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Sant’Elena: le peripezie delle spoglie di un’imperatrice                               Puoi leggere quest’articolo in italiano cliccando qui

En los museos Vaticanos – Museo Pío Clementino, Sala en Cruz Griega, podemos admirar un magnífico sarcófago de pórfido rojo: el sarcófago de Santa Elena, es decir de la emperatriz Elena, madre de Constantino el Grande y, según la tradición transmitida por la Leyenda Dorada de Jácopo da Voragine, descubridora de la Vera Cruz de Cristo y otras reliquias de la pasión.

Este sarcófago llama la atención no sólo por sus grandes medidas (242 cm de alto x 268 x 184) sino también por su decoración que parece más apropiada para un caudillo que para una emperatriz. De hecho sus altorrelieves nos muestran soldados romanos a caballo en el acto de capturar y aprisionar bárbaros. Por este motivo se cree que inicialmente estuviera destinado a Constancio Cloro, consorte de Elena y padre de Constantino, o incluso al mismo Constantino. En cualquier caso, el uso del pórfido nos dice que estaba destinado a la familia real, tradición empezada por el mismo Constantino, y que fue realizado en Egipto donde había canteras de este tipo de mármol, o por artistas procedentes de esa zona.

Mausoleo de Santa Elena, Roma

Este sarcófago procede del ‘Mausoleo de Elena’ un gran monumento en forma de torre circular realizado en el siglo IV para hospedar los restos de la emperatriz y que, aunque esté en parte destruido, puede visitarse en la tercera milla de la antigua Vía Labicana, hoy Vía Casilina (zona Torpignattara), en un paraje que antiguamente se llamaba ‘ad duas lauros’ a los dos laureles, donde también había una necrópolis de los ‘equites singulares’, guardias imperiales a caballo y que desde el siglo III fue utilizado por los cristianos convirtiéndose en las que hoy se conocen como las catacumbas de los santos Marcelino y Pedro.

Por las marcas grabadas en la argamasa utilizada en la construcción del mausoleo descubrimos que fue construido en el 324-326. Es por lo tanto posible que inicialmente el emperador quisiera destinarlo para su uso personal antes de decidir trasladarse definitivamente a Bizancio. Rebautizada por él como la ‘Nueva Roma’ (año 326), es  la ciudad que se hizo construir y que todos conocemos como Constantinopla (la ciudad de Constantino), hoy Estambul.

Pero ¿por qué el sarcófago se encuentra en los Museos Vaticanos? ¿Y dónde están, entonces, las reliquias de Elena?

Contestar a la primera pregunta no es demasiado difícil, pero a la segunda no tanto, si queremos referirnos a las auténticas reliquias de la emperatriz. Los relatos y las tradiciones sobre la historia de las mismas son contradictorios y se superponen, creando una gran confusión. Claro está, se trata de un personaje muy importante y no es de extrañarse que sus restos fueran muy disputados.

Actualmente, los restos de la emperatriz Elena están custodiados en Roma, Venecia, en Francia, en Tréveris y en otros lugares. ¿Son partes de un mismo cuerpo diseminadas en todos estos lugares o sólo algunos de estos restos son auténticos?

Hallazgo de la Vera Cruz. Jan van Eyck, siglo XV

Después de encontrar la Vera Cruz y otras reliquias de la pasión, en el año 325 aprox., Elena volvió a Roma llevando consigo una parte de éstas. Pocos meses antes de su muerte, hacia 328, Elena hizo viaje de regreso a Constantinopla para la inauguración de la ‘Nueva Roma’ pero murió poco después, debido a su edad avanzada (unos 80 años) y al cansancio por el largo viaje. No se conoce el lugar exacto de su muerte pero Eusebio de Cesarea, biógrafo de Constantino, informa que el féretro fue enviado con todos los honores a la ‘Ciudad Imperial’. Por lo tanto una vez llegada a Roma, fue depositada en el sarcófago y a su vez en el mausoleo.

Y en este lugar descansó en paz hasta el siglo IX, período en el que los robos de reliquias alcanzaron su máximo auge debido también a la gran demanda que había de las mismas en el imperio carolingio y a la profesionalidad de algunos ladrones especializados, como Deusdona, del cual he hablado en otro artículo.

Alrededor del año 840 se presentaron en Roma algunos monjes franceses, de la abadía de Hautevillier, cerca de Reims, guiados por un tal Teogiso. Llegaron, probablemente compinchados con algún famoso ladrón de reliquias, con la intención de llevarse a casa las reliquias de Santa Elena.

