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La “Mensura Christi”

25 sabato Gen 2025

Posted by Nicoletta De Matthaeis in Artículos en español

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Antonio de Novgorod, Codice III dei Plutei, Crux Aurea, Crux Mensuralis, Et super vestem meam…, Justiniano, la estatura de Cristo, la medida de Cristo, Longitudo Christi, Mensura Christi, San Juan de Letrán, San Nilo Grottaferrata, Santo Stefano de Bolonia

La “Mensura Christi”  Puoi leggere quest’articolo in italiano cliccando qui

– Baldaquino formado por cuatro pequeñas columnas llamado ‘Mensura Christi’. Claustro de la Basílica de San Juan de Letrán, Roma

Es decir, la medida de Cristo, su estatura. Conocer y tener presente este dato, sobre todo para los devotos cristianos, ha sido, durante siglos, de gran importancia. Todo empezó en el siglo VI, en Constantinopla, cuando el emperador Justiniano envió a Jerusalén algunos hombres leales y de confianza para determinar las medidas exactas de Cristo. En base a las que estos hombres le refirieron Justiniano encargó una cruz (conocida como “Crux aurea” o “Crux mensuralis”) alta como Cristo cuyo brazo corto medía la distancia entre sus hombros. La cruz fue recubierta de oro, plata y piedras preciosas y fue colocada en la sacristía de Santa Sofía, junto con otros tesoros.

Fue descrita por diferentes peregrinos, como por ejemplo por Antonio, sucesivamente obispo de Novgorod:

“La preciosa cruz que ahora está conservada en la sacristía [de Santa Sofía] representa la estatura de Nuestro Señor Jesucristo, diligentemente medida en Jerusalén por fieles y dignos de confianza; y por esto fue adornada con piedras preciosas y plata y cubierta de oro, y aún hoy otorga salud, expulsa el mal y ahuyenta a los demonios”.

Desafortunadamente esta cruz desapareció a causa del saqueo de Constantinopla de 1204 por los Cruzados.

¿De dónde tomaron las medidas de Cristo los hombres de Justiniano? La única fuente posible sería la Sábana Santa pero ésta, ¿se encontraba en Jerusalén en ese momento?

Pero también es posible que la necesidad de conocer cuál era la estatura de Cristo no comenzara con Justiniano sino que ya existiera y que éste no hizo más que darle forma. En Jerusalén ya se vendían cintas con la longitud de diferentes partes del cuerpo de Cristo que compraban los peregrinos, y probablemente exportaron en Occidente el uso de los mismos. Aquí la ‘Mensura Christi’ se convirtió en un tema de carácter espiritual, sobre todo a partir del siglo XII, con el fin de mantener el recuerdo de la estatura de Cristo cuando la ‘Crux Aurea’ ya había desaparecido.

En un interesante manuscrito hecho en Génova alrededor de 1293, el ‘Codice III dei Plutei XXV’ de la Colección Médicis y conservado en la Biblioteca Laurenziana de Florencia, encontramos la famosa ‘Mensura Christi’. Bajo la imagen de Cristo resucitado y togado hay una unidad de medida, como una cinta, a partir de la cual se puede calcular su estatura, con una inscripción que recita:

“Haec linea bis sexties ducta mensuram dominici corporis monstrat. Sumpta est autem de Constantinopoli ex aurea cruce facta ad formam corporis Christi”.

(Esta línea multiplicada dos veces seis veces (es decir doce veces) lleva a la medida del cuerpo del Señor. Fue tomada en Constantinopla de la Crux Aurea hecha sobre la forma de Cristo).

La longitud de esta cinta dibujada es de unos 15 cm, lo que llevaría a una estatura de Cristo de unos 180 cm, que es más o menos la estatura que se atribuye a Cristo por diferentes sindonólogos y por la Iglesia Oriental, con pocas diferencias entre ellos.

