Tag
Antioquia, Crisóbula, Maná de San Nicolás, Myra, Papá Noel, Patara, Peregrinaciones, reliquias, Roberto el Guiscardo, robo de reliquias, San Nicolás, Santa Claus, Thomas Nast, Translatio Sacti Nicolai
San Nicola, il santo che cambiò le sorti di Bari Puoi leggere quest’articolo in italiano cliccando qui
Pocos santos en el mundo cristianos son tan famosos, venerados y amados como San Nicolás (de Myra y Bari), al que están dedicados muchísimos topónimos e innumerables iglesias, unas dos mil. Es, además, patrono de Rusia, Grecia, Apulia, Sicilia y Lorena, y de muchas ciudades.
Y no solo es conocido como santo-obispo, sino también en su papel de Santa Claus o Papá Noel, vestido de rojo, un anciano bonachón que viaja en un trineo tirado por renos, que vive en Laponia y que debe a Cola Cola parte de su fama. Por haber sido tan amigo de los niños y generoso, en algunos países europeos los dulces y los regalos se daban el 6 de diciembre, día en que se le recuerda en el santoral, dando inicio, así, a las fiestas navideñas.
Esta nueva fisonomía nació en 1863 gracias al dibujante alemán Thomas Nast, pero cómo de San Nicolás se convirtió en Santa Claus sería un poco largo de explicar y podría ser objeto de otro artículo.
Pero, ¿quién era exactamente San Nicolás? Hay muchas obras que hablan del santo y del que cuentan maravillas. Pero hay que recordar que muchos episodios de su vida fueron escritos varios siglos después de su nacimiento, del siglo IX en adelante, por lo que no todos puedes ser considerados estrictamente históricos, siendo fruto de sucesivas reelaboraciones.
Nicolás nació en el 270 en Patara (Licia, Turquía) y murió alrededor del 350 en Myra (hoy Demre, Turquía), el 6 de diciembre. Su familia, además de cristiana, también era muy rica. Nicolás, a la muerte de sus padres heredó una gran fortuna que distribuyó entre los necesitados y se fue a vivir a Myra. Fue nombrado obispo de esta ciudad, participó en el Concilio de Nicea y condenó la doctrina de Ario, que reconocía solo la naturaleza humana de Cristo.
Nicolás fue también encarcelado durante el reinado del emperador Diocleciano y sucesivamente liberado bajo Constantino. Consiguió provisiones necesarias para aliviar la hambruna en Myra y una reducción de los impuestos de parte del emperador. Se le atribuyen varios milagros. Entre los más famosos recordamos el de un señor de Patara que, habiendo caído en desgracia, no hallaba otra solución sino la de prostituir a sus tres hijas. Nicolás hizo que hallara tres bolsas llenas de monedas de oro en su dormitorio, y así pudo casar a las hijas. Otro milagro habla de la resurrección de tres niños, por su intercesión, que habían muerto en el acto al caer de un árbol. En otro más San Nicolás salvó la vida de tres generales que habían sido condenados a muerte injustamente. Además, se dice que salvó la vida de algunos marineros que se hallaban en medio de una terrible tormenta en alta mar: invocaron a San Nicolás, le vieron aparecen en una barca y el mar se calmó.
La fama de este santo era tan grande que hasta Dante lo menciona en la Divina Comedia. Refiriéndose al milagro de las tres jóvenes dice: “Hablando estaba aquél de la largueza que Nicolás les hizo a las cuitadas doncellas, en honor de su pureza” (Purgatorio XX, 31-33).
Como santo importante que fue, sus reliquias fueron entre las más disputadas. A su muerte fue enterrado en Myra, donde sus restos permanecieron hasta 1087, año en que fueron llevados a Bari. Este hecho tuvo fuertes implicaciones políticas y económicas debido a la gran devoción a este santo en todo el occidente cristiano. Las disputas que después surgieron entre varias localidades para obtener sus reliquias y sobre todo contra la iglesia de San Nicolás construida para este fin generaron muchos documentos falsos concernientes la fundación de la iglesia y sus privilegios.
Tres son las versiones de la ‘Translatio Sancti Nicolai’, que relatan de cómo los bareses se adueñaron de los restos del santo. Evidentemente presentan unos puntos en común. Según la primera de estas translatio, algunos mercaderes bareses de encontraban en Antioquia para vender trigo cuando se enteraron de que un grupo de mercaderes venecianos tenía la intención de ir a Myra para robar el cuerpo de San Nicolás. Por lo tanto decidieron llegar antes que ellos.
Cuando llegaron, pidieron a los guardianes que les enseñasen la tumba. Los bareses revelaron sus intenciones diciendo que habían sido enviados por el papa, llegando hasta las amenazas por lo que los monjes se vieron obligados a confesar que el cuerpo estaba debajo del lugar donde fluía el aceite sagrado, el llamado ‘maná’, que se forma en la tumba del santo. El gran perfume que emanaba de las reliquias llegó hasta la ciudad de Myra, distante algunos kilómetros, y despertó a la población; y fue así cómo los bareses se hallaron delante de una multitud de personas que querían impedir que se las llevaran, pero consiguieron huir. Llegaron hasta el puerto de San Jorge mártir, a unos 6 kilómetros de Bari. En este lugar se construyó una pequeña capilla para hospedar los restos del santo. El pueblo luego decidió ponerlas bajo la protección del abad Elías del Monasterio de San Benito.