Seguramente pagaron muy bien, porque junto con las reliquias de Santa Elena los monjes franceses se llevaron a casa también las de los santos Policarpo, Sebastián, Urbano y Quirino. Digamos que se les hizo una oferta especial. Pero no pudieron obtener ninguna sólida garantía, salvo la palabra del vendedor, de que las reliquias adquiridas fueran auténticas, ni siquiera inspeccionando el lugar o comprobando que las historias contadas sobre las mismas fueran plausibles.

Cuando faltaban pruebas concretas se podía recurrir a una ordalía, en este caso un ayuno de tres días para preguntar a Dios si el vendedor había dicho la verdad, o esperar que las reliquias mismas hicieran un milagro. En cualquier caso el traslado fue celebrado con gran pompa y los milagros no tardaron en llegar, autentificando, de esta manera, las mismas.

Relicario y reliquias de Santa Elena. Iglesia de Saint-Leu-Saint Gilles, París

Por lo tanto podemos suponer que las reliquias de Santa Elena fueron sustraídas y llevadas a Francia pero, en el mejor de los casos, no todas, porque bajo el pontificado de Inocencio II (1130-1143) “manos sacrílegas” sustrajeron del sarcófago la preciosa vestimenta de la emperatriz, fracto operculo ipsius tumuli, rompiendo la tapa.

En la iglesia abacial de Hautevillier las reliquias permanecieron hasta le Revolución Francesa cuando fueron escondidas y sucesivamente entregadas a los Caballeros de la Orden del Santo Sepulcro. Ahora pueden visitarse en Paris, en la iglesia de Saint-Leu-Saint-Gilles.

En cuanto a las reliquias de Roma, podemos decir que, robo a parte, no permanecieron tranquilas tampoco en el lugar donde fueron depositadas y ni siquiera en su sarcófago original. De hecho, en el siglo XII las reliquias de Elena fueron trasladadas a la iglesia de Santa María en Aracoeli y el sarcófago original fue mandado llevar al Laterano, y fue puesto primero en la primera tribuna de la basílica y después en el claustro, para ser utilizado como sepultura del papa Anastasio IV (1153-1154), aprovechando también el hecho de que la cúpula del mausoleo se había derrumbado. En el siglo XVIII el sarcófago fue mandado restaurar y llevar a los Museos Vaticanos por Pío VI (1775-1799).

Relicario de Santa Elena, siglo XII. Santa María in Aracoeli

En la basílica del Aracoeli (Roma), donde actualmente hay un templete dedicado a Santa Elena bajo cuyo altar están ahora las reliquias de la santa, fue hallado en 1960 un precioso relicario con sus restos. Se trata de una arqueta de sándalo decorada con piedras preciosas, figuras de animales y hojas de oro. Es de factura  palermitana, estilo sículo-normando, del siglo XII. Esta arqueta fue comisionada por el mismo papa Anastasio IV. El templete en forma de baldaquino, en cambio, es del siglo XVII, erigido sobre el altar original altomedieval y fue reconstruido en 1833 después de que el ejército revolucionario francés lo destruyera en 1799.

Templete de Santa Elena. Basílica S. María in Aracoeli, Roma

Iglesia de Santa Elena, Isla de Santa Elena, Venecia

Pero las peripecias de los restos de Santa Elena no terminan aquí. De hecho existe también otra tradición que dice que se encuentran en la isla de Santa Elena, en Venecia, en la iglesia homónima. Esta tradición toma origen en la convicción de que las reliquias de Santa Elena se hallaban en Constantinopla, junto con las de Constantino, basándose en una mala interpretación de las palabras de Eusebio de Cesarea por parte del historiador Sócrates Sozomeno quien por ‘Ciudad imperial’ (donde habría sido llevado el féretro de Elena) entendió no Roma, sino Constantinopla. Después de la Cuarta Cruzada (1204) el sarcófago fue vaciado y los restos trasladados a Venecia por el monje agustino Aicardo, donde llegaron en 1211 y donde desde esa fecha son venerados e incluso el 21 de mayo de 2012 se clausuró el año jubilar que celebraba los ochos siglo desde su llegada.

En cuanto a la cabeza de Santa Elena, la encontramos en la catedral de Tréveris, donada por el emperador Carlos IV en 1356. Tréveris está estrechamente ligada a Constantino y a su madre donde los dos transcurrieron una parte de sus vidas. La catedral de Tréveris surge sobre una primitiva iglesia del siglo IV mandada construir por la misma emperatriz y que podría haber sido inicialmente su casa. Pero la pregunta es: ¿Dónde cogió Carlos IV la cabeza de Elena?

Cabeza de Santa Elena, Catedral de Tréveris