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Le sante immagini acheropite (6): Nostra Signora di Guadalupe, la più moderna Puoi leggere quest’articolo in italiano cliccando qui
Reina de México y Emperatriz de América, Patrona de México, de América y de Filipinas. Estos son sus títulos.
La basílica de la Virgen de Guadalupe, la mejicana, se encuentra en Tepeyac, una colinita situada en Ciudad de México y que anualmente recibe a 14 millones de peregrinos. Es el segundo templo más visitado del mundo, después de San Pedro en Vaticano, y representa el mayor fenómeno de devoción en la historia del Cristianismo.1
Y no solo esto. El culto a esta virgen ha tenido un papel fundamental en todos los eventos más importantes de México a partir del siglo XVI: la Independencia, la Reforma y la Revolución mejicana.
La historia de esta imagen es ligeramente diferente de la de las otras vírgenes custodiadas en los santuarios marianos presentes en todo el mundo. De hecho, el simulacro de la Virgen de Guadalupe no ha sido ni hallado ni es la reproducción de una visión. Según la leyenda, su imagen se formó ‘por sí sola’ en la capa de un campesino llamado Juan Diego Cuauhtlatoatzin y por este motivo se la incluye entre las imágenes aquerópitas2, de las que he hablado en mis cinco artículos precedentes.3
Corría el año 1531 y ya habían pasado unos diez años desde que los españoles, guiados por Hernán Cortés, desembarcaron por primera vez en México, conquistando el Imperio Azteca. Un día de diciembre de ese año la Virgen se le apareció al campesino Juan Diego (nombre españolizado) en la colina de Tepeyac. Le pidió al campesino que fuera de su parte a ver al obispo para que construyera una pequeña iglesia en el lugar de la aparición. Juan Diego fue, pero Juan de Zumárraga, el obispo, no se quedó convencido. Las apariciones se repitieron, cuatro en total, a Juan Diego, la última el 12 de diciembre, y una al tío de éste, Bernardino. Sin embargo, para acceder a su petición, el obispo pedía una prueba tangible. Así que la Virgen le dijo a Juan Diego que fuera a la colina Tepeyac a recoger flores, que las pusiera en su capa (tilma) y que las llevara al obispo. Y así lo hizo. Juan Diego recogió rosas, a pesar de que era invierno. Cuando llegó ante el obispo, abrió su capa pero cuando las rosas cayeron al suelo comprobaron que debajo de las flores se había formado la imagen de una Virgen morena con rasgos mestizos.
El relato de las visiones de Juan Diego es conocido como cuento guadalupano o, con su nombre indígena Nican Mopohua, atribuido a Antonio Valeriano (1522-1605), un noble indígena alumno de Fray Bernardino Sahagún (misionero lingüista), y es fruto del relato del mismo Juan Diego.
Como decíamos, la conquista española era muy reciente y la obra de evangelización de esas tierra, por consiguiente, acababa de empezar. Hernán Cortés, como muchos otros conquistadores de esas tierras, procedía de Extremadura, una región al suroeste de España donde existía (y aún existe) una profunda devoción por su patrona, la Virgen de Guadalupe, una ‘virgen morena’ del siglo VIII, que fue escondida durante la invasión islámica, y hallada en el siglo XIII por un pastor cerca del río Guadalupe.4
Y fue precisamente la imagen de esta virgen que Hernán Cortés llevó consigo, junto con los misioneros franciscanos, éstos también de Extremadura, convirtiéndose en el símbolo de la cristianización de los territorios conquistados.
Cuando la Virgen se le apareció a Juan Diego los territorios no estaban aún completamente evangelizados coexistiendo, como es lógico, un cierto sincretismo. La aparición, por lo tanto, dio un gran impulso a la cristianización del lugar.
Juan Diego murió en 1548 habiendo llevado una vida ‘de santo’. En 1990 fue beatificado por Juan Pablo II y sucesivamente canonizado en el 2002. Estos ‘premios’ no se dieron basándose únicamente en la vida del personaje y en un milagro que supuestamente habría hecho, necesario para la canonización; son sobre todo un reconocimiento por parte de la Iglesia de la importancia de esta Virgen, detonante de la conversión de estos territorios. La Virgen de Guadalupe, además, lleva consigo varios misterios ‘inexplicables’.
El primero, la formación de la imagen en la capa de Juan Diego. Luego, el hecho de que la tela de la capa, de ágave (maguey), no se habría mínimamente alterado ni estropeado no obstante hayan pasado casi cinco siglos, porque el tejido de ágave es extremadamente delicado y no dura más de 20-30 años.
En 1791, en el intento de limpiar el marco de plata de la imagen, se vertió ácido nítrico sobre toda la superficie del cuadro. Sin embargo no se estropeó, quedando solo una mancha casi invisible. Esta capa se apoya en una plancha de metal cuya temperatura es de unos 15 grados, mientras que el mantel se mantiene constantemente a 36 grados y medio, como el cuerpo humano.