– Códice manuscrito del siglo XIII donde encontramos una medida que, multiplicada por 12 daría la “Mensura Christi” o estatura de Cristo

Cintas o cordeles que reproducían la estatura de Cristo o una parte de su cuerpo se utilizaban para rezar, o para ser guardados como amuletos o para ser colgados en casa como un guardián que mantuviera alejada toda desgracia, porque mirándolos cada día se evitaba morir de muerte súbita y sufrir daños a causa de incendios, tempestades, etc.  Por lo tanto tenían un valor apotropaico y taumatúrgico, y eran también denominados (Longitudo Christi) la Longitud de Cristo.

Llegados a este punto es importante tener presente que el método que hoy utilizamos para medir, el sistema métrico-decimal, no fue inventado hasta el final del siglo XVIII y eliminó todo lo que había de personal o relativo a una persona con respecto al modo antiguo de medir. Decimos que hemos pasado de un sistema muy ligado al hombre, más personalizado (un brazo, un pie) a uno más aséptico y abstracto, que toma como referencia una pequeñísima parte de la distancia entre el ecuador y el Polo Norte. Además, estas medidas basadas en la vida cotidiana y en la persona, podían variar sensiblemente de una zona a otra de la geografía.

“La Verdadera Longitud de Nuestro Señor Jesucristo”. Cinta de papel (Siglo XV, Alemania). Mühlviertler Schlossmuseum, Freistadt, Austria

Este hecho ha posiblemente contribuido a que la devoción por estas cintas, que con el tiempo se había convertido casi en una superstición, a partir del siglo XVIII empezara a menguar hasta desaparecer casi del todo.1 Una vez eliminado el ‘factor humano’ que creaban la sensación y el misticismo necesarios para hacer creer que la longitud de la cinta podía capturar alguna presencia de Cristo, estas cintas cayeron en desuso.

Esta medida en Occidente se reprodujo de diferentes maneras. Pero tal vez la que llama más la atención es la ‘Mensura Christi’ que hoy podemos ver en el claustro de la Basílica de San Juan de Letrán, en Roma. Se trata de cuatro columnitas de 1,83 m de alto, sobre las cuales está apoyada una losa de mármol. Sobre esta última volveremos más adelante.

-Rótulo que identifica la ‘Mensura Christi‘, que identifica la foto al principio de este artículo. Claustro de la basílica de San Juan de Letrán, Roma

Hasta finales del siglo XVI, esta particular ‘Mensura Christi’ estaba en la Sala del Concilio del anexo Palacio Lateranense hasta que esta sala fue destruida para dejar espacio al nuevo palacio. Estaba situada en el centro de la sala y servía de fondo al trono papal. Por lo tanto el papa estaba delante de una estructura que reproducía la estatura de Cristo y en cierto sentido se fundía con la misma sugiriendo que Cristo en ese momento se hacía presente en la persona de su representante en la Tierra. Esta estructura era también utilizada en diferentes ritos, como por ejemplo el de pasar bajo ésta antes de unirse a una procesión. En 1588 la ‘Mensura Christi’ fue llevada dentro de la basílica y sucesivamente al claustro.

– Cruz en falso pórfido llamada ‘Crux Mensuralis‘. Abadía de San Nilo, Grottaferrata (Roma)

Otra ’Mensura Christi’, y más precisamente una ‘Crux Mensuralis’ podemos verla en la abadía de San Nilo, en Grottaferrata, a pocos kilómetros de Roma, y fue realizada, en falso pórfido, hacia finales del siglo XIX a partir de las medidas de la Sábana Santa. Esta cruz habría sustituido a otra, más o menos de las mismas medidas, de la que no se conoce el material y que probablemente ya existía en la época de la fundación de la abadía en 1004. Esta cruz habría representado las medidas de Cristo, pero no está claro de dónde las habrían tomado. Habría que preguntarse si los monjes que fundaron la abadía, basilianos, una congregación griego-bizantina que venía de Calabria que en aquél entonces pertenecía al imperio bizantino, no conocieran las medidas de la cruz áurea de Justiniano. Debido a su estado avanzado de deterioro que no permitía establecer las medidas exactas, en 1890 el entonces abad pidió al Cardenal de Turín las medidas de la Sábana Santa y éste envió un dibujo de la misma con las medidas exactas que sirvieron para realizar esta nueva cruz.

