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Il trattato sulle reliquie di Giovanni Calvino                                                   Puoi leggere quest’articolo in italiano cliccando qui

Jehan Cauvin, nacido en Noyon (Picardía, Francia) en 1509 y muerto en Ginebra en 1564, latinizado Johannes Calvinus, y por lo tanto Juan Calvino, fue un importante reformador del cristianismo, fundador del Calvinismo, una doctrina que retoma las tesis luteranas haciéndolas más radicales. Esta corriente protestante no reconoce la presencia real de Cristo en la Eucaristía (solo reconoce la espiritual), cree en la predestinación y en la importancia de la fe de los hombres más que en sus obras. Además, prohíbe la veneración de las imágenes religiosas. Estas son las características principales de su credo. La doctrina del Calvinismo está exclusivamente fundamentada en la Biblia. 

Calvino fue autor de muchas obras, siendo la más famosa la “Institutio Christianae Religionis” (Institución de la religión cristiana). En 1543 escribió un pequeño tratado, el ‘Tratado sobre las reliquias’ (Traité des Reliques), en el que condena duramente las formas de idolatría de las que las reliquias eran objeto, una herencia del ‘bárbaro Medievo’, fomentadas por las autoridades eclesiásticas. Según Calvino, adorar imágenes y reliquias equivale a deshonrar el nombre de Dios. En la obra intenta demostrar que la mayoría de éstas son falsas, y que incluso se llega a adorar huesos de animales como si fueran de santos. Cualquier cosa podía pasar como una reliquia.

El Concilio de Trento (1545-1563) fue convocado precisamente para contrarrestar la Reforma, dando por tanto comienzo a la Contrarreforma. Sobre el problema de las reliquias, y como respuesta a las tesis calvinistas, promulgó el decreto ‘Sobre la invocación y adoración de las reliquias y de las imágenes de los santos’, que confirmaba la validez de la veneración de los cuerpos de los mártires y de los santos, a los que los fieles habían venerado ya desde los primeros siglos del Cristianismo, prohibiendo, al mismo tiempo, toda forma de superstición o búsqueda de lucro que eso podría conllevar. Además, introdujo una nueva norma que consistía en que ninguna reliquia podía ser expuesta para su veneración sin la previa aprobación de una comisión de teólogos nombrada por el papa. Era este un intento para controlar todo tipo de abusos.

Retrato de Calvino. Escuela francesa, siglo XVI

Pero veamos lo que dice Calvino.

De acuerdo también con San Agustín, el de las reliquias lo considera como ‘un malvado y deshonesto mercado’, fomentado por la credulidad de la gente.

El primer vicio, casi la raíz del mal, ha sido que, en vez de buscar a Jesucristo en su palabra, en sus sacramentos y en su gracia espiritual, la gente, según su costumbre, ha perdido el tiempo con su vestimenta, sus camisas y su ropa; y haciendo esto ha descuidado lo esencial para seguir a lo accesorio’.

Para Calvino, poseer reliquias y relicarios lleva a la idolatría porque la tentación de venerarlos es demasiado fuerte.

“El afán de poseer reliquias no está casi nunca exento de superstición que es madre de la idolatría, y suele ir unida a ésta”[…]”El pueblo que dice ser cristiano ha llegado así a ser totalmente idólatra tanto como nunca lo fueron los paganos, porque se han postrado y arrodillado ante las reliquias de la misma manera que ante Dios.” […] “Ahora, como un mal nunca viene solo, sino que atrae a otro, esta desgracia ha llegado desde que se tomaron por reliquias, tanto de Jesucristo como de sus santos, no sé cuáles porquerías absurdas y disparatadas, y la gente estaba tan ciega que, cualquier valor se hubiera atribuido a los cachivaches que le eran presentados, los ha acogido sin criterio ni averiguación alguna. De esta manera, no ha dudado en acoger con gran devoción cualquier hueso de asno o de perro que el primer timador hiciera pasar por hueso de mártir”.

Por otro lado, continúa, éste es un justo castigo por parte de Dios quien ve cómo se desvía a otra parte la gloria que le es debida. Por lo tanto, el hecho de que existan tantas reliquias falsas es solo porque Dios ha permitido que el mundo fuese engañado puesto que amaba el engaño y la mentira. Y esto lo ha hecho incluso quitando “cordura y juicio a los incrédulos, por lo que, lejos de hacer averiguaciones éstos han aceptado todo cuanto les era presentado sin distinguir entre blanco y negro”.

