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Il mercato delle reliquie. Puoi leggere quest’articolo in italiano cliccando qui

Capilla de las Reliquias – Santiago de Compostela

Desde que Santa Elena, madre de Constantino el Grande, según la tradición halló la cruz de Cristo, en el siglo IV, se ‘puso en marcha’, si queremos utilizar esta expresión, la caza a las reliquias, que muy pronto se convirtieron en algo que todos querían poseer, ricos y pobres, laicos y religiosos, soberanos e instituciones. Las que estaban relacionadas con la vida y muerte de Cristo eran las más buscadas. Esta búsqueda se acentuó de manera particular a partir de las primeras Cruzadas. No era concebible volver de Tierra Santa (cruzados, peregrinos) sin una prueba tangible de la pasión de Cristo. A veces porque eran demandadas por ricos y nobles que pagaban elevadas sumas, pero también por la Iglesia, o bien se traían espontáneamente ‘por recuerdo’ o ‘por devoción’.

Todo esto creaba un mercadeo ilícito de las mismas, alimentado por robos, contrabando y transacciones muy poco claras. Uno de los robos más clamoroso realizado de forma ‘oficial’ por la ciudad de Venecia fue el de las reliquias de San Marcos1, en el siglo IX, gracias a las cuales ‘La Serenissima’ pudo imponerse como potencia política de la época. Lo mismo puede decirse del robo de las reliquias de San Nicolás2 (siglo XI), llevado a cabo por un grupo de mercaderes de Bari, por citar solo dos ejemplos.

También había quien se enriquecía, y mucho. Hacia finales del siglo IX, en época carolingia y a lo largo de las sucesivas décadas, la gran demanda de reliquias por parte de monasterios y otras instituciones, cuando el culto de las reliquias fue centralizado y utilizado para reforzar el programa de consolidación política, social y religiosa, alimentó un gran mercado de compra-venta de las mismas, propiciando la aparición de traficantes y ladrones de reliquias que abastecían sobre todo a clientes importantes capaces de pagar los altos precios que se pedían.

Entre éstos, el protagonista indiscutible fue un tal Deusdona3, conocido como el más grande estraperlista y contrabandista de reliquias de todos los tiempos. Aunque no podemos decir que ‘se pegaba la gran vida’ porque sus ganancias su buen trabajo le costaban. De hecho, aprovisionaba de reliquias el Norte de Europa. Aprovechaba su condición de diácono de la Iglesia de Roma para entrar impunemente en las catacumbas y robar las reliquias de los mártires, que eran las más demandadas, a menudo bajo pedido, y en las primaveras hacía la gran travesía de los Alpes. Las reliquias que llevaba no tenían ningún certificado de autenticidad, como puede imaginarse, por lo que a menudo las reliquias de un mismo santo eran vendidas a diferentes compradores, para contentar a todos los clientes, o incluso se vendían huesos de animales que se hacían pasar por huesos de santos.

Obviamente todos sabían que esta manera de hacerse con estas reliquias no era la más ortodoxa. Iglesias y monasterios hacían la vista gorda porque sabían que cuantas más reliquias tuvieran en su poder, más numerosas serían las visitas de los peregrinos en busca de indulgencias, aportando a ese lugar mayor prestigio y mejor posición económica. Y así continuaron las cosas hasta que con el Concilio Lateranense (1215-1216) las autoridades eclesiásticas intentaron poner un poco de orden a este extenso tráfico de reliquias, sobre todo para evitar abusos y falsificaciones:

Debido a que algunos exponen las reliquias de los santos para venderlas, a menudo se ha aprovechado la ocasión para denigrar la religión cristiana, y para que no se repita en el futuro, con el presente decreto determinamos que las reliquias antiguas desde ahora en adelante no pueden ser mostradas fuera de su relicario, ni puestas a la venta. En cuanto a las nuevas, que nadie se atreva a venerarlas antes de ser aprobadas por la autoridad del Romano Pontífice. En adelante los prelados no permitirán que quien vaya a sus iglesias para venerar reliquias sea engañado con discursos fantásticos o falsos documentos, como se suele hacer en muchísimos lugares con ánimo de lucro”4

Hoy en día la Iglesia, consciente de esto, ha eliminado muchas reliquias de dudosa procedencia, no pudiendo ya ser halladas en los templos y tampoco expuestas en los días de las ostensiones. Pero aun quedan muchísimas.

