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Il sasso di Santo Stefano, o della fede                                                           Puoi leggere quest’articolo in italiano cliccando qui

Beato Angelico – San Esteban conducido al martirio y lapidación de San Esteban – Cappella Niccolina – Palazzo Apostolico Vaticano

En el Museo Diocesano de Ancona (Italia), se conserva un relicario del siglo XV que contiene una piedra: la piedra de San Esteban, una de las que se arrojó durante la lapidación de este primer mártir cristiano. No es la única en todo el orbe católico, pero ésta tiene un valor particular, ya que se le atribuye el mérito di provocar la cristianización de esta ciudad.

Relicario que guarda la piedra de San Esteban. Museo diocesano, Ancona

Pero veamos cómo fueron las cosas y empezaremos por el mismo San Esteban. Por los Hechos de los Apóstoles sabemos que Esteban, junto con otros seis discípulos, fue elegido diácono, es decir que se ocupaba del trabajo administrativo y de distribuir la comida entre las familias de los discípulos. Estos últimos no podían, porque tenían que ocuparse de divulgar la palabra de Cristo.

Sin embargo, Esteban no se limitaba solo a esto, sino que predicaba también la palabra de Dios muy activamente y con mucha vehemencia, haciendo prodigios entre el pueblo.

Su predicación molestó en modo particular a los libertos, hebreos que habían sido cogidos como esclavos por Pompeyo y que habían recuperado la libertad. Éstos, junto con otros grupos, con la acusación de haber blasfemado contra Moisés y contra Dios, llevaron a Esteban ante del Sanedrín, donde pronunció un duro y largo discurso en el cual, recorriendo toda la Sagrada Escritura, desde Abraham hasta Salomón, los acusó de haber siempre perseguido a los profetas, como también lo hicieron sus padres. Llegó a llamarlos “duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos” que siempre se resisten al Espíritu Santo, cosa que irritó bastante a los miembros del Sanedrín. Pero cuando, volviendo la mirada hacia el cielo, dijo que veía al Hijo del Hombre a la derecha de Dios, se desencadenó la ira de todos los presentes quienes, abalanzándose sobre él, lo arrastraron fuera de la ciudad y lo lapidaron. El joven Saulo, futuro San Pablo, asistió a esta lapidación que se llevó a cabo en la zona este, la menos vigilada por los soldados romanos.

San Esteban (1330-35 aprox.), Giotto. Museo de Horne, Florencia

Era el año 36 y la Iglesia tuvo así a su primer mártir. Los restos de San Esteban fueron sepultados por ‘algunos hombres piadosos’ y con el tiempo se perdió todo rastro, hasta el año 415, cuando un sacerdote llamado Luciano, nativo de una aldea muy cercana a Jerusalén llamada Caphargamala, soñó con el famoso Gamaliel (el maestro de Pablo) quien le indicó el lugar donde estaba enterrado el cuerpo del primer diácono.

En la carta que Luciano dejó se relatan todos los particulares del hallazgo, que se hizo en presencia del obispo Juan de Jerusalén y de una multitud de personas: la tierra empezó a temblar, se difundió todo alrededor un dulce perfume y setenta y tres personas recuperaron la salud. La historia de la “Invención de San Esteban Protomártir’, es decir del hallazgo de sus restos nos la relata minuciosamente Jacopo da Varagine en su Leyenda Dorada, cap. CXII.

Enseguida después del descubrimiento del cuerpo, muchas de sus reliquias fueron enviadas a cada lugar del mundo cristiano, o casi, y allí donde llegaban se producían muchos milagros. Llegaron también a África septentrional donde hasta San Agustín, a pesar de su reticencia, se rindió frente a su poder milagroso, convirtiéndose en uno de los mayores promotores del culto del santo. Pero no hablaremos aquí de las vicisitudes de las diferentes reliquias de San Esteban que hay en el mundo (que son muchísimas),  ni de la gran devoción por este santo en toda la cristiandad (a juzgar por los muchísimos pueblos, iglesias y basílicas dedicadas a él). Continuaremos, en cambio, siguiendo la pista de nuestra piedra.

San Agustín (1454-69)- Piero della Francesca. Museo Nacional de Arte Antiga (Lisboa)

San Agustín en el 425 nos habla, en uno de sus sermones, de la ‘antiquísima memoria de San Esteban’ existente en Ancona ya desde los tiempos de su martirio. Veamos qué dice:

“[…]De hecho, son muchos los que saben cuántos milagros se realizan en esa ciudad [Ancona] por mediación del muy bienaventurado mártir Esteban. Escuchad también algo que os llenará de admiración: su memoria estaba allí ya desde antiguo y allí sigue. Quizá me digas: «Si su cuerpo aún no había aparecido, ¿a qué se debía aquella memoria?» El motivo se nos escapa; pero no ocultaré a Vuestra Caridad lo que la tradición nos ha hecho saber. En el momento de la lapidación de san Esteban estaban presentes también algunas personas inocentes, especialmente de aquellas que ya habían creído en Cristo. Se cuenta que una piedra le dio en el codo y de rebote fue a parar delante de un hombre piadoso. Él la cogió y la guardó. Como era navegante, el azar le llevó a dar al litoral de Ancona, y una revelación le indicó que era allí donde debía colocar aquella piedra. Él obedeció a la revelación e hizo lo que se le mandó. A partir de entonces comenzó a existir allí la memoria del santo Esteban y se corrió el rumor de que se halla allí su brazo, ignorando los hombres lo que había acontecido. Se piensa, sin embargo, que la revelación de poner en aquel lugar la piedra rebotada del codo del mártir va unida al hecho de que, en griego, ‘codo’ se dice ‘ankón’.[…]” (Sermón 323)

 ¿Debemos a la piedra también el nombre de la ciudad?1

La piedra fue probablemente ocultada hasta la época del edicto de Constantino (313) que garantizaba la libertad de culto. Después, a partir de cuando fue hallado el cuerpo del santo, empezaron a producirse muchos milagros.

Iglesia de Santa Maria della Piazza, Ancona

Restos de la basílica paleocristiana de San Esteban. Iglesia de Santa Maria della Piazza, Ancona

Ya en la época de Cristo existía en Ancona una comunidad hebraica que mantenía relaciones comerciales con los principales puertos de Mediterráneo y por lo tanto con Palestina también. Como ya sucedió en otros lugares, de esta comunidad hebraica nació muy probablemente un primer núcleo cristiano, propiciado también por la presencia de la piedra que simbolizaba la llegada del Cristianismo a Ancona. Parece probable que el primer lugar de culto cristiano en Ancona fuese una capilla o templete dedicado a San Esteban donde habría estado inicialmente custodiada la piedra. Teorías recientes afirman que sobre este santuario habría surgido, en el siglo IV, la primera basílica paleocristiana, que es la que está debajo de la actual Santa Maria della Piazza. En ésta aun son visibles, entre otros, los restos del altar mayor con una teca para las reliquias.

Después del descubrimiento del cuerpo de San Esteban en el 415, la ciudad de Ancona pidió las reliquias del santo pero en su lugar recibieron las de San Ciriaco que había sido obispo de Ancona e martirizado en Jerusalén en el 363. Desde ese momento, el culto de San Ciriaco sustituyó al de San Esteban.

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1.- Aunque las malas lenguas dicen que el nombre se debe a la configuración en forma de codo de su costa.