En 1921 hubo un atentado. Una bomba fue colocada en los pies del altar de la virgen que se rompió en pedazos por efecto de la explosión, como también otros enseres. Pero el cuadro de la virgen, incluido el cristal, se mantuvo intacto.
Las medidas de la capa son de 104×170 centímetros, y está formada por dos partes, con una costura de unión en el medio, y su tejido es tosco y casi transparente. Parece ser que el tejido no presenta ninguna preparación de base sin la cual es imposible pintar encima, además del hecho que los colores serían de una naturaleza ‘desconocida’, según algunos expertos.
En 1979 los americanos Philip Callaghan y Jody Smith (asociados a un centro católico de estudios marianos) fotografiaron la imagen con una cámara de rayos infrarrojos y no encontraron una explicación científica a la hechura del manto, túnica, manos y rostro de la virgen.5
Y si todo esto no bastara, está el misterio de los ojos de la Virgen. Se ha detectado un triple reflejo de los objetos localizados delante de los ojos de la Virgen y las imágenes se distorsionan por la forma curva de sus córneas. Este fenómeno es llamado ‘efecto de Purkinje-Sansom’, y es exclusivo de un ojo vivo. Desde los años 50 del siglo pasado los ojos de la virgen han sido objeto de muchos estudios. En 1979 el doctor en sistemas computacionales y licenciado en Ingeniería Civil José Aste Tönsmann, mediante un proceso de digitalización de imágenes, utilizando un microdensiómetro, ampliando las pupilas 2.500 veces, descubrió en el iris de 7 mm de la Virgen el reflejo de 13 personas, entre las cuales habrían identificado a Juan Diego y al obispo Zumárraga.
Y qué decir del manto de la Virgen? La posición de las estrellas sobre el mismo reproduce exactamente la que hubo durante el solsticio de invierno del año 1531. Es decir, las estrellas del manto de la Virgen coinciden con las principales constelaciones de esos días.
Evidentemente, para quien tiene fe y cree en los milagros, todo es posible y no cuestionable. Pero no todos piensan lo mismo, por lo que se han realizado muchos estudios científicos que ponen en discusión todo lo que hemos explicado hasta ahora.
No olvidemos que la obra de cristianización, ya desde los inicios del cristianismo, se hizo intentando sustituir, de manera ‘indolora’ a las divinidades locales por las cristianas. Y en este caso no fue diferente. En Tepeyac ya había, de hecho, un templo donde se veneraba a la diosa de la tierra y de la fertilidad, llamada ‘Coatlicue’ (señora con la falda de serpientes) o ‘Tonatzin’ (madre nuestra), siendo en esa época un importante centro de devoción. Coincidiendo con una campaña de destrucción de imágenes de templos y de divinidades locales, el templo fue destruido pero se mantuvo una capilla (1530), como elemento de continuidad. Poco tiempo después ya existía, en ese mismo lugar, una gran devoción a la Virgen María, que empezó a expandirse ya a partir del siglo XVI. Curiosa también es la adopción del nombre. Según una teoría católica el nombre ‘Guadalupe’ podría proceder de ‘coatlaxopeuh’, que se pronuncia ‘quatsalupe’, y que significa ‘la que aplasta (la cabeza de) la serpiente’. El emparejamiento fonético es perfecto.
Además, la historicidad de las apariciones, así como el hecho de que Juan Diego haya realmente existido, han sido objeto de muchas controversias desde un principio, cuestionados sobre todo por los mismos franciscanos, los que estaban ‘in situ’ intentando sacar adelante la obra de evangelización. Hasta Francisco Bustamante, provincial de la orden, en 1556 declaró, en un discurso delante del virrey y otras autoridades, que la imagen había sido pintada por un pintor indígena llamado Marcos Cipac de Aquino, encargada en el 1550 por Fray Alfonso de Montúfar, segundo obispo de ‘Nueva España’. Se creó también una encendida polémica entre franciscanos (antiaparicionistas, que consideraban el culto a la Virgen de Guadalupe como idolatría) y jesuítas (aparicionistas, abiertos a un sincretismo religioso).
