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Arinisdo, Bernardo de Agen, Compostela, Conques, Majestas Sancte Fidis, Odolrico, Peregrinaciones, Relicario, reliquias, Santa Fe de Agen
Reliquiari fantastici: Santa Fede, Conques. Puoi leggere quest’articolo in italiano cliccando qui

Quien lo ve por primera vez piensa de todo antes de que se trate de un relicario que contiene una reliquia de una santa mártir de 13 años… De hecho, recuerda más a un ídolo pagano, y sus facciones no son precisamente juveniles.
Se conserva en la iglesia abacial de Conques, famosa sobre todo por el maravilloso tímpano del Juicio Final, de estilo románico. Todo este complejo arquitectónico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1998.

Conques es una localidad muy pintoresca situada en Occitania, en el Sur de Francia. Su fama, qua ahora se basa tanto en la importancia artística del complejo, como en su situación por ser un punto estratégico como centro de peregrinaciones, comenzó justamente por la presencia de las reliquias de Santa Fe que llevaron a la fama al casi anónimo primitivo monasterio.
Santa Fe era una mártir cristiana de Agen, martirizada alrededor del 303, primero en una parrilla y luego decapitada, porque se negaba a adorar a los dioses paganos. Sus restos se hallaban en el monasterio de la ciudad homónima.
En Agen, no muy distante de Conques, estas reliquias atraían a muchos peregrinos, sobre todo por los milagros que hacía esta santa. Eran milagros muy particulares, como volver a poner los ojos en las cuencas que les habían arrancado o resucitar animales…
El monasterio de Conques, sin embargo, fundado en el 819 y dedicado a San Salvador, época en la que se descubrieron los restos de Santiago en Compostela, atravesaba un momento muy difícil y tenía serios problemas de ‘supervivencia’. Por lo que los monjes decidieron que la única manera de resolver la cuestión era tener reliquias de un santo que fuera lo bastante famoso como para atraer a los peregrinos.
Después de pensar inicialmente en el mártir San Vicente de Zaragoza, y no habiendo podido conseguir sus reliquias, todas las miradas se dirigieron hacia el cercano monasterio de Agen por algo muy valioso que conservaba: las reliquias de Santa Fe. Y así decidieron adueñarse de ellas. En el 866 uno de los monjes, Arinisdo, se fue a Agen haciéndose pasar por cura seglar. Pidió unirse a su comunidad prestando servicio en la iglesia donde se hallaban las reliquias de la santa. El monje permaneció en Agen durante diez años para ganarse la confianza de la comunidad y esperando el momento propicio para llevar a cabo su plan. Finalmente fue encargado de vigilar el tesoro donde también estaban las reliquias de la santa. Una noche, en la que se encontraba a solas, Arinisdo aprovechó para forzar la tumba de la mártir, adueñarse de los restos y volver de inmediato a Conques.
En cuanto se esparció la voz que las reliquias habían cambiado de lugar, los peregrinos dejaron de ir a Agen y se desviaron hacia Conques, que pronto se convirtió en etapa de la parte francesa del Camino de Santiago.
Las sucesivas reivindicaciones de Agen no fueron tomadas en consideración porque la santa también en Conques seguía haciendo los mismos milagros, por lo que a los peregrinos no les importaba.
Las suertes de Conques, como previsto, cambiaron radicalmente. Los peregrinos llevaron mucha prosperidad y fama a la zona. Y la iglesia abacial se convirtió en uno de los centros de peregrinación más importantes de la Edad Media.
La importancia que adquirió creó la necesidad de un mayor espacio. Hacia 1050 el abad Odolrico inició las obras de construcción de una nueva iglesia, dedicada a Santa Fe, que duraron hasta 1125, en diferentes fases y bajo diferentes abades. Actualmente es uno de los mejores ejemplos de arte románico.
El tesoro de la Abadía de Conques, del cual el relicario es la pieza más famosa, está formado por un conjunto de objetos de orfebrería, uno de los más importantes de Francia y de la Edad Media. Entre estos objetos se encuentran los siguientes relicarios: la llamada ‘A’ de Carlomagno, en plata dorada, la arqueta de Pipino, en oro, decorada con esmaltes y plata dorada, la linterna de Bégon o el brazo relicario de San Jorge.


El relicario de Santa Fe, de tan solo 60 cm de alto, está formado por diferentes piezas datadas entre los siglos IX y XI. La base es de madera de aliso tallada toscamente. Está revestida de láminas de oro a la que posteriormente se añadieron una cabeza metálica, tomada de un antiguo busto del siglo IV o V, los brazos y los pies. La cabeza contiene la parte superior del cráneo de la santa. Con el tiempo se añadieron piedras preciosas (zafiros, ágatas, amatistas…), perlas, camafeos y esmaltes así como unos grandes pendientes. El trono está construido en plata dorada. Las esferas de cristal de roca son de época gótica. Los brazos y las manos se rehicieron en el siglo XVI y no sabemos cuál sería la postura original.

La verdad es que sorprende un poco, no solo por la riqueza de los materiales, sino también por sus extrañas facciones desproporcionadas. Su gran cabeza esta ligeramente inclinada hacia atrás y sus grandes ojos de esmalte azul atraen la atención de quien la mira consiguiendo que se quede impresa en la memoria. Los pies son excesivamente grandes. Las azucenas que se hallan en la corona, junto con el terciopelo rojo que le hace de fondo y sobre el que apoya, son los símbolos de su inocencia y de su martirio.
Debido al hecho de que tiene la misma postura en trono que la del Salvador, o de la Virgen, ‘en Majestad’ también se la denomina Majestas Sancte Fidis. Inspirándose a este relicario, en muchas zonas del sur de Francia (Auvernia, Rouergue, Toulouse y alrededores) en esa época se asiste a una gran difusión de estatuas relicarios de este tipo y, alrededor del año 1000 era bastante generalizada en todo el imperio carolingio. Pero la de Santa Fe es casi el único que aun se conserva.

Un ídolo pagano. Esto parece a primera vista, y esto vieron con sorpresa los primeros peregrinos. No olvidemos que la cabeza se ha arrancado de algún busto, quién sabe cuál, probablemente masculino. Y también hay que pensar que en el paso del paganismo al cristianismo muchas imágenes de ídolos fueron ‘readaptadas’ o ‘rebautizadas’ pasando, por ejemplo, de una diosa a la Virgen María o a una santa. El culto de las diosas madres fue redirigido hacia la Virgen María y las famosas vírgenes negras son su ejemplo más conocido.
El culto de Santa Fe debe su fama también a la obra de Bernardo de Agen, siglo XI, el Liber miraculorum Sancte Fidis, que resaltaba sobre todo el aspecto milagroso de la imagen. Esto hizo que se propagase por todas las rutas jacobeas. Bernardo fue atraído a este lugar por la singularidad de los milagros que se decía hacía esta santa, cuya fama era conocida hasta Chartres. De hecho, llegó a Conques en 1030 y luego volvió en otras dos ocasiones. Su reticencia inicial acerca de todas las historias que se contaban sobre esta estatua relicario se disipó poco a poco, hasta el punto de ofrecer descripciones que producían en el lector un poderoso efecto de persuasión.
Conques merece una visita. El paraje también es magnífico. Y si se quiere ver a la santa llevada en procesión, hay que controlar en el calendario cuál es el domingo más cercano al 6 de octubre, fiesta de Santa Fe de Agen.

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