarios con cabello de la Virgen María en unas quince iglesias. Otros centenares pueden hallarse en el resto de Italia y del mundo cristiano.
Como en el caso de Cristo, al carecer del cuerpo, había que conformarse con los objetos que le pertenecieron. Por lo tanto, como ya hemos visto en otros artículos de este blog, se veneran el cinturón sagrado, el anillo de boda, el velo, su casa… además de otras ‘cosas’ que, aun no siendo parte del cuerpo, podríamos definirlos como elementos ‘orgánicos’: la leche, abundantísima en todo el mundo, y los ya mencionados pelos.
Pero hay un caso bastante curioso en el que el cabello fue utilizado por la misma María para atar un mensaje dirigido al pueblo de Mesina (Sicilia, Italia). Los hechos fueron, más o menos, los siguientes:
En el 42 d.C. Pablo de Tarso llegó a Sicilia, atracando a unos 12 Km de Mesina, siendo bien acogido por los mesineses. Pablo, además de predicar la palabra de Dios, les habló de la madre de Cristo. Cuando llegó la hora de volver a Palestina, una delegación de mesineses quiso partir con él, dispuestos a conocer a María y pedirle una bendición para su ciudad. Esta delegación habría estado compuesta por Geronimo Origgiano, Marcello Benefacite, Bruzio Ottavia y Centurione Mulè. El encuentro con la Virgen se habría producido el 3 de junio del año 42. Y no solo esto: la Virgen les habría dado una carta para que la llevasen a su tierra, escrita en hebreo y atada con un mechón de su pelo. El texto, traducido posteriormente al latín, sería el siguiente:
“María Virgen, hija de Joaquín, muy humilde sierva de Dios, Madre de Jesús Crucificado, de la tribu de Judá, de la estirpe de David, ¡salud a todos los Mesineses y bendición de Dios Padre Omnipotente! Nos consta, por público instrumento, que todos vosotros con gran fe habéis a nosotros enviado Legados y Embajadores y confesáis que nuestro Hijo, engendrado por Dios, es Dios y Hombre, y que después de su resurrección subió al cielo, conociendo vosotros la vía de la verdad por medio de la predicación de Pablo Apóstol elegido. Por lo cual, bendecimos a vosotros y la misma ciudad de la cual Nosotros queremos ser perpetua protectora.
De Jerusalén, en el año 42 de Nuestro Hijo. Indicción 1 luna XXVII”
La frase ‘bendecimos a vosotros y la misma ciudad’ “Vos et ipsam Civitatem benedicimus” puede leerse en una estela votiva en el puerto de Mesina, coronada por una estatua de la ‘Virgen de la Carta’ (La Madonna della Lettera), para significar la importancia de esta virgen para la ciudad. La carta habría sido traducida del hebreo en el siglo XV por Costantino Lascaris, un erudito que huyó de Constantinopla cuando esta ciudad cayó en mano de los turcos. En Mesina fundó una escuela de letras y se cree que a partir de ese momento empezó a desarrollarse el culto a la Virgen de la Carta. O puede que más tarde, en 1716, cuando fue hallado el texto árabe de la presunta Carta de la Virgen a los mesineses dentro de un código siríaco y fue traducido por el maronita Don Giuseppe Assemanni, encargado de la Santa Sede para la interpretación de las lenguas orientales. Esta traducción fue después llevada a Mesina por el monje basiliano Gregorio Arena.
Por lo visto, la carta fue conservada celosamente en la ciudad y escondida con posterioridad durante la persecuciones contra los cristianos. Según la tradición, la carta original fue finalmente hallada en el archivo público en el 430. Pero ya no existe, habiendo quedado probablemente destruida durante el incendio de la catedral, de 1254, o por el terremoto de 1693. Pero aunque la carta se destruyó el mechón de pelo tuvo mejor suerte ya que fue el que la misma María utilizó para atar el pergamino. Es llevado en procesión en el día del Corpus Christi, sobre el ‘Vascelluzzo’ (pequeño navío), del que hablaremos después, mientras que el simulacro en plata de la Virgen con en mano la carta, es portado en procesión el 3 de junio.
Y esta procesión, año tras año, demuestra el profundo vínculo del pueblo mesinés con su patrona, que tanto les ha ayudado en los momentos difíciles: pestilencias, terremotos (1693, 1783 y 1908), bombardeos de la Segunda Guerra Mundial (1943). Por no hablar de las intervenciones milagrosas. Durante las Guerras del Vespro (siglo XIII), se dice que apareció en la colina de la Caperrina y defendió la muralla de la ciudad de los ataques angevinos, o propició la llegada de navíos cargados de trigo en momentos de carestía o sitios a la ciudad, como el barco que llegó justo durante las Guerras del Vespro durante el ataque, consiguiendo eludir el bloqueo naval. Este famoso barco está reproducido en pequeña escala y se conoce cono el ‘Vascelluzzo’. También es portado en procesión el día del Corpus Christi, sobre el cual se deposita, para la ocasión, el relicario con el cabello de la Virgen.
La procesión del 3 de junio recuerda el evento de la entrega de la carta por parte de la Virgen a los embajadores, reproducido también en el campanario de la catedral. De hecho, cada día al mediodía un complejo reloj mecánico ofrece un espectáculo de autómatas que dura 12 minutos.
No sabemos de dónde puede proceder esta tradición. Un texto del siglo V, el Chronicon Omnimodai Historiae del historiador Flavio Lucio Destro, hace referencia a la carta de la Beata Virgen a los Mesineses, pero es posible que se trate de un texto interpolado posteriormente. También la fecha de la carta es incongruente, puesto que en esa época todavía no existía la datación cristiana, adoptada en el siglo VI, mientras que ‘indicción’ designa un período de 15 años, creado en el 312 por el emperador Constantino. Pero ¿qué importa? La tradición y la devoción, que durante siglos han inspirado el arte y la cultura, continúan vivas.
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