Después de él, muchos fueron a lo largo de los siglos los historiadores y otros estudiosos que negaron la existencia de Juan Diego. Entre todos, la oposición más clamorosa a la línea oficialista (tal vez por ser la más reciente) fue la del que fue abad durante más de 30 años (de 1963 a 1996) de la basílica de Guadalupe, Guillermo Schulemberg. El abad, durante el proceso de beatificación de Juan Diego (1990) declaró que éste era un símbolo de devoción más que una realidad y que los testimonios sobre las apariciones de la virgen en el monte Tepeyac, descritas en tres textos entre 1545 y 1666, aun siendo sinceras, responden a una mentalidad y a un momento histórico concretos. Lo importante es la teología de María, la fe en la Virgen, por encima de los episodios de las apariciones.6 Las declaraciones cayeron como una bomba, aunque no había nada nuevo que no hubieran dicho otros antes, en primer lugar, los franciscanos en el siglo XVI. El hecho es que al final se trataba de un problema muy delicado, diría político. Y a pesar de que algunas importantes autoridades del Vaticano tuvieran sus dudas, ¿cómo se podría desmontar este mito? ¿Qué consecuencias tendría desde el punto de vista religioso y económico?
Así que, durante el proceso de canonización la Santa Sede mandó realizar una investigación que demostrara la historicidad del personaje. Ésta se basó únicamente en la tradición oral indígena de algunos documentos, sobre todo en el ‘Códice Escalada’ y el resultado corroboró la posición oficial.1,7
Volviendo, en cambio, a los exámenes técnicos, Noberto Rivera Carrera, arzobispo de Ciudad de México, encargó en 1999 el estudio de la capa. Leoncio Garza Valdés8, pediatra y microbiólogo que había realizado estudios sobre la Sábana Santa, fotografió la imagen con filtros especiales/espectros ultravioletas. Bajo la actual descubrió otras dos: la primera (por lo tanto la más antigua) sería una copia de la Virgen de Guadalupe de Extremadura, con el niño, las iniciales M.A. y la fecha 1556; y la segunda, esta misma virgen pero con rasgos indígenas, ligeramente desplazada a la derecha con respecto a la actual. Gilberto Aguirre, que acompañó a Garza Valdés y vio las mismas fotos, desmiente totalmente las conclusiones de éste, admitiendo, sin embargo, que la pintura había sido ‘forzada’.
En 1982 el experto restaurador de arte José Sol Rosales examinó la imagen por estereomicroscopia y descubrió que la pintura se hizo utilizando una técnica similar al temple. El fondo se preparó con una pintura blanca de sulfato de calcio, y los colores se obtuvieron con óxidos de cobre y hierro, hollín de leña, compuestos de mercurio, cochinilla americana y otros pigmentos utilizados en el siglo XVI, época a la que atribuye la obra. Sol Rosales, además, afirmó que la tela en la que fue pintada la imagen sería de lino y cáñamo, y no de ágave (o maguey) como se creía. Rosales indica que la capa había sido repintada, no retocada, sobre todo el rostro y las manos, modificando la anatomía original de la pintura.
También el examen de los ojos de la Virgen ha sido muy cuestionado porque otros estudiosos que han analizado estas fotos no consiguen ver a ninguna persona. Además esta teoría aun no ha sido corroborada por otros estudios.
El misterio continúa. En cualquier caso, la verdadera fe no necesita pruebas tangibles, aunque, todo hay que decirlo, algún milagro de vez en cuando nunca está de más, sobre todo para convencer a los escépticos…
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Para saber más: N. De Matthaeis: Legati a una Reliquia
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- La Madonna degli Indios. 30 giorni 11/2001 http://www.30giorni.it/articoli_id_499_l1.htm
- Aquerópita – del griego ‘acheiropoietos’, y significa ‘no pintada por mano humana’
- – Las Santas imágenes aquerópitas: La Verónica: – pero cuántas hay? – primera parte
– La Verónica:– segunda parte: ‘La Santa Faz’ y el ‘Santo Rostro’
– El ‘Mandylion’ de Edesa: el arquetipo de todas las aquerópitas
– La aquerópita del Salvador en el ‘Sancta Sanctorum’
– Los Santos Rostros de Lucca y Sansepolcro
4. – El Guadalupe es un pequeñísimo río afluente del Guadiana, y su nombre viene del árabe ‘Wud-al-luben’, que significa ‘río escondido’.
5.- Callaghan, Philip: “The Tilma Under Infra-Red Radiation”, CARA Studies in Popular Devotion, Vol. II, Guadalupan Studies, No. III (March 1981, 45pp.), Washington, C.; cf. Leatham, Miguel (2001). “Indigenista Hermeneutics and the Historical Meaning of Our Lady of Guadalupe of Mexico,” Folklore Forum, Google Docs. pp. 34–5.
6.- Diario ‘El País’, 30 mayo 1996 http://elpais.com/diario/1996/05/31/sociedad/833493613_850215.html
7.- Fidel González. El encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego, México 1999
8.- Leoncio Garza Valdés – Tepeyac: cinco siglos de engaño. México 2002
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Muchas gracias por tus escritos, Feliz Navidad. Por cierto ¿Sabes algo de Pacu? Un abrazo Cari
Hola. De Pacu no sé nada hace mucho tiempo. ¡Felices fiestas para ti también!
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