Pero si creemos que todo este tráfico de reliquias es cosa de un pasado lejano, nada más lejos de la realidad, porque aunque la Edad Media ha sido la época en la que las reliquias han tenido mayor protagonismo en nuestra historia, la devoción nunca ha cesado y tampoco su tráfico. Tanto es así que el Código de Derecho Canónico de 1984, en el canon 1190 se insiste en la prohibición de la venta de las reliquias y regula su trasferencia.5

A pesar de la vigente prohibición, aun hoy en día sigue existiendo un discreto tráfico de las mismas, incluso por internet, que hasta aportan un certificado (verdadero o falso). Basta con entrar en ‘Ebay’ u otros sitios. Digitando la palabra ‘relic’ en ‘Ebay’ internacional aparecen más de 70.000 resultados a pesar de que la plataforma haya introducido un reglamento que obliga a especificar de qué está hecha una reliquia, prohibiendo la venta de restos humanos (salvo el pelo). La venta de reliquias es un negocio muy lucrativo, a menudo oculto, con una amplia gama de posibilidades: relicarios antiguos o no, con fragmentos de santos, pero también con la difusión de presuntas memorias corporales de personas que aún no han sido beatificadas, a menudo pidiendo solo ‘la voluntad’. Los precios pueden variar desde algunas decenas de euros hasta sumas que rondan los varios miles. Y a pesar de que la venta on-line haya ofrecido más oportunidades a este mercado, la venta tradicional sigue existiendo, sobre todo en tiendas de artículos religiosos y anticuarios (bajo cuerda, claro está) que compran a ladrones que consiguen sustraerlas de iglesias a menudo mal custodiadas. Las peticiones no solo proceden de coleccionistas sino que también están destinadas a la celebración de misas negras.

Y ¿qué pasa con los robos? Están a la orden del día. Muchos salen en los periódicos, pero la mayoría no. Y por eso también el papa Francisco vuelve sobre este problema y en diciembre 2017 se publica una nueva instrucción de la Congregación por las Causas de los Santos: “Las reliquias en la Iglesia: Autenticidad y Conservación” contra los abusos, el comercio y la venta de reliquias de la Iglesia no hace más que aplicar los principios generales ya contenidos en el Concilio Vaticano II, transformados ahora en directrices operativas. “Las reliquias de los beatos y de los santos no pueden ser expuestas a la veneración de los fieles sin el certificado de la autoridad eclesiástica que garantice su autenticidad”. El documento contiene el procedimiento a seguir para verificar la autenticidad de las reliquias y de los restos mortales, para garantizar su conservación y para promover su veneración. Reconocimiento canónico, toma de fragmentos y preparación de las reliquias, traslación de la urna y alienación de las reliquias son las cuatro operaciones consideradas. Se prohíbe la veneración de reliquias de personas de las que la causa de beatificación y canonización aun está en curso hasta que el proceso no esté concluido con la beatificación o la proclamación de su santidad.

Pero el Derecho Canónico solo es válido dentro del Estado del Vaticano y en un estado laico, como por ejemplo Italia, no existen normas que regulen o prohíban el comercio de reliquias, a no ser de que se trate de objetos robados. En los últimos 40 años en Italia han sido robados unos 6.000 relicarios, sobre todo de iglesias, además de un sinfín de objetos religiosos.

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1.- Este episodio es tratado con más detalle en el artículo “San Marcos, el artífice de la Serenissima”.

2.- Para profundizar más sobre este argumento recomiendo la lectura del artículo ‘San Nicolás, el santo que cambió las suertes de Bari

3.- Para saber más sobre Deusdona aconsejo la lectura del artículo “Deusdona, el más famoso ladrón de reliquias de todos los tiempos’ .

4.- IV Concilio Lateranense, Canon LXII. Las reliquias de los santos deben ser expuestas en un relicario, las nuevas no pueden ser veneradas sin autorización de la Iglesia Romana.

5.- “§ 1. Es absolutamente ilícito vender las sagradas reliquias. § 2. Las reliquias insignes, como también las que son más veneradas por la piedad popular, no pueden ser alienadas de ninguna manera ni ser trasladadas de manera definitiva sin la licencia de la Sede Apostólica.§ 3. Lo dispuesto en el § 2 vale para las imágenes que en alguna iglesia gozan de gran veneración popular” (Código de Derecho Canónico: Libro IV, Segunda parte, Título IV: El culto de los santos, de las imágenes sagradas y de las reliquias” canon 1190) .