Y esto es aun peor si se piensa que en la mayoría de los casos se utiliza para timar a la pobre gente que se equivoca por falta de conocimiento. Si se hiciera un inventario de todas las reliquias existentes se vería que del mismo santo existen varias cabezas y varios cuerpos no existiendo una iglesia, por pequeña que sea, que no tenga “un hormiguero de huesos y otros cachivaches similares”. “En esta ciudad, se decía, hace tiempo se guardaba un brazo de San Antonio: cuando estaba en la teca, lo besaban y lo adoraban; cuando lo expusieron, se descubrió que se trataba del falo de un ciervo. Además, el altar mayor estaba reservado para el cerebro de San Pedro. Hasta que permaneció en la teca no se albergaba ninguna duda, porque habría sido blasfemo no fiarse del rótulo. Pero cuando se limpió el nicho, se miró más de cerca y se pudo averiguar de que se trataba de una piedra pómez”.

Pasa a continuación a citar ejemplos similares haciendo la siguiente reflexión: “Si al final va a resultar que las reliquias consideradas más seguras son sin embargo falsificaciones, ¿que deberíamos pensar de las más dudosas? Y si Dios quisiera, los príncipes cristianos tendrían que ocuparse un poco de eso. Su deber, de hecho, sería el de no permitir que sus pobres sean timados hasta ese punto”.

Después de estas consideraciones de carácter general, empieza a enumerar una serie de reliquias empezando por las de Jesucristo, seguidas por las de la Virgen María y San José, de San Miguel Arcángel, de Juan Bautista, de los apóstoles y otros santos famosos, como María Magdalena, Lázaro o San Sebastián.

¿Quién no conoce su famosa afirmación, que citamos a continuación, sobre los fragmentos de la cruz esparcidos por el mundo?

“No hay ciudad, por pequeña que sea, en la que no se encuentren, y no solo en la catedral, sino también en algunas iglesias parroquiales. No existe abadía, aunque sea medio derruida, que no tenga alguno para mostrar. Y en algunos lugares hay trozos muy grandes, como en la Sainte Chapelle de París, y en Poitiers, y en Roma donde se halla el crucifijo recabado de la cruz, según se dice. En suma, si se quisieran juntar todos estos trozos, se podría formar el cargamento de un barco. Pero el Evangelio dice que la cruz podría ser llevada por un solo hombre”.

Y, para terminar, citaré algunos curiosos pasos, referidos a una u otra reliquia.

“Se han tomado tanta libertad que ya no tienen ninguna vergüenza en inventar una reliquia de la cola del asno que llevó a Nuestro Señor: de hecho, está expuesta en Génova”.

 “Las últimas reliquias relativas a Jesucristo son las que son posteriores a su resurrección, por ejemplo un trozo de pescado asado que San Pedro le ofreció cuando se le apareció en la orilla del mar. Hay que decir que debía de estar bien sazonado, o que había sido metido en una extraordinaria salmuera, ya que se ha podido consevar tanto tiempo”.

“Pero la más ridícula es la huella de sus nalgas que se encuentra en Reims, en Champagne, sobre una piedra, detrás del altar mayor. Cuentan que se produjo en el tiempo cuando Nuestro Señor había trabajado de albañil para construir el portal de su iglesia. Esta blasfemia es tan execrable que me da vergüenza seguir hablando de ello”.

Y hablando de la leche de la Virgen María:

“Si la santa Virgen hubiese sido una vaca y hubiera amamantado durante toda su vida, con mucha dificultad habría podido producir tanta”.

Y con respecto a San Juan Bautista:

“En Aviñón se encuentra la espada con la que fue decapitado, en Aquisgrán el sudario que fue puesto debajo de él. Me pregunto por qué el verdugo sería tan amable como para tapizar el suelo de la prisión, cuando tenía que ajusticiarle.”

Luego enumera muchos santos cuyos cuerpos se encuentran duplicados, triplicados, cuadruplicados y se hallan en diferentes partes de Europa… Por ejemplo San Sebastián:

“como han confiado a San Sebastián la tarea de curar la peste, ha sido muy requerido y cada uno presume tenerlo. Esta prerrogativa ha hecho que se multiplicara en cuatro cuerpos enteros,…”.

Se concluye este pequeño ensayo con las palabra de San Pablo extraídas del segundo capítulo de la segunda carta a los Tesalonicenses:

“Al presentarse este sin-ley con el poder de Satanás hará milagros, señales y prodigios al servicio de la mentira para engañar y pervertir a todos los que han de perderse, a los que no aceptaron el amor de la verdad que los habría salvado. Por eso Dios les está enviando las fuerzas del engaño dejando que crean en la mentira. Así serán condenados al fin todos los que no quisieron creer en la verdad porque les gustaba más el mal”.

 

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  • G. Calvino. Trattato sulle Reliquie. Milano-Udine 2010
  • Lee también mi artículo “Las voces discordantes” publicado en este blog