Otra medida de Cristo la hallamos en el complejo de ‘Santo Stefano’ de Bolonia2, una columna que habría sido traída de Jerusalén por Petronio, obispo de la ciudad. Según esta columna la estatura de Cristo habría sido de 1,73 m.

– Columna que representa la estatura de Cristo. Cripta de la Chiesa del Crucifijo. Complejo de Santo Stefano, Bolonia

Y ahora volvamos a la losa de mármol apoyada sobre las 4 columnitas de la ‘Mensura Christi’ de San Juan de Letrán. Una inscripción por encima de ésta recita: “Et super vestem meam miserunt sortem” (echaron a suerte sobre mi vestimenta), refiriéndose a una parte del Salmo 22 de la Vulgata, incluida también en el Evangelio de Juan:

“Entonces los soldados, cuando crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos e hicieron cuatro partes, una parte para cada soldado. Y tomaron también la túnica; y la túnica era sin costura, tejida en una sola pieza. Por tanto, se dijeron unos a otros: «No la rompamos; sino echemos suertes sobre ella, para ver de quién será»; para que se cumpliera la Escritura: «Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes»”.(Jn 19, 23-24)

– Letrero que indica che el objeto 165 (Et super vestem meam…) se refiere a la losa de pórfido rojo (objeto 166) visible bajo el baldaquino de la ‘Mensura Christi‘

Normalmente los judíos eran sepultados con su vestimenta, pero en el caso de los condenados a muerte sus vestidos se daban a los soldados. Esta túnica3, siendo inconsútil, no podía ser dividida como hicieron con el resto de la vestimenta, razón por la cual la echaron a suertes. Esta losa de mármol, según el arquitecto Palladio (1508-1580), habría sido la utilizada por los soldados para echar los dados.

Pero la inscripción por encima de la ‘Mensura Christi’ se presta a confusión. De hecho, un rótulo más pequeño indica, en cambio, que los soldados no echaron los dados sobre esta losa de granito, sino sobre otra de pórfido rojo adosada a la pared situada ‘debajo’ de la que está apoyada en la columnitas (ver figura al principio de este artículo).

Según un inventario de reliquias de la basílica de 1518, la losa de granito habría sido el banco de transacciones donde habrían sido contados los treinta denarios, el precio de la traición de Judas. Y poner esta lápida sobre las columnas que indican su medida ha probablemente un valor simbólico: treinta denarios fueron el precio de Cristo y por lo tanto la medida de su valor.

—–

1.- Llamo la atención sobre el hecho que hasta hace unos pocos decenios se ha mantenido una costumbre por parte de los peregrinos de comprar cintas con la medida de algunas vírgenes de famosos santuarios, y también con la medida de algunas imágenes importantes, como por ejemplo la de la Verónica en Roma, tradición que se ha mantenido durante siglos. Estas cintas se ataban normalmente en la muñeca o se colgaban del cuello con una medalla con la misma  imagen.

2.- Para saber más sobre este complejo aconsejo la lectura de mi artículo “‘Santo Stefano’ de Bolonia, la Jerusalén italiana”

3.- Para saber más sobre la túnica de Cristo invito a la lectura de los artículos: ‘La vestimenta de Cristo (1) – La sagrada Túnica di Tréviris’, ‘La vestimenta de Cristo (2): La Sagrada Túnica de Argenteuil’ y ‘La vestimenta de Cristo (3): La Túnica fantasma

Para saber más: E. Lugli: The Making of Measure and the Promise of Sameness. The University of Chicago 2019