Según otra versión, al regreso a la patria los mercaderes confiaron directamente las reliquias al abad de San Benito quien las custodió durante tres días en su iglesia. Luego llegó el arzobispo y fueron trasladadas a la iglesia de San Esteban, siempre bajo la protección del abad Elías.
Otra versión más se enmarca en el contexto de la devastación del Imperio Bizantino y de Antioquía por parte de los musulmanes Ismaelitas y la consiguiente posible destrucción de la tumba de San Nicolás, Por este motivo, el santo se le habría aparecido a un cura barés al que pidió ser llevado a Bari. Para ello se prepararon tres barcos para la expedición, cargados de cereales, con 62 entre comerciantes y marineros bareses, y zarparon para Antioquía. Cuando llegaron, se enteraron de que también los venecianos tenían la misma intención. Pero los bareses consiguieron llevarse a casa los restos del santo, acompañados también por dos de los cuatro monjes que custodiaban el sepulcro. En un primer momento los restos se depositaron en la iglesia de San Juan Bautista y tres años más tarde papa Urbano II presenció la celebración de la deposición de las reliquias en la nueva iglesia de San Nicolás.
En todas estas versiones debemos considerar que existen esquemas literarios que son comunes a estos tipos de relatos, por lo tanto no deben ser tomados ‘al pie de la letra’, siendo un género novelado. Podemos poner los ejemplos de la Translatio Sancti Marci o Sancti Benedicti, ya objeto de otros artículos en este blog, que ofrecen características comunes. Pero es obvio que existen elementos reales, que son: la expedición de mercaderes a Antioquía, la noticia que los venecianos quisieran adueñarse de las reliquias y el traslado de las mismas a Bari.
No olvidemos los principales hechos históricos que sacudieron Apulia en este momento: el territorio, que estaba dominado por el imperio Bizantino, fue conquistado en 1071 por los Normandos, guiados por Roberto el Guiscardo, y su dominio se extendió hasta Nápoles en 1137 y Sicilia, donde conquistaron Palermo y Siracusa en 1086.
Hay que buscar la razón del traslado de las reliquias en la posible amenaza de tipo económico que engendraba el difícil momento político, y que habría favorecido a Venecia. Las guerras entre Bizancio y los Normandos ya de por sí constituían una amenaza para Bari porque hacía más dificultoso el normal comercio con el Oriente que, a su vez, tenía en Venecia un fuerte competidor transportando y vendiendo trigo de Apulia. De hecho, los barcos venecianos se servían de Bari como escala y cargaban el trigo que iban a vender a Constantinopla, Antioquia y otros lugares. Las guerras entre el imperio y los Normandos ofrecieron a los venecianos la oportunidad de adquirir privilegios comerciales, como la crisóbula, o bula de oro, en 1082, que exentaba a los venecianos de cualquier impuesto, lo que aseguraba por tanto su supremacía económica.
Además, la posterior derrota de los normandos por parte de los bizantinos frente a la costa de Butrinto, en 1085, y la muerte de Roberto el Guiscardo, quitaron toda esperanza a los mercaderes de Bari de controlar el comercio con Oriente. No pudiendo ya competir en esta actividad económica, Bari consideró oportuno mirar hacia otro frente y cambiar el tipo de ‘negocio’: era necesario llevarse a casa a un santo que en Oriente fuera tan importante por lo menos como San Marcos en Venecia. Y la maniobra funcionó, porque empezó de inmediato a dar frutos: de hecho, la afluencia de peregrinos fue máxima ya en el siglo XII, siendo Bari y la basílica de San Nicolás, construida ex profeso y el lugar donde descansan sus reliquias, su meta. También en este caso, una reliquia ha cambiado las suertes de un lugar, determinando un ‘antes’ y un ‘después’.
En Bari se sigue celebrando la llegada de las reliquias, el 9 de mayo. En esta ocasión se abren los restos del santo delante de los fieles y se recoge el ‘maná’, que en realidad es agua. Si para algunos se trata de un milagro, para otros se trataría de un fenómeno natural de condensación. El ‘maná’ también es considerado como una reliquia por haber estado en contacto con los huesos del santo. Cada año se recoge poco más de medio litro que se diluye en agua y se distribuye a los fieles.
——
- Para saber más: P. Geary, Furta Sacra, Milán 2000; N. De Matthaeis: Legati a una Reliquia
- Con respecto al tráfico y robo de reliquias en la Edad Media, puedes leer también mi artículo: Deusdona: el más famoso ladrón de reliquias de todos los tiempos
Pingback: San Nicola, il santo che cambiò le sorti di Bari | Reliquiosamente
Pingback: Tras las huellas de los apóstoles: las reliquias de San Andrés | Reliquiosamente
Pingback: El mercado de las reliquias | Reliquiosamente