La capilla palatina de Nuestra Señora del Faro

27 sabato Gen 2024

Posted by Nicoletta De Matthaeis in Artículos en español

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Antonio de Novgorod, Bonifacio de Monferrato, Boukoleòn, Constantinopla, IV Cruzada, Nicolás Mesarite, Nuestra Señora del Faro, reliquias, Robert de Clari, Skeuophilax

La cappella palatina di Nostra Signora del Faro. Puoi leggere quest’articolo italiano cliccando qui

– Posible reconstrucción del complejo del Gran Palacio de Constantinopla, el Boukoleon, dentro del cual se hallaba la capilla de Nuestra Señora del Faro

Desde el 864 y hasta 1204 la capilla Palatina de Nuestra Señora del Faro ha sido la iglesia-relicario más importante de todo el mundo cristiano, bajo la égida del imperio bizantino.

Se encontraba en la parte meridional del Gran Palacio de Constantinopla, el palacio Boukoleon, y debe su nombre a una torre-faro (pharos) que se erigía a su lado, ocupando una posición estratégica en el complejo del palacio real. De hecho estaba muy cerca de los apartamentos reales y de la sala del trono, el Chrysotriklinos (Cámara dorada). Su función era la de servir como capilla principal palatina de los emperadores bizantinos y contenía una enorme colección de reliquias que eran la envidia de todo el mundo cristiano (unas 3.500 ligadas a centenares de santos), además de algunas de las más importantes, que eran las relacionadas con la pasión de Cristo.  Esta capilla formaba parte de una serie de templos sagrados presentes en el interior del complejo palaciego. Entre éstos, la capilla dedicada a San Elías y Clemente y la de San Demetrio, comunicadas con la del Faro por una puerta.

Se considera que su construcción se remonta al siglo VIII y fue el escenario de las nupcias del futuro emperador León IV (775-780) con Irene de Atenas. Fue reconstruida y redecorada por el emperador Miguel III al final del periodo iconoclasta, que duró del 726 al 842. A partir de este momento la búsqueda y la recuperación de reliquias, sobre todo en los territorios conquistados por los musulmanes, fue incesante por lo que la colección creció de forma constante, ampliándose notablemente. Ya a finales del siglo XII, debido a la importancia de las reliquias que allí se custodiaban, como la Corona de Espinas o el Mandylion1, era descrita por Nicolás Mesarite, skeuophilax2 de la iglesia, como una imagen simbólica de la Tierra Santa y un espacio litúrgico donde la salvación es posible, asimilándola a ‘otro Sinaí, una Belén, un Jordán, una Jerusalén, una Nazareth, una Betania, una Galilea, una Tiberíades, […] un Calvario’3. Estas reliquias eran mostradas a los visitantes de alto rango, pero a veces también a los numerosos peregrinos que llegaban de todas las partes del mundo.

– Ruinas del palacio de Boukoleon

Durante el saqueo de Constantinopla llevado a cabo por los cruzados en la Cuarta Cruzada (1204), y la ocupación del palacio Boukoleon por parte de Bonifacio de Monferrato, rey de Tesalonika, las reliquias que no fueron saqueadas pasaron al nuevo emperador latino, Balduino I. Éste, a su vez, vendió algunas de las más importantes, entre las cuales la Corona de Espinas, para afrontar una grave crisis económica.4

En el 1200, Nicolás Mesarite hizo un elenco de las diez más importantes reliquias de la pasión contenidas en la capilla: la Sagrada Lanza, las Sandalias de Cristo, la Corona de Espinas, el Sagrado Clavo, el Manto de púrpura que los soldados romanos pusieron sobre los hombros de Jesús para burlarse de él, la Caña utilizada por los soldados para acercar la esponja a Jesús, un fragmento de la Lápida del Sepulcro de Cristo, el Sudario de Cristo, la Toalla utilizada por Cristo en la lavanda de los pies (el Lention), los Grilletes con los que fue encadenado.

Una de las descripciones de la capilla y de su contenido la hizo Robert de Clari, cronista de la cruzada. Fue por lo tanto una de las últimas, antes del saqueo de 1204. Describe la magnificencia del palacio Boukoleon y sus riquezas. Por lo menos treinta capillas grandes y pequeñas estaban presentes en su recinto, entre las cuales una se llamaba la Santa Capilla, por las reliquias que albergaba. Describe dos recipientes de oro que colgaban en el medio de la capilla de dos grandes cadenas de plata: uno contenía una teja (se refiere al keramidion)1 y el otro un trozo de tela con la huella del rostro de Cristo (se refiere al Mandylion), siendo estas reliquias las dos imágenes milagrosas, no pintadas por manos humana, que describe Nicolás Mesarite.

Pero la lista de Mesarite no estaba completa, ni siquiera con respecto a las reliquias más importantes. Las descripciones hechas por diferentes peregrinos complementan esta lista. Entre los siglos XI y XIII se ha documentado la existencia de quince diarios de viaje, algunos con el elenco de las reliquias más importantes y otros con descripciones más completas, como por ejemplo las del peregrino Antonio de Novgorod, o la de Robert de Clari. Este último menciona dos grandes trozos de la Vera Cruz grandes como la pierna de un hombre. También había una ampolla con la Sangre de Cristo, la Túnica, una parte de la Sagrada Esponja, el Maphorion (el velo) de la Virgen María, su Cinturón y sus Zapatos, diferentes reliquias de San Juan Bautista y la carta de Cristo a Agbar V de Edesa.

Constantino Porfirogéneta (913-959) describe en su De Ceremoniis los ritos que se celebraban en la Capilla del Faro, y también los que se hacían en honor a las reliquias. Éstas eran especialmente veneradas en determinados días del año, sobre todo en Semana Santa. Un rito muy importante era el que se celebraba el domingo de la Exaltación de la Santa Cruz, cuando el emperador se reunía en la Capilla del Faro con sus allegados para venerar la Vera Cruz. El mismo rito se celebraba cuando el domingo de cuaresma coincidía con la día de la Anunciación. Después de los Maitines del 1 de agosto, en el día de la Procesión del Venerable Madero de la Vera Cruz, el emperador besaba el relicario de la cruz que se mostraba durante la veneración de la Cruz, y sucesivamente la Cruz se extraía del relicario para su adoración. La Sagrada Lanza era especialmente venerada durante la semana de pasión y mostrada a la veneración el Viernes Santo. El domingo el emperador participaba en la liturgia con huéspedes especiales. El ‘sacerdote imperial’(basilikos kleros)5 y un coro de eunucos de palacio participaban con sus cánticos.

La capilla de la Virgen del Faro inspiró la construcción de la Sainte Chapelle de París, que a su vez inspiró la capilla de la Santa Cruz en la fortaleza de Karlstejn de Praga, construida por Carlos IV, emperador del Sacro Romano Imperio6.

– Parte del mapa (reconstruido) del Gran Palacio de Constantinopla, Boukolèon. El nº 37 corresponde a Nuestra Señora del Faro5

Desgraciadamente la capilla no sobrevivió al asedio latino de la ciudad cuando fue devastada y saqueada y nunca más reconstruida. No se han encontrado sus ruinas y su ubicación exacta solo puede ser deducida por las fuentes escritas, como también su aspecto exterior e interior. Una de las más importantes de estas fuentes es la décima homilía del patriarca Focio en ocasión de la consagración de la iglesia en el 864. Pero también por los ya citados textos de Robert de Clari y Nicolás Mesarite. La iglesia era pequeña y de cruz inscrita, con tres ábsides, la cúpula sostenida por cuatro columnas, un nártex y un atrio delante de la cúpula. Su decoración era extremadamente rica y exteriormente estaba revestida de mármol blanco. Los muros interiores estaban revestidos de mármoles policromados y mosaicos, como también el pavimento. La partes no recubiertas de mármol lo estaban de oro y plata. Los capiteles estaban decorados con plata y un collarín de oro. El ciborio tenía forma de pirámide y estaba sostenido por cuatro columnitas de oro y plata. También el altar lateral y las puertas del santuario eran de plata. Había dos palomas suspendidas sobre el altar mayor, con las alas recubiertas de perlas y esmeraldas, que sostenían en el pico cruces, también de perlas. Las otras cruces eran de oro y cuajadas de piedras preciosas. La iglesia entera parecía una preciosa joya5.

El programa iconográfico de Nuestra Señora del Faro fue el primero en aparecen en una iglesia después del período iconoclasta. Había una imagen de Cristo en la cúpula y debajo un cortejo de ángeles, y en el ábside principal la Virgen María con sus manos tendidas sobre los fieles y el emperador. El resto de los espacios estaba ocupado por las imágenes de los apóstoles, mártires profetas y patriarcas.

– Relicario que contenía un fragmento de la piedra del Santo Sepulcro – siglo XI. Museo del Louvre

Dependiendo del calendario litúrgico, las reliquias eran trasladadas temporalmente a Santa Sofía, en el palacio Blacherne7 o a otras partes del palacio real y/o llevadas en procesión. En estas ocasiones eran colocadas en valiosos relicarios que el emperador mismo portaba en mano. También podían ser llevadas en las campañas militares, como posiblemente en el caso de la estauroteca de Limburg. En estos casos los Cubicularios (ayudas de cámara) precedían al emperador y llevaban la estauroteca colgada del cuello. Seguían unos portadores normales que enarbolaban una cruz procesional que contenía un pequeño fragmento de la Vera Cruz.

Hoy en día el único relicario que se conserva de la iglesia del Faro está expuesto en el museo del Louvre. Se trata de un estuche de plata dorada del siglo XI, hecho expresamente para albergar un fragmento de la piedra del Santo Sepulcro. En la parte frontal presenta las mujeres que llevan los ungüentos al Sepulcro, cuya puerta encuentran abierta con la presencia de un ángel que les muestra el sepulcro vacío. En el reverso, una tapa deslizante decorada con una cruz y varias inscripciones.

Todas las reliquias presentes en la Capilla del Faro se mostraban a los fieles, menos el Mandylion, que permanecía siempre encerrado dentro de su estuche.

—-

1.- Para saber más sobre el Mandylion y el Keramion remito a la lectura del artículo “Las santas imágenes aquerópitas: el Mandylion de Edesa, el arquetipo de todas las aquerópitas”.

2.- Significa “guardián de los vasos”, y es un oficio eclesiástico de la Iglesia ortodoxa oriental. Normalmente desempeñado por un sacerdote, el oficio del skeuophylax está dedicado al cuidado de los vasos sagrados y de los enseres de una iglesia o de un monasterio.  

3 – Holger A. Klein, Sacred Relics and Imperial Ceremonies at the Great Palace of Constantinople, en F.A. Bauer (coordinado por), BYZAS, n. 5, 2006, pp. 79–99.

4.- Para profundizar más sobre este argumento aconsejo la lectura del artículo “La Corona de Espinas y la Sainte Chapelle“

5.-  Alexei Lidov. A Byzantine Jerusalem. The Imperial Pharos Chapel as the Holy Sepulchre. En: Hoffmann, Annette ; Wolf, Gerhard (Hrsgg.): Jerusalem as narrative space – Erzählraum Jerusalem, Leiden-Boston 2012, S. 63-103 (Visualising the Middle Ages ; 6)

6.- Para saber más remito al artículo ‘Los Soberanos coleccionistas de Reliquias’

7.- Palacio real al que se trasladó la corte bizantina, a partir de Alejo I Comneno (1081-1118), menos grande, menos costoso y más seguro que el Bukouleon. Este último permaneció como sede de representación y para la celebración de grandes ceremonias. Empezó su proceso progresivo de ruina a partir de la Cuarta Cruzada de 1204 y fue definitivamente abandonado después de la toma de Constantinopla por parte de Mehmed II en